viernes, 3 de mayo de 2013

Joaquín Jordá




Conocí a Joaquín Jordá en 1992. Él daba un curso de iniciación al guión de cine en el Centro Insultar de Cultura, una instalación del Cabildo de Gran Canaria, en Las Palmas. Joaquín era un hombre grueso y con una voz cavernosa, y también un hombre encantador. Recuerdo sus clases alrededor de una mesa común en la que nos sentábamos alumnos y profesor y él nos contaba cosas, criticaba nuestros trabajos, y, en fin, hacía esas cosas que hacen los profesores de los cursos de guión. Yo venía de un par de cursos con Lola Salvador y Joaquín Oristrell, que habían tenido lugar en las mismas instalaciones, y me conocía el sitio como si viviera allí. Pasaba mucho tiempo en el departamento de vídeo, que entonces dirigía Octavio Cardoso, haciendo videocreación en los viejos U-Matic Baja Banda que tenían allí, animando en plastilina con una truca de vídeo, y en resumen pasaba el rato haciendo cosas.

Joaquín no paraba de fumar en las clases. Creo que era tabaco negro, probablemente Coronas o Krüger, y los alternaba, con actitud sibarita, con unos pequeños puritos, en función del sabor que prefería en cada momento. En aquellos años yo también fumaba, pero no recuerdo si lo hacía en clase. Lo dejé hace 14 años, así que apenas pasé fumando 7 años de mi vida.

Joaquín, en una entrevista al periódico La Provincia, dijo que el proyecto que yo había presentado como ejercicio al curso, y que había iniciado como “boutade” surrealista en otro curso previo, éste impartido por Miguel Ponce, conocido actor y autor de telenovelas, y Federico Castillo, que creo era su pareja, unos meses atrás. El guión se titulaba “Fotos” y Joaquín declaraba en aquel artículo que aquel guión debería de convertirse en una película lo antes posible. Joaquín habló de mi y del proyecto, tras terminar el curso, a su amigo Josep Antoni Pérez Giner, un productor de cine catalán que daría en breve un curso de producción en el mismo lugar. Pérez Giner, a quien llamaban “el innombrable”, me cobijó bajo su ala en seguida. Con él vi una película que acababa de producir, “Latino Bar”, criticamos un guión titulado “Sauna” y visionamos mi primer Jordá, “El Encargo del Cazador”, una película que me dejó boquiabierto, y que concentra la capacidad fabuladora de Joaquín, tal vez nuestro mejor cineasta por varias décadas (y uno de los más ignorados), en una obra maestra.

Al final, tras una visita a Madrid en la que me reuní con Pérez Giner, Jordi Sasplugas (que ha fallecido recientemente) y Georgina Cisquella, que en aquellos años tenían productora juntos, intentamos que “Fotos” saliera. No pudo ser. Recuerdo que me ofrecieron rodarla en 16mm para ahorrar costes y mi negativa rotunda. Me alojaba en el Hostal Mediodía; Joaquín me había ofrecido quedarme en su casa, en un ático de la calle Ramón Llull de la capital, pero no quise molestarle. He pasado mucho por esa calle en años posteriores, cuando él ya no estaba allí; por azares el primer piso en el que viví en Madrid estaba muy cerca y me caía de camino.

Pero vuelvo a aquellos años. Luego llegó Comunicación Integral, la productora canaria de Pepe Martín, gracias a la cual, y a una oportuna ayuda del Gobierno Canario, pudimos iniciar la financiación de “Fotos”. Al final Pérez Giner se quedó de productor, y José Luis García Arrojo dirigió la producción y coprodujo, a través de Plot Films, su pequeña empresa, a la que por cierto le hice el logo que, creo, aún usan. Finalmente, Filmax entró también a coproducir y a distribuir.

Al final recuerdo invitar a Joaquín a ver la película terminada. Se quedó dormido durante la proyección, pero fue muy amable y cariñoso y no hablamos del asunto. Al año siguiente, Joaquín tuvo un ictus que le hizo perder el habla, la capacidad de escribir y leer, que tuvo que aprencer de nuevo, y parte de la memoria. Le volví a ver en Barcelona, tras el estreno de mi primera película ¿O fue en Madrid? Presentaba en un coloquio la proyección de su documental “Numax Presenta...” (1980), sobre una empresa, la Numax del título, que fabricaba electrodomésticos y cuyos dueños decidieron deslocalizar hacia Brasil; los empleados tomaron las riendas y organizaron una huelga y un proyecto de autogestión que dejó a sus poderosos amos fuera de juego.

