martes, 30 de septiembre de 2014

The Monuments Men



He dejado “The Monuments Men” para después, como el postre de una comida. Me chocó la dureza crítica con la que fue recibida en su estreno, de modo que preferí dejar pasar el tiempo antes de verla, y tras el primer visionado me he encontrado con una obra honesta, que, de verdad no me esperaba. Por lo que había leído aquello sonaba a una obra que no encontraba su tono, que se perdía en la parodia, y en fin, eso es lo que recuerdo de las críticas durante su estreno en salas en España, y antes durante su pase en Venecia. Recuerdo, eso sí, la sensación de fracaso, y la crítica toda a una poniéndola mal. Es terrible cuando eso pasa, y sobre todo en un festival grande. Estás condenado. Es un acto de sadismo, en mi opinión, hacer estas cosas a una película. Pero en fin, así es el sistema. No es la primera vez que una salida equivocada en el festival equivocado arrastra a una obra de cine, inmerecidamente, al abismo. Esa hiel muchos cineastas españoles la han probado en San Sebastián, por ejemplo, un festival que puede ser especialmente duro con el cine patrio. “Volaverunt” es un ejemplo. Pero hay muchos otros.

A veces pasan estas cosas, empieza a haber una rara unanimidad, sea buena o mala, en la crítica alrededor de una obra cinematográfica, generamente von la vitola de un festival importante, y, bueno, se extiende entre los críticos locales como si no hubiera un mañana, y como si no hubiera otra opinión. No sé cómo habrá ido “The Monuments Men” en salas y en doméstico (o como se llame ahora), pero espero que no haya ido mal, aunque tengo la sensación de que los malos comentarios no ayudaron a la película en asbsoluto.

No conozco la obra en la que se basa, que son las memorias del creador de los “The Monuments Men” reales, y por tanto ignoro las licencias que se han tomado guionistas y director alrededor de la historia original (que fue real y se basa en el llamado The Monuments, Fine Arts and Archives Program), pero creo que es, pobablemente, la mejor adaptación de las posibles. El tono ligero inicial que no abandona la obra, la camaradería entre unos buenos tipos que viajan en las retaguardias de la II Guerra Mundial, enfrascados en su objetivo de recuperar el arte, la memoria de la humanidad, de la destrucción, me parecen nobles y dignos. Y su acercamiento a la guerra, que les arroja en varias ocasiones la realidad y crudeza del enfrentamiento entre los hombres en forma de muerte y sangre, parece tamizada por los ojos de esos cuidadores de museos, historiadores del arte y escultores que se ven, mayores ya, en mitad de una Europa arrasada, intentando entender el devenir del caos que les rodea.

George Clooney (en el papel de Frank Stokes, imaginario líder del grupo de Monuments Men) se reserva un monólogo radiado a sus compañeros en el que desentraña la pulsión que le ha llevado a crear ese extraño grupo humano y a la improbable tarea de rescatar la flor y nata artística europea de las garras de la oscuridad para devolverla a sus dueños legítimos, pero la película tiene otros momentos de peculiar intensidad, como el del hallazgo de los dientes de oro en un barril en una de las minas en las que se ocultan miles de obras de arte robadas. Es un momento desolador y muy definitorio de las intenciones de la película, que nos hace preguntarnos cómo es posible que la vileza humana llegue a extremos tan atroces. Rodeados de obras quemadas, arrancadas de la propiedad de la raza humana para siempre, los miembros supervivientes de los The Monuments Men ascienden a la superficie en silencio en el ascensor de la mina, tras la revelación de la atrocidad cruda reducida a diminutos trozos de oro en un parril desdichado en una mina donde yacen obras de Picasso, Rafael o Cezanne quemadas con lanzallamas.

