jueves, 21 de noviembre de 2013

La Cultura de la Mentira – Corolarios - Timadores de baja estofa



Pongo este post como capítulo extra de La Cultura de la Mentira ya que puede servir como conclusión a esta serie que conforma un pequeño ensayo alrededor de las mentiras que rodean (y conforman) nuestra sociedad.


Hace unas semanas publiqué en Twitter dos mensajes en los que me mostraba perplejo ante unos anuncios que se emitían en la emisora local de la Cadena SER en Las Palmas. Se trata de una publicidad del tipo “diálogo con especialista” en la que un locutor de la emisora conversa con el vendedor de un producto, y en forma de falsa entrevista nos ofrecen sus excelencias. El locutor es una persona relativamente conocida en la emisora, que realiza esos “reportajes promocionales”, que anuncian desde una verbena a una cuestación popular, pero que siempre encierran, típico de la radio local, un anuncio de algún producto o marca de la zona. En fin, es alguien que tiene un cierto “prestigio de comunicación” entre sus oyentes.

Me chocó que el producto anunciado por el locutor, un colchón, mostrara unas propiedades casi milagrosas, supuestamente basadas en que “ayuda a absorber el oxígeno” a través de la piel, a la sangre, gracias a un tejido de diseño propietario. En el anuncio se citaban “estudios de universidades prestigiosas”, sin citar a ninguna, y cuando se citaban se hablaba de ciudades, y no de instituciones (“las prestigiosas universidades de...”, ya saben lo que quiero decir ¿California? ¿Cuál? ¿UCLA? ¿UCA? ¿Stanford? ¿Berkeley? Si es alguna de ellas ¿por qué no citarla? Pues claro, porque el dato es falso).

Googleé un poco para informarme sobre el producto, y descubrí lo que me temía, que es un “producto milagro”. Es decir, el anuncio quiere vender algo que no existe. Ni las propiedades del tejido se han demostrado en estudios de pares, ni naturalmente sus milagrosas propiedades han sido publicadas en publicación científica o médica alguna (me refiero a revistas como Science, The Lancet, Cell, etc.). Varios artículos en medios norteamericanos nombraban de pasada al producto anunciado, y en ellos varios médicos especializados desacreditaban sus supuestas propiedades beneficiosas para la salud.

En resumen, el viejo timo “con pátina científica”. Por eso tuiteé mi sorpresa de que la SER no se molestara en verificar las supuestas propiedades milagrosas de lo que anuncia, pues en ese tipo de publicidades engañosas se juega su prestigio de marca. Pero claro, en estos asuntos de la salud y las curas milagrosas, que se enseñorean de las mañanas televisivas y radiofónicas vendiendo productos milagrosos pasto de ignaros en programas supuestamente serios (desde la homeopatía a las flores de Bach, del feng shui al agua imantada y demás asuntos), no es de extrañar. Y por supuesto nadie en el Gobierno se ha siquiera planteado regular toda esa gigantesca estafa. ¡Dios nos libre de obstaculizar a la Libre Empresa en tiempos de crisis, aunque vendan agua a precio de medicamento!

Pues bien, el anuncio en cuestión afirmaba barbaridades como que los colchones fabricados con el tejido milagroso revitalizan a la gente, les dan mejor descanso, les oxigenan... una sarta de majaderías (y lugares comunes indemostrables) que un estudiante de bachillerato podría desarmar con un par de minutos de búsquedas por internet. Pero parece que eso la SER no sabía hacerlo antes de emitir el anuncio.

Bien, pues los dos tuits funcionaron, pero de forma inesperada. Recibí un par de días después de publicarlos una llamada en mi móvil de la empresa que vende esos colchones en las islas pidiéndome explicaciones, afirmando que “en la emisora” les habían dado mi teléfono. Antes de poner una denuncia, llamé a SER Las Palmas, donde me pasaron con el locutor del anuncio, al que expliqué el problema. Le rogué que informara de todo ello al director de la emisora, pues además de emitir anuncios de un producto milagro, la emisora había dado mis datos personales a un fabricante al que mis tuits parecían no haber gustado.

Como resultado, no ha pasado nada. La SER sigue emitiendo el anuncio original en Las Palmas. Parece que todo les da igual. La pela es la pela, por mucho que se les insista. En fin, un granito de arena más en crear una sociedad peor, más ignorante y menos libre, porque este tipo de mentiras nos hace menos libres a todos. La SER sabrá lo que hace con su supuesto prestigio profesional. Aunque parece que eso no les importa demasiado.