Luego le vi en 1997, en el Festival de Sitges, donde él presentaba “Monos como Becky” (1999), en la que él mismo salía unos instantes durante su propia operación para liberarle del coágulo de sangre que había amenazado con acabar con lo que quedaba de sus recuerdos. Joaquín no se acordaba del todo de mi, pero hablamos un buen rato, acompañados de Pérez Giner, en la cafetería del Hotel Meliá Gran Sitges. Aquel año yo estaba de jurado en el Festival, con Piper Laurie, Pere Fatges (recientemente fallecido también), Alan Jones y Eliseo Subiela. Recuerdo la conversación entre nubes, como algo agradable. Luego recuerdo a Toni Galindo, un maravilloso diseñador, que ha hecho posters de las mejores películas de nuestro cine (tampoco está ya), presentándome a Javier Aguirresarobe, el director de fotografía. Pero Aguirresarobe estaba pasando un día espantoso: le acababan de comunicar que Pilar Miró había muerto. Yo había sido alumno de Pilar y me enteré de la noticia por él. Luego, una década y pico después, le volví a ver en Santa Monica, en un restaurante mexicano que frecuento mucho allí con mi socia Margaret Nicoll, El Lula. Estaba solo en un reservado, esperando a alguien.

Recuerdo intentar en aquel remoto 1997 que mis compañeros del jurado de Sitges prestaran atención a un corto de Fernando de Felipe, “Oedipus” (1997), sin éxito, y mi sensación de fracaso.

Joaquín hizo más películas, como “De nens” (2003), una disección tan cruel como lúcida del sistema judicial español y la actitud de los medios de comunicación alrededor de un caso de pederastia en el barrio barcelonés de El Raval. O “Veinte años no es nada” (2004), que revisitaba los hechos narrados en “Numax Presenta...” para explicar oblicuamente la transición española. Joaquín ha dirigido a lo largo de su vida un puñado de obras maestras de perverso engranaje, inteligentes y cortantes, dolorosas y lúcidas, juegos de niños mayores que abren vidas y sociedad en canal ante uno, mostrando vísceras y gangrenas, sombras y cosas feas, pero que son a su vez extrañamente luminosas. “El encargo del cazador” o “Monos como Becky” son dos de ellas. “Un cos al bosc” (1996), es otra, un policíaco sobresaliente y pervertido, mediterráneo y malvado.

Luego trabajé con otros alumnos de Joaquín, como Cristina Cordero, que fue la script de mis dos siguientes largometrajes, “La hora fría” y “No-Do”.

A Joaquín le vi por última vez un día desde un coche; viví en Barcelona casi dos años intentando sacar adelante un proyecto de ciencia-ficción producido por Marta Esteban. En ese tiempo no llamé a Joaquín, pero sí le vi, sería en 2004 o así, en el barrio del Raval, caminando, supongo, hacia su casa. El coche iba demasiado rápido, no había tiempo ni de hacerle una señal. Él no me vio.

Y un día de 2006, me llegó la noticia de que Joaquín ya no estaba. A él le debo dedicarme al cine, a su terco empeño en que “Fotos” se hiciera, contra viento y marea. Joaquín fue uno de los fundadores de la Escuela de Barcelona, era un maravilloso escritor y traductor, y escribió los guiones de películas como “Cambio de Sexo” (Vicente Aranda, 1977), o las dos películas de El Lute, también de Aranda. Pero era sobre todo una de las voces más fascinantes de nuestro cine, una figura clave y un gigante. No entiendo que no se vea su obra más, ni que no se difunda con mayor energía. "No-Do" está dedicada a él.

Gracias, Joaquín Jordá.

Vean su cine. Véanlo, y propáguenlo.


La imagen es el póster de "Más allá del espejo", su última película. La he encontrado en la web de Filmin, donde se puede visionar parte de su obra.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.