El juego, como la lotería (decía de
ella Alfred Bester que es un impuesto para los ciudadanos que no han
estudiado matemáticas), está basado en una falacia: que el
jugador puede ganar. La lotería es un impuesto y el juego es un negocio
porque mienten. El luego da beneficios a sus organizadores porque es
muy difícil ganar para el jugador. Asumiendo un comportamiento
racional, no debería de haber jugadores en el mundo, pues sabrían
racionalmente que jugar es igual a quemar tu dinero con una cerilla.
El juego de azar basa su éxito en las
falacias irracionales que usamos las personas para enfrentarnos a la
vida. Falacias que suelen ser inofensivas y
nos consuelan a diario, pero que mal utilizadas pueden causar desastres. El
pensamiento mágico (“yo voy a ganar los otros no, porque yo soy
mágico”), el proyeccionismo (“yo no causo mis problemas, es el
destino, estoy de mala racha, ya me recuperaré, me han gafado”) o el sesgo
cognitivo (he dedicado un post entero al asunto) son algunas de esas
falacias. Los propietarios de los casinos saben perfectamente que el
adagio de que “la banca siempre gana” es una verdad indiscutible.
Un axioma de su negocio. Con esas ganancias pueden construir inmensos rascacielos (Las Vegas, Macao) y contratar grandes estrellas y espectáculos para atraer clientes.
El juego despierta mecanismos propios
de las adicciones en sus usuarios (la ludopatía es la enfermedad
psicológica que genera, aunque no está considerada estrictamente
una adicción en algunos círculos como la American Psychiatric
Association, sino un desorden de conducta), pero la gran mentira que
sostienen los que se benefician de esa industria es que eso no
ocurre, que el jugador es siempre dueño de sus actos, que jugar es un acto libérrimo. La inmensa mayoría de los jugadores no ocasionales son de
dos tipos: jugadores profesionales o ludópatas. Una industria que se
basa para prosperar en esquilmar a enfermos (la ludopatía es una enfermedad) está podrida en sus
cimientos. La industria tabaquera tiene análogo origen corrupto: su letal
producto esclaviza a sus consumidores.
Mirados así, estos negocios no
parecen limpios ni agradables. Y no lo son. Ganar en el juego de azar
es muy difícil, casi imposible. Sin embargo miles de jugadores caen
víctimas de sus cantos de sirena constantemente. En un vuelo a
Estados Unidos compartí asiento con un jugador compulsivo. Era rico
e iba a Las Vegas a gastarse una cantidad enorme de dinero, no a ganarlos; a
perderlos, lo asumía, es "parte del juego", parte de la adrenalina del jugador. Le
tratarían a cuerpo de rey allí. Estaba feliz, exultante. Yo me
preguntaba si estaría igual de contento en su viaje de regreso. Pero las adicciones son así. La mente
racional es ahogada por el “yo adicto” y no hay nada que hacer
hasta que la persona se enfrente a su problema. El daño que se causa
a la persona es inimaginable; en Australia en 2010 un estudio reveló
que un 17% de los intentos de suicidio fracasados admitidos en el
Alfred Hospital de Sydney era a causa del juego patológico.
Por eso no sé si España se puede
permitir el lujo, en estos tiempos de cambio con una clase política
extinguiéndose junto con una forma periclitada de hacer las cosas, de aceptar
que en su territorio abra sus puertas un negocio como el futuro
Eurovegas, ese gigantesco complejo consagrado al juego. El del juego es un negocio poco transparente, poco estético,
escasamente humano, que explota las debilidades del prójimo y sus
enfermedades. No me gusta pensar en que algo así dé empleo a
españoles y ello sea su coartada. No me gusta que miremos a otro lado
en cosas que son francamente evitables, y que nos envilecen como
nación.
La industria sabe que el adicto al
juego es un poliadicto. El jugador es
generalmente también fumador y posiblemente bebedor. Por esa razón (probablemente) Eurovegas ha pedido al
gobierno de Madrid, donde se situará su complejo, que se reduzca la
Ley de Consumo de Tabaco de 2011 que prohíbe fumar en espacios
públicos. Lo alucinante de la petición es que no es fácil
conseguirla; se trata de una Ley Básica que no puede ser corregida a
la baja y que sólo puede ser modificada desde el Parlamento nacional, y que además implementa unas conquistas sociosanitarias
vitales, que pretenden defender al fumador pasivo de uno de los
mayores tóxicos conocidos, la primera causa de muerte evitable en el
mundo occidental: el tabaco. Sin embargo, Eurovegas prefiere exponer
a los trabajadores que contrate al mayor cancerígeno conocido tras
el amianto con tal de que sus clientes poliadictos puedan encenderse
sus cigarrillos en las salas de juego. Este estado de cosas
beneficia a otra industria, que considero bastante repulsiva y fea,
la tabaquera. Y dos intereses bastante oscuros se unen. Mala cosa
para una clase política debilitada. Será interesante ver qué
ocurre al respecto, pues será un barómetro sobre lo que valoran los
políticos españoles la salud de sus ciudadanos. Y no sólo es el
tabaco; en los casinos de Las Vegas (y así será en Eurovegas) las bebidas alcohólicas son gratis; imaginen el estado mental de un jugador ebrio
apostándose su casa, su vida, sus propiedades a una jugada. Nadie va a proteger a ese infeliz empapado
en alcohol y nicotina de sí mismo. Esa es la despiadada realidad de
la industria del juego.
A medida que la Humanidad madure como
raza y especie, es de esperar que este tipo de negocios perversos
vayan extinguiéndose. Pero eso todavía llevará mucho tiempo. Por
de pronto saber que son malos para las personas debería de ser
suficiente para todos. Pero claro, vivimos en un país en el que casi
cada bar tiene una máquina tragaperras donde muchos ancianos se
dejan sus pensiones, víctimas de ludopatías no diagnosticadas,
mientras sus propietarios se frotan las manos satisfechos. Con esos
mimbres no podemos esperar más. Por eso hay que empezar,
urgentemente, a decidir cómo queremos que sea la España de nuestros
hijos y nietos, y plantearnos lo que queremos y lo que no en nuestras
vidas. Eurovegas merece, para mi, un rotundo “no”. Deberíamos de extender un
cordón sanitario alrededor de ese tipo de industrias que están
floreciendo, en mi opinión lamentablemente, en tiempos recientes. Otro caso es el del
juego online, que ha experimentado un boom estos dos últimos años,
y que además está empezando a llenar las parrillas de las
televisiones de madrugada.
Recomiendo, al respecto, uno de los reportajes de
Louis Theroux para la BBC, “Gambling in Las Vegas”.
La ilustración, Caricature of gambling, showing a number of men — and one woman — at an early roulette table, ca. 1800, es de Wikipedia Commons.