Llevo cruzándome con
Bill Plympton en festivales desde, creo, 1997, cuando le conocí en
Sitges y le compré un libro que me firmó. Es un nómada que ha
elegido el camino más difícil de todos, luchando por mantener su
independencia con furia y pasión, con humor e ingenio. Pudo haber
trabajado en Disney, pudo haber seguido una carrera más cómoda,
pero ha elegido seguir fiel a sí mismo. Mantener la libertad como
estandarte, al precio que sea.
Bill Plympton sería
bastante asombroso sólo por eso. Pero es que además es uno de los
clásicos más poderosos, originales y brillantes del mundo de la
animación que mi generación ha tenido la fortuna de conocer. Y digo
fortuna, porque poder saludar a un maestro como Plympton es un
regalo. Y poder disfrutar de su obra, el más importante de los
regalos. Le recordarán por generaciones, es un salvaje, un
estajanovista, un iconoclasta, un rebelde y un narrador visual maravilloso.
Estos días he podido
ver su último largometraje en el mejor festival de España, el
Festival de Cine de Gijón (brillante, extraordinario, perfectamente
organizado y con la mejor programación y selección que puedas
imaginarte), el mudo y jubiloso y demente y divertidísimo y brutal y romántico Cheatin', que contiene una de las escenas más
poéticas y hermosas que he visto en años; cuando Ella se enamora de
Jake y saca su corazoncito maltrecho del interior más recóndito de
su ser, al que viajamos en un rollercoaster surrealista, entregándoselo a un cupido
bastante asombrado. La retrospectiva del autor organizada por el
festival, que además añade un libro biográfico, recorre toda su
obra, y añade su corto Footprints, una maravilla que mezcla la
fábula con el horror y la mente desbocada en una suerte de escritura
libre, uno de los mejores cortos animados de los últimos años, que por
cierto, acaba de ser preseleccionado a los Oscars, o su precioso
fragmento de Kalihl Gibran's The Prophet, que ilustra con libérrima
plasticidad uno de los textos más hermosos escritos por el hombre.
Puede hacer todo eso, y con un estilo que siempre es fresco, siempre
diferente.
Plympton es un poeta,
eso lo sabíamos muchos hace tiempo, un intelectual con un discurso
férreo camuflado de comedia y brutalidad post-slapstick, y uno de
los mejores animadores del mundo. Ni sus nominaciones al Oscar, ni
los cientos de premios que arrastra, obvian el hálito poético de su
filmografía, descacharrante, extraordinaria, brillante y desencadenada.
En la Master Class con
que obsequió a un puñado de rendidos admiradores y amantes de la
animación y el cine, entre los que estaban Sam (la voz más poderosa
del stop motion nacional), Rocío Ayuso y Raúl García (otro de los
mejores animadores del mundo; por cierto, a ellos se debe el precioso
libro sobre Plympton que edita el festival), nos contó algo de la
odisea que su vida ha sido. Acaba de ser padre. Se le abre un mundo
de nuevos descubrimientos, y nuevas obras. Cuando le preguntaron por
sus influencias, no tuvo dudas: Richard Lester, el genio que
convirtió el free cinema británico en pura magia y Terry Gilliam,
Dios (pido perdón a Fernando Trueba por hurtar la divinidad a Billy
Wilder, espero que lo comprenda) (*). Los que hemos estado en Gijón este
año hemos tenido la suerte increíble e inesperada de compartir unos
minutos de vida con todos ellos. Somos afortunados. Esa magia sólo
la consiguen los mejores festivales del mundo.
Pd: Se atribuye a Newton la frase aquella de (cito de memoria) "Si puedo ver tan lejos es porque cabalgo a hombros de gigantes", una de las formas más bonitas que he visto de expresar el progreso del conocimiento científico entre las generaciones. En el caso de Plympton, la cadena de influencas es múltiple, pero una de ellas es la que lleva de Lester a Gilliam (que reconocía en su propia Master Class de Gijón que se dedicaba al cine gracias a haber visto las películas de Richard Lester), y de Gilliam a Plympton, ambos, por otro lado, animadores. Gigantes cabalgando a hombros de gigantes.
(*) También citó a Winsor McCay, alguien con el que Plympton tiene muchos puntos en común. Os invito a conocer su obra. El día que inventen una máquina del tiempo sería una de las primeras personas con las que me tomaría un te.
Pd: Se atribuye a Newton la frase aquella de (cito de memoria) "Si puedo ver tan lejos es porque cabalgo a hombros de gigantes", una de las formas más bonitas que he visto de expresar el progreso del conocimiento científico entre las generaciones. En el caso de Plympton, la cadena de influencas es múltiple, pero una de ellas es la que lleva de Lester a Gilliam (que reconocía en su propia Master Class de Gijón que se dedicaba al cine gracias a haber visto las películas de Richard Lester), y de Gilliam a Plympton, ambos, por otro lado, animadores. Gigantes cabalgando a hombros de gigantes.
(*) También citó a Winsor McCay, alguien con el que Plympton tiene muchos puntos en común. Os invito a conocer su obra. El día que inventen una máquina del tiempo sería una de las primeras personas con las que me tomaría un te.