Hay otras escenas memorables, como aquella en la que abuelo y nieto, en 1977, contemplan la Virgen con el Niño de Miguel Ángel, y se responde a la pregunta de si ha valido la pena que le hacen los políticos al protagonista 30 años antes. Por cierto, el actor que interpreta al personaje de Frank Stokes como “abuelo” es el padre de George Clooney, Nick Clooney. “The Monuments Men” es una historia de perplejidad, la perplejidad de la inocencia de unos hombres sacados de su ambiente que se encuentran en mitad de un escenario bélico en desmantelamiento, pero que tienen una misión: recuperar lo que es nuestro, lo que es de todos.

En ese momento final en el que abuelo y nieto parten en un intenso contraluz hacia el exterior de la iglesia donde se expone la escultura, que ha sido definida antes por el personaje de Donald Jeffries (interpretado por Hugh Bonneville) certeramente, (cito de memoria, “unas manos de porcelana acarician a un hijo del que la madre adivina su terrible destino”) se resume el sentido de una misión y un empeño como el de aquel puñado de hombres.

Hay otro momento, cuando el grupo entra en el castillo de Neuchwanstein y se ven rodeados de esculturas de todas las eras robadas por los nazis, desde obras de la Grecia Clásica a trabajos de Rodin, en los que comprendes la fragilidad del legado que unas generaciones pasamos a otras, y que ahora, los que vivimos, hemos de pasar a los que vengan, que es nuestra memoria más básica, nuestra identidad en forma de arte, algo tan frágil y a la vez tan poderoso. Me vienen a la memoria los Budas de Bāmiyān, y las guerras que vendrán, y que seguramente en mil años dejarán diezmado el patrimonio por el que tantos trabajan hoy. Y pienso en la necesidad de instrucción que tenemos todos cuando llegamos a esta vida, y cuántas veces esa instrucción que nos salvará de quemar o ser quemados, no llega. Y nos convierte en bestias.

“The Monuments Men” es una pequeña película de aventuras que enfrenta un asunto demasiado terrible como para ser contada de otra manera, narrada de forma clásica y sabia, interpretada por unos actores encantadores (Bill Murray en la escena de la ducha y la secuencia musical que sigue está enorme, transmite una riada de emociones desde su melancolía de hombre cercano a la setentena, que se transmuta en un símbolo de la añoranza en un solo plano), que quiere ser ingenua como aquellos hombres lo eran, honesta como sus principios, deudora confesa (ahí están los créditos finales para atestiguarlo) del cine de aventuras “De II Guerra Mundial” de los años 60 y 70 (desde “Comando Patos Salvajes” a “Doce del Patíbulo”, “Un Taxi para Tobruk”, “El Desafío de las Águilas”, “Los Cañones de Navarone” y tantas otras, que habían convertido el drama de la atroz guerra, con la distancia de dos o tres décadas desde su conclusión en un honesto entretenimiento sin más complicacions), pero releído en la clave de un nuevo siglo (con una narración episódica y una planificación absolutamente clásica, que se aleja siempre que puede del primer plano y el plano medio o del plano-contraplano para contar la historia en clave cinematográfica, en planos americanos y abiertos, con conceptos de Cinemascope más próximos a Joshua Logan o Nicholas Ray que a cualquier realización contemporánea), y desde la única forma posible para hacer algo así de arriesgado: desarmar al espectador de sus falacias sarcásticas de quien “lo ha visto todo” y darle la historia de unos hombres que querían hacer algo por nosotros, los que hemos venido después. Y das las gracias. Creo que eso es lo que queda. Un profundo agradecimiento.

Creo que “The Monuments Men” debe de ser saboreada sin prisas. Es lo que promete. Y eso es muchísimo. La próxima vez que visitéis el Louvre, sonreíd a la memoria de la gente que murió y luchó por que nuestra generación todavía pueda ver ese legado gigantesco que es nuestra cultura común.

Creo que eso pretende George Clooney en su película.

La imagen es una captura del microsite de "The Monuments Men" en Rottentomatoes.com, y se reproduce haciendo uso del derecho de cita bajo supuesto de fair use.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.