lunes, 5 de enero de 2015

Lluvia Negra


He visto "Lluvia negra" por primera vez en muchos años. No recordaba casi nada de la obra maestra de Shoei Imamura, que se estrenó a la vez que otra película con el mismo título, ésta dirigida por Ridley Scott, y que era muy poquita cosa.

La "Lluvia negra" de Imamura (adaptación de una novela de Ibuse Masuji) habla de lo que pasa en una sociedad castigada por el horror de la guerra, algo que he comentado en otras ocasiones y en otros artículos. La acción ocurre en dos tiempos alternativos: el día en que estalla la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima (evento que llevará al final de la II Guerra Mundial), y diez años después, cuando, en plena guerra de Corea, los supervivientes de aquel suceso van muriendo por efecto de la radiación en un oscuro goteo de sufrimiento, mientras intentan simplemente vivir sus vidas, duren lo que duren.

Uno de los personajes se hace una pregunta muy interesante en uno de los diálogos de la película: ¿Por qué los americanos no bombardearon Tokyo, en vez de Hiroshima (y luego Nagasaki)? La capital de Japón era un objetivo más poblado, más lógico. Su interlocutor le responde que no sabe el por qué, y el personaje acaba lamentándose de la mala suerte de que los americanos eligieran su ciudad, algo que les ha destrozado la vida, que les ha envenenado la sangre por la enfermedad de la radiación y que les mata lentamente. Qué mala suerte.

Las víctimas que no murieron el día del ataque nuclear son esas, personas normales y corrientes que han sido heridas de muerte lenta por la radiactividad y tardan años en morir, con sufrimiento y amargura. Viven en mitad de una alucinación de vida cotidiana sabiendo que sus días están contados. Funeral tras funeral, los viejos amigos del protagonista se van extinguiendo, y su sobrina Yasuko (interpretada con especial sutileza por Yoshiko Tanaka), joven, bonita y llena de vida, ha de renunciar a casarse con nadie porque la radiación la está matando también (su primer pretendiente, eso sí, es un completo estúpido que se comporta de forma egoísta e infantil). De hecho la película acaba con su agonía, mientras su tío, Shigematzu Shizuma (Kazuro Kitamura), haciendo uso de uno esos consuelos que usamos las personas, el pensamiento mágico, la ve irse camino de la muerte en un hospital, y se dice a sí mismo que si ve en ese momento un arcoiris su sobrina sobrevivirá.

Y desea verlo. Y desea verlo. Y entran los créditos de salida. Y no, no hay arcoiris en el horizonte.

Las guerras no tienen nombre, son el lado más vil de nuestra mente primate. Volver a ellas una y otra vez nos ayuda a acorazarnos contra toda forma de violencia hacia nuestros semejantes, y las hay muchas.

Hay otra escena en la que la chica pregunta a un veterano de guerra medio loco que la atrae sentimentalmente por el origen de su trauma personal, y el relato entra entonces en una puesta en escena que bascula entre, otra vez (mis comentarios de Kurosawa lo apuntaban como querencia de algunos de los grandes realizadores japoneses) el Teatro No y el expresionismo, y la luz que ilumina al personaje se convierte en un foco de spot que le sigue entre las esculturas torturadas que él mismo esculpe. Entonces conocemos su historia. Luego todo vuelve a la realidad, y la chica le sigue escuchando, tranquilamente.

"Lluvia Negra" báscula, así, entre la explosión y la calma, entre las atroces escenas post-bombardeo, con cuerpos calcinados, personas despellejadas y moribundos amontonados, y la tragicomedia de los supervivientes, que entre risa y resignación, acaban aceptando la muerte como un regalo de espoleta retardada por cortesía del ejército vencedor. Un obsequio repugnante del otro bando que sigue matando sin prisas, desde aquella soleada mañana del 6 de agosto de 1945, a las nueve menos cuarto.

Las guerras, lo digo siempre, no duran el tiempo oficial que los historiadores les asignan. Se prolongan, en forma de traumas, shocks, frustraciones, miedos, amarguras, incluso costumbres sociales, a lo largo de generaciones y generaciones. España sigue inmersa en su posguerra, lo queráis creer o no, con bandos irreconciliables que son incapaces aún hoy en día de ponerse en el lugar del otro, algo fomentado por los poderes que controlan el país. Por eso las guerras son tan espantosas, porque duran en el alma humana muchísimo mas de lo que duraron en el campo de batalla. Se heredan como una suerte de extra epigenético-cultural de padres a hijos, y a nietos, y a bisnietos...

No os perdáis "Lluvia Negra". Es una película difícil de soportar en ocasiones, pero que añade el sabor cotidiano de la vida y la muerte a una situación que podría ser desesperada (de hecho lo es). Es la obra de un sabio, y cada visionado añade una capa más de complejidad al relato.

Uso la imagen de la carátula del DVD de Animego de "Lluvia Negra" acogiéndome al derecho de cita.

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