El anuncio, en la misma fórmula de diálogo a dos, pero con otro locutor, se emite en otra emisora de la isla. En esta ocasión el representante de la empresa importadora no hablaba ya de un “tejido que ayuda a absorber el oxígeno” sino de un “tejido que ayuda a absorber el calor corporal”, añadiendo una nueva sarta de majaderías como que resulta que “es malo que el calor de la sangre se pierda por la piel”, lo que demuestra que el importador del producto tiene “respuestas científicas para todo”, y la emisora que ha tomado el relevo escasa responsabilidad social. En fin, siempre encontrarás a alguien lo suficientemente estúpido o lo suficientemente malvado como para seguir cualquier juego.

He mirado en la web del fabricante y su versión es diferente ¡Habla de emisión de luz por el cuerpo humano! Así que ni una cosa ni la otra. En la web podemos leer:

Hologenix has conducted a number of clinical trials to establish the science behind it beyond a reasonable doubt, said Seth Casden, the company’s CEO.”   ”The body gives off light, emitting about 100 watts of energy at any given time. Minerals embedded in a fiber or yarn can capture that energy and reflect it back to the body. We’ve proven that Celliant can increase blood flow and oxygen levels in muscle tissue, which helps with recovery, performance and overall health.”
El calor que un cuerpo emite es radiación infrarroja. La única manera de reflejar esa radiación es con un espejo. Hagamos el el ejercicio imaginativo de que esos minerales que están embebidos en el tejido de Hologenix reflejan esa radiación. El único resultado sería que ese calor volvería al cuerpo (¿en qué porcentaje respecto a la radiación emitida?) y nos calentaría la piel, no nos refrescaríamos, y el acto reflejo sería sudar. El cuerpo humano no tiene un mecanismo que permita reciclar la energía que emite en forma de radiación si la recibe de vuelta. Simplemente sudas. Eso es todo. Pero claro, Hologenix presume de otra cosa, de que Celliant “puede incrementar el flujo de oxígeno y los niveles de oxígeno en el tejido muscular”. Eso es imposible, pues el volumen de oxígeno en la sangre depende de otra cosa: del número de glóbulos rojos, generados en los órganos hematopoyéticos del organismo, como la médula; el volumen de aquellos por unidad métrica si acaso depende del hierro disponible en el cuerpo, pues con hierro se crean los grupos “hemo” que fijan el oxígeno en los glóbulos rojos, y de nuevo sudar no genera más hierro: el hierro se ingiere en la comida. En fin, que una camisa no hace que generes más glóbulos rojos, y afirmar alto tan extraorinario requeriría de pruebas extraordinarias, que el vendedor de fraudes que fabrica este producto no suministra, claro está. El fenómeno de poner un hipotético espejo que te refleja parte del calor que emites (como el caso de las mantas doradas o plateadas que usan los equipos de emergencia) sólo contribuye a conservar el calor, nada más. Nada llega a los tejidos profundos, y mucho menos a los músculos, o a las venas, o a la médula. El poder de penetración de la radiación luminosa infrarroja es apenas de un centímetro, como mucho, de piel. Pero bueno, admitiendo que fueramos translúcidos ¿Esa luz hace algo a los músculos o al interior del cuerpo? Es mucho asumir, y esa afirmación, diga lo que diga Hologenix, no está probada.

La empresa fabricante en su web habla también de que el tejido lo que absorbe es energía cinética, que se supone luego devuelve al cuerpo. ¿Esta gente sabe lo que dice? La energía cinética se aplica a un cuerpo en movimiento, no se puede absorber por vía química, y si es así el descubrimiento sería tan revolucionario que sus autores ganarían un par de premios Nobel. Cualquier estudiante de física en el instituto sabe lo que es la energía cinética y que por definición la energía de un cuerpo en movimiento no se guarda en un tejido especial, señores. Pues sí, esto es lo que el fabricante afirma.

Así que ahora mi mensaje es para el importador de esos colchones. Si no tienes formación suficiente para entender el producto que vendes ¿por qué lo importas? ¿Qué te hace tan especial, o acaso es cosa de Fe, como los curanderos? ¿Por qué haces afirmaciones totalmente falsas, engañando a la gente cuando el producto que vendes no hace lo que dices que hace, pues no se ha realizado ningún estudio independiente que lo corrobore? ¿Por qué cambias tus afirmaciones de una emisora a otra, en una es el oxígeno, en la otra es el calor? ¿Es que crees que la gente es idiota? ¿O es que eres un ignorante de tal calado que ni siquiera entiendes las falsedades que recitas? ¿Crees que engañando a la gente te harás más rico, has pensado en el daño que haces a la sociedad, fomentando la ignorancia y la desinformación? ¿Por qué vendes productos milagro? ¿Crees que todo vale en esta vida para ganar dinero? ¿Cuáles son tus límites?

