He de aclarar una cosa
con respecto al asunto de la hepatitis C que comenté en el punto 2 del texto previo, porque creo que el párrafo
del anterior artículo ha quedado un poco simplista, despachando la cosa en una sola línea, y se trata de un asunto de gran complejidad que hemos de resolver entre todos (¡otro!).
Describo rápidamente el problema. Resulta que hay un medicamento que se llama Sovaldi, fabricado por el laboratorio Gilead Sciences, que es increíblemente efectivo para la Hepatitis C, sobre el que nuestro gobierno está tardando siglos en decidir cómo incorporarlo al sistema sanitario, básicamente porque es muy caro. Y esa dilación está costando vidas humanas. Sospechosamente, el laboratorio propietario acaba de licenciar como genérico el remedio a la India, por una fracción ridícula del coste por pastilla que pide a España y a otros países (India: 700 Euros por caja, España: 25.000 Euros, USA: 60.000 Euros).
Tenemos un gobierno de una incompetencia supina, eso ya lo sabéis, y en este caso lo
está demostrando con creces. Primero, porque no sabe negociar con el
fabricante del carísimo remedio que tanta polémica está generando ¿Cómo es posible que el principio activo del Sovaldi de
Gilead (el Sofobusvir, o Isopropyl
(2S)-2-[[[(2R,3R,4R,5R)-5-(2,4-dioxopyrimidin-1-yl)-4-fluoro-3-hydroxy-4-methyl-tetrahydrofuran-2-yl]methoxy-phenoxy-phosphoryl]amino]propanoat
en IUPAC inglesa según wikipedia) esté siendo licenciado para
genérico a India por una mínima parte de su precio en España? ¿Por qué es tan
caro aquí entonces, y más aún en Estados Unidos? ¿Qué coño está pasando aquí? Gilead, el fabricante, debería de tener algo que decir, pero guarda silencio.
Creo que todo al final deviene del absurdo asunto de
la patente farmacológica, un auténtico agujero de estudios
sesgados, estafas millonarias y mentiras, que está de hecho
impidiendo la evolución de la medicina. Harto complejo es el asunto,
pero según lo veo, hoy en día una farmacológica, usando recursos públicos
(*) está creando productos que explota de forma privada. Y eso, miren, no está bien ¿Vale?
Nadie se peocupa tampoco de pedir a las farmacéuticas los
cientos de estudios que ocultan para no perjudicar a sus propios
intereses y remedios patentados, muchos de resultado negativo (que tienen valor científico, como el resultado positivo, amigos), otros con remedios de baja
rentabilidad que precisamente por eso son ocultados sistemáticamente, etc. Todo eso es de una ética horrorosa, y las farmacéuticas lo hacen a diario.
Esas empresas privadas, usando recursos públicos para
crear medicamentos que patentan (de nuevo mirad en * si no lo habéis hecho ya, está abajo) para su explotación exclusiva y que luego venden a precios exorbitantes, mucho, muchísimo más elevados que el coste real, se
convierten en clones de Monsanto (un ejemplo de empresa rapiñera y siniestra) al aplicar políticas torticeras a
lo que debería de ser lisa y llanamente de todos, y debiera de ser recompensado por otra vía que no fuera la patente de remedios sanitarios. Porque no, no niego la mayor. Sólo quiero mostrar que hay otras vías. Seguro que hay formas de
mejorar este estado de cosas, pero implican un debate abierto en la sociedad y saltar por encima de la incuestionable ideología neoliberal actual, esa que viene a decir: “dejad que las empresas privadas creen su
propia jungla”, una forma de pensar (más bien de no pensar) que se a cientos de políticos en el poder en
estos momentos, y que son incapaces de mirar por encima de sus misérrimas limitaciones ideológicas.
Si Gilead pide una cantidad exorbitante por su
medicamento que salva vidas, los ciudadanos queremos saber por qué. Y queremos auditada la investigación que ha llevado a él. Queremos respuestas. Eso es lo que un gobierno en su sano juicio debería de estar pidiendo ya.
La sorpresa que nos íbamos a llevar, chicos. Seguramente descubriríamos que Sovaldi cuesta un potosí porque se le canta a Gilead, porque la religión del máximo beneficio para
el accionista pudre a las farmacéuticas como a pocas empresas.
Y eso es al final un suicido. Es estúpido.
Y eso es al final un suicido. Es estúpido.
Un gobierno con capacidad de negociación y con una
inteligencia mínima plantearía un acuerdo de máximos y un retorno
de resultados con régimen de sanciones ejemplar: si tu medicamento, ese tan caro, no me lo
auditas en coste, y no responde a las expectativas, querida
farmacéutica, vas a pagar el doble de lo que yo te pago a ti, pero de vuelta a todos
los españoles.
Pero claro, para hacer esas cosas hay que tener gente con un dedo de frente negociando, y dotados del coraje adecuado. Ambas cualidades o no están, o no se las espera estos días en el Ministerio de Sanidad de Paseo del Prado.
Pero claro, para hacer esas cosas hay que tener gente con un dedo de frente negociando, y dotados del coraje adecuado. Ambas cualidades o no están, o no se las espera estos días en el Ministerio de Sanidad de Paseo del Prado.
(*) Investigación clínica de base, que pasa a ser “public domain”,
y que se realiza en hospitales y laboratorios públicos de referencia, y que es
usada por
un fabricante privado, que con una inversión no demasiado alta, va y encuentra unos principios de farmacopea a los que se aferra
desesperadamente para obtener rendimientos rápidos antes de que su patente caduque. Es el peor escenario posible cuando de salvar vidas se
trata, pensad en lo perverso del planteamiento: Sovaldi existe porque Gilead, una empresa
bien situada en el ecosistema farmacológico (un mercado cautivo) mete algo de pasta trabajando sobre resultados obtenidos por organismos públicos, tales como la secuenciación de
genomas
víricos, la generación de secuencias proteicas, la observación del ciclo vírico en el ecosistema interno de las
células hepáticas, etc., etc. En este caso la cosa tiene aún más INRI porque Gilead compró Sovaldi al adquirir al pequeño y prometedor laboratorio que investigaba el principio activo, o sea que se limitó a comprar una empresa y tan ricamente, a ingresar.
El logo de Gilead Sciences, fabricante y propietario de la patente de Sovaldi, lo encontré en Wikimedia Commons, y lo uso acogiéndome al derecho de cita.