martes, 21 de mayo de 2013

Corolario



En un par de posts anteriores he hablado de los "psicópatas católicos", esa especie de dementes que gobiernan gran parte de las instituciones del país como si fueran sus cortijos, y que sólo responden a las órdenes de los lobbies que les controlan, pero carecen de remordimiento alguno respecto al daño que sus desmanes causan en la población. Planteaba la hipótesis de que el sacramento católico de la confesión sumado a la obediencia debida (al partido y a la secta católica, sea esta el Opus Dei, los Legionarios de Cristo, el Yunque o el Camino Neocatecumenal) genera esos despiadados sociópatas que viven por y para el dislate público.

Son legión, y su existencia me ha llevado a un corolario de todo esto. Las organizaciones criminales más importantes del siglo pasado, nacidas en el anterior, y propagadas a este, tales como la mafia (llevada por inmigrantes a Estados Unidos desde el Mediterráneo) o los cárteles de la droga (transmitidos desde y hacia ciertos países latinoamericanos) tienen en común ser nacidos en culturas católicas. Estas culturas parecen suministrar los rituales de alivio adecuados para quienes realizan actividades lesivas para su prójimo, y generan además rituales de expiación que permiten acentuar la sensación de pertenencia a un colectivo. No he consultado literatura al respecto; en realidad no sé si alguien se lo ha preguntado, pero ¿existe una preeminencia dentro de la cultura católica para la creación de estos grupos antisociales con lealtad interna máxima? En el fondo son parecidos a los grupos monacales o a las sectas antes citadas por sus características de exigencia de lealtad, rituales iniciaticos o  castigos al traidor. Sería interesante estudiar esas vinculaciones.

La cultura protestante en general no parece proclive a generar este tipo de grupos antisociales. En cambio parece fomentar la generación de grupos de opinión y presión que funcionan dentro del sistema y fortalecen la sociedad civil. De nuevo planteo que la ausencia del sacramento de la confesión puede obligar al protestante a enfrentarse contra sus propios actos y fantasmas sin la excusa del perdón de un ser superior, ese deus ex machina que soluciona las vidas humanas.

La cultura protestante ha generado cientos de premios Nobel. La católica ¿cuántos? ¿cuántos científicos de renombre han salido de España y de sus ex-colonias, todas ellas manchadas por el catolicismo y su afán represivo de la innovación? En España tenemos dos premios Nobel científicos, y uno de ellos realizó las investigaciones objeto del premio fuera del país. Eso es todo.

¿Es la cultura católica un punto de confluencia entre la ausencia de innovación y la generación de grupos antisociales organizados? Algo de ello indica Carlos Elías en su excelente ensayo, del que ya he hablado en otros posts.

Por supuesto, cuando hablo del sacramento de la confesión, y extiendo a los católicos en general los perniciosos efectos de la religión que se practica en su cultura, también extiendo estas formas de pensar y esas ideologías a no practicantes, e hijos y nietos de los fieles. Las sociedades son objetos enormemente complejos, y los memes colectivos, las formas de pensar inarticuladas que unen a las sociedades, las corrientes invisibles del grupo, se ven poderosamente influenciadas por esas ideas, que pasan de padres a hijos y se extienden por generaciones. No hace falta ser católico practicante para sufrir el daño. El hijo de un católico, o su nieto, sufrirán en su entorno la influencia de los arquetipos culturales que esa religión ha contagiado a la sociedad: el pecado original, la vida como dolor con promesa de paraíso, la doble moral del confesionario, el perdón de los pecados urbi et orbi, el concepto de pecado en sí mismo, el sacramento como bien innegable e inmutable (¿por qué los católicos, practicantes o no, son tan reacios a extender el concepto de matrimonio a personas del mismo sexo? ¿quizá por eso?), la negación del conocimiento científico, la injerencia en los asuntos de estado, el afán redentorista, el mesianismo, el culto a la muerte, el fatalismo, el culto a la profecía, el afán apocalíptico, la mansedumbre, etcétera, son algunos ejemplos a vuelapluma del pensar católico. Todos esos arquetipos impregnan las sociedades católicas, de la misma manera que las protestantes tienen los suyos o las islamistas los suyos. Y condicionan el pensamiento más íntimo, hasta las ideas menos conscientes, de los ciudadanos que viven impregnados de ellas, pero no existe conciencia de ello.

De todas formas, a poco que uno examine la historia de esos grupos organizados antisociales de los que hablaba al principio, estos ocurren bajo todas las confesiones religiosas, si bien lo hacen en terrenos abonados. Según Barrington Moore, aquellos en los que no existe una sociedad civil desarrollada, donde las fuerzas del orden son corruptibles y/o insuficientes, y donde perviven modelos feudales de gobierno (nula permeabilidad social, autoritarismo, abusos de poder...) como gansgsterismo institucionalizado. Y las define como grupos de ayuda colectiva que victimizan a otros.

En el contexto de esta definición se pueden incluir gran cantidad de grupos de este tipo surgidos a lo largo de la historia, en países de toda cultura. Desde la Secta de los Asesinos a la mafia, pasando por grupos milenarios en india, etc.

Incluso en Inglaterra, seguramente a causa de la nula permeabilidad social del país en aquellos años, surgieron grupos de este tipo a lo largo de los siglos XVIII y XIX.  La mafia irlandesa o la nacida en Italia fue luego trasladada a Estados Unidos por los inmigrantes, eran parte de su equipaje al Nuevo Mundo.


El cuadro que ilustra el post lo encontré en Wikipedia Commons. "Christ and Child" (1873). El autor es el pintor danés Carl Bloch. Foto de Jürgen Howaldt. Expuesto en Skt. Nikolai Kirke (Holbæk, Dinamarca). Está en dominio público. 

Exposición abierta hasta julio.

Mi exposición fotográfica "El Risco: la montaña habitada" sigue abierta hasta julio en la Sala MAPFRE Ponce de León,  C. Castillo,...