Me gustaría que el importador me respondiera a estas preguntas. Mientras tanto, ojo, amigos. Sus emisoras de toda la vida les engañan, y ustedes sin saberlo; juegan con la confianza que ustedes depositan en ellos cada día y les cuelan estos productos milagrosos, desde tejidos oxigenadores a imantadores de agua, pasando por pulseras holográficas o ionizadores, generadores de ozono para oficinas o curas homeopáticas. No son más que los viejos vendedores de jarabes de las películas del Oeste, una sarta de estafadores, sólo que usan vocabulario científico aquí y allá, que eso siempre da prestigio. Desconfíen de cualquier anuncio que se presente avalado por “las universidades más prestigiosas” o “los afamados doctores fulanito y menganito” (preferentemente fulanito y menganito son nombres ingleses con muchas sílabas). Que no les estafen el dinero que tan caro nos sale a todos con trucos tan burdos.

El día en que nuestra sociedad haya superado estos tiempos oscuros en los que los ignorantes parecen dominarlo todo nos irá mucho mejor. Hasta entonces, ya saben, googleen lo que les suene raro de esos anuncios, que en cuestión de segundos averiguarán cosas interesantes al respecto, y sobre todo, hagan oír sus voces cuando tengan conocimiento de abusos como estos. De nosotros depende que no se engañe a miles de personas. En realidad acabamos siendo la última línea de defensa entre una sociedad bienintencionada y una miríada de pícaros.

El producto de marras usa un tejido llamado Celliant ™ fabricado por “la empresa se Santa Monica” Hologenix ™. Ningún estudio independiente ha corroborado sus afirmaciones de actividad milagrosa. Según Hologenix ™ (y sus importadores en Canarias, claro) empresas de fabricación de prendas deportivas como Nike o Puma utilizan ese tejido (lo que diría más bien poco de su actividad científica y su fiabilidad técnica). El colchón forrado de ese tejido milagroso responde al sonoro nombre de Celliant Sleep™. Ahora ya lo saben.

Por cierto, descofíen tambien de las empresas cuyos productos son ™ antes de que exista un solo estudio independiente que les respalde.

Esta es una consecuencia en su vida diaria cortesía de la Cultura de la Mentira en la que estamos inmersos. Y con esto doy por concluido este ensayo.

Pd.: Entre el día en que escribí este texto y la fecha de subirlo a Blogspot me he encontrado en SER Las Palmas con otra campaña si cabe peor que la descrita. Unos cigarrilos electrónicos llamados "Puff", que, de franquicia italiana, no sólo se anuncian por radio, sino también por TV, al menos en las islas Canarias. En la cuña larga de radio, la misma voz -es un comercial- de la SER que anunciaba los beneficios del Celliant ahora canta las excelencias del "vapeo", ese neologismo que define el fumar con cigarrillos electrónicos, listando los ingredientes de los aparatos fumadores de la marca citada y marcándolos todos como "de calidad de farmacia". Así, el presentador habla de que esos maravillosos cigarrillos contienen "Propilenolglicol de calidad farmacéutica". Vale. Sólo que el Propilenolglicol es una sustancia probablemente tóxica y sospechosa de ser cancerígena, y que por supuesto la nicotina que estos cigarrillos suministran es otro tóxico y causa adicción, lo que los hace inútiles para dejar el tabaco y los convierte en potenciales vectores de entrada al tabaco para los nuevos fumadores -especialmente los jóvenes, susceptibles a la presión de las modas-. Naturalmente, estos productos no pasan por control sanitario alguno -por ahora- al estar desregulados, lo que implica que el contenido anunciado de esos cigarrillos electrónicos y el real pueden ser muy diferentes. La controversia actual sobre el peligro de los cigarrillos electrónicos y su desregulación ha alarmado lo suficiente a la OMS como para que desaconseje su consumo. Y así todo se promete al consumidor de e-cigarrillos -que así se llaman también, dando el toque tecnológico a la mentira-: que se pueden consumir en todos lados, que son sanos, que no contienen productos cancerígenos, o que ayudan a dejar el tabaco, todo ello mentiras desvergonzadas, realizadas bajo la sombra de la ausencia de regulación de un producto que la comunidad médica ha declarado como potencialmente peligroso. Aquí la mentira se torna en desfachatez, y un puñado de "emprendedores", quiero pensar que desinformados y carentes de una formación científica elemental -entonces cabría plantearse por qué se meten en jardines que ignoran-, abren por todos lados tiendas de esos cigarrillos electrónicos tan sanos que precisamente el Parlamento Europeo está a punto de sancionar como peligrosos para la salud. Dos eslóganes de las cuñas de radio resultan especialmente viles. Se publicita el producto como el “Cigarrillo amigo”, y se ofrece con la revolucionaria propiedad de ser ¡bueno para la salud! con la frase “Ahora podrás fumar de forma saludable”, todo un ejemplo de oxímoron perverso. Este es el nivel de esta gente. Por eso es tan difícil vivir en este estado de cosas, porque la mentira se disfraza de muchas maneras, y surge como setas, en todas partes, buscando embaucar a los más inocentes y menos informados, algo que creo es moralmente reprobable. Pero parece el cuento de nunca acabar. Cuando contacté por teléfono con el comercial de SER Las Palmas cuya voz se oye en las cuñas -y que se encarga de negociar al parecer también esos anuncios- para hablar sobre los colchones milagrosos que publicitaba y le eché en cara que no todo valía con tal de atraer ingresos a su emisora porque convertía el mundo en una jungla, se limitó a decirme que "la cosa está muy mal" y que "hay junglas peores". ¿Les parece una buena justificación? Creo que estamos cruzando demasiadas líneas rojas.


La imagen la encontré en Wikimedia Commons. Es un anuncio de la marca de camisas Arrow. Estados Unidos, primeros años 20. El autor es Joseph C. Leyendecker. Está en dominio público. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

La Cultura de la Mentira (9 de 9)




Las mayores corporaciones de venta de objetos de alimentación se basan en la construcción de un producto básicamente mediocre -siendo generosos- cuya producción sea fácilmente reproducible en franquicias por un personal con una mínima formación. Esas enormes transnacionales gastan la mayor parte de sus presupuestos anuales, no en fabricar el producto, que supone un coste marginal, sino en publicidad, alimentando a una gigantesca maquinaria de marketing global que es capaz de adaptar sus campañas a la idiosincrasia de cada pueblo al que llegan. Ese gasto en publicidad, de dimensiones planetarias, es el que se ve reflejado en el coste del producto, que ofrece un margen gigantesco al padre de la franquicia.

Fabricantes de refrescos o zumos basados en concentrados, restaurantes de comida rápida, manufactureros de derivados lácteos y chocolates, practican ese deporte de fabricación de producto de baja calidad a bajísimo coste con procesos super-estandarizados. Estos productos, cuyo diseño básico es siempre el mismo, están obligados a reinventarse continuamente como objetos de marketing, de modo que el producto de base cambia mínimamente; no así la forma de venderlo o su envoltorio.

Estamos acostumbrados a ver cómo empresas de productos lácteos cambian el nombre periódicamente a sus productos, añadiendo pequeños detalles a sus características, y generalmente aduciendo beneficios para la salud de dudosa realidad científica. Todo es parte del mismo juego: la reinvención continua del mismo producto, tamizado con distintos nombres y apelativos, de modo que el comprador que adquiera en una gran superficie el objeto sea atraído por la novedad. Bífidus, soja, fibra, colesterol bueno, grasas vegetales, ácidos grasos, y otros términos tan vagos como sonoros sirven al fabricante, siempre con una intensa labor de asesoría por parte de caros bufetes de abogados y departamentos “de investigación” internos, para decir vaguedades sobre su producto que en ocasiones pueden rozar la información falsa, especialmente en términos sanitarios, algo que crea serios quebraderos de cabeza a las autoridades.

De esta manera, el producto se reinventa constantemente, pero la marca y el objeto permanecen en principio invariables. Y los cambios a los que se somete el producto suelen ser los que la cadena de fabricación permite sin excesivo coste de inversión (por ejemplo el cambio de ciertos ingredientes, para las versiones “light”, “sin cafeína”, “zero” de ciertos refrescos y sus combinaciones posibles). A la vez esas mismas fábricas crean los productos "blancos" o sin marca a las grandes cadenas de distribución, vendiendo más barato aún lo que fabrican.

En otras ocasiones el producto no cambia, pero sí lo hace el icono de la marca. Tal es el caso de un conocido refresco “sin burbujas” que acortó su nombre hace unos años para adecuarse a los gustos de los nuevos consumidores jóvenes. El caso curioso de este producto, un refresco azucarado con sabor a naranja, que apenas contiene un 8