viernes, 28 de noviembre de 2014

Crónica de un ser vivo


Revisando parte de la filmografía de Akira Kurosawa, pasando por obras tan importantes como sus dos adaptaciones de Pudovkin ("Dodes'ka-den" y la previa "The lower depths" de 1957) he llegado a "Crónica de un ser vivo", que se considera por ahí obra menor en la filmografía de uno de los mayores colosos del cine universal. La historia de la película gira alrededor de un rico empresario japonés que vive en un estado de ansiedad perpetuo ante la posibilidad de que su familia perezca por un inesperado ataque nuclear. Crea primero un refugio subterráneo y luego decide llevarse a toda su familia al lejano Brasil, amenazando con arruinarles con su locura.

A medio camino entre el individualismo extremo de "El Manantial" y la historia de traiciones familiares tipo "El Rey Lear", "Crónica de un ser vivo" está interpretada por Toshirô Mifune en el papel del protagonista y Takashi Shimura como el dentista, y accidental mediador judicial, que hace de nuestro testigo del devenir del drama. Narrada a menudo con dos cámaras, en ángulos que renuncian a la narrativa visual para dar espacio a los actores -marca de estilo del realizador-, en planos largos donde el movimiento y el ritmo lo dan los intérpretes, la historia nos lleva de la mano por un escenario mental de pesadilla, el de un país que vive, diez años después de las dos explosiones nucleares que terminaron la II Guerra Mundial, en un estado de shock post traumático. La mente de Kiichi, el protagonista, vive en un delirio que arrastra a su familia, y finalmente les convierte en víctimas del bombardeo nuclear con una década de retraso. Es como una voladura retrasada.

"Crónica de un ser vivo" me habla de las heridas que nunca cierran. Vivo en un país que, aunque sea incapaz de reconocer lo evidente, habita en un estado de permetuo shock post traumático, tras una guerra en la que los vecinos de mataban unos a otros, en la que los odios se perpetuaron mediante una de las dictaduras más oscuras del siglo pasado. España, como ese japón que quiere aparentar normalidad cuando vive una tormenta interior, no será hasta que no mire con honestidad el daño que generaciones de ciudadanos han sufrido. Por el miedo a la represión. Porque te mataron al padre o al abuelo aquellos que ahora dirigen tu pueblo. Porque te niegan el perdón o las disculpas. Porque te enseñaron a ser temeroso de la autoridad. Porque tu familia te contagió que mejor mirar el fútbol y no pensar que salir a la calle a pedir lo que es tuyo. España es un país con su psicología rota. Una mente colectiva que vive aún el shock que no quiere enfrentar ni su terrible fantasma. Los pecados del pasado siguen ahí.

Kurosawa utiliza en sus películas un maquillaje para dar edad a sus personajes muy exagerado, que quiere serlo. Pasa en "Crónica de un ser vivo", y en toda su filmografía, hasta las últimas, como "Ran" o "Sueños" (especialmente sobrecogedor el del padre y la hija agonizantes de "Dodes'ka-den"). Es en gran medida una reverencia al actor y al Teatro No, la gran tradición de la escena nipona. En sus obras en blanco y negro el resultado parece heredero del expresionismo alemán, con el que entronca directamente, juntando además su uso dramático constante del tiempo atmosférico como reflejo del "tiempo emocional" de sus personajes. Y es que "Kurosawa" significa "mal tiempo" en japonés.

La tormenta interior que vive Kiichi, a la que presta Mifune su talento en una construcción apabullante -fue uno de los más grandes actores, un Emmil Jannings o Robert de Niro del cine mundial-, se refleja también con recursos del Teatro No. El maquillaje facial que le pone en 70 años cuando en la fecha del rodaje tenía 34, se prolonga en el sombreado de las costillas, que hace parecer al actor mucho más delgado, al modo de algunas pinturas japonesas.

"Crónica de un ser vivo" encierra una profunda enseñanza, la de cómo la locura, el miedo y la parálisis pasan de generación en generación. En cómo las guerras no terminan cuando se firman los armisticios, sino que siguen, en combustión lenta, arrasando las almas de las generaciones venideras, criadas en el trauma, habitadas por el demonio bélico por décadas y décadas.

La película fue un fracaso comercial en 1955, y fue una de las dos producciones de la Toho que, por el aniversario de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, produjo la compañía. La otra la dirigió el ayudante de dirección de Kurosawa en gran parte de su filmografía, Inshirô Honda, justo el año anterior. Y se tituló "Godzilla".

El poster de "Crónica de un ser vivo" se usa bajo derecho de cita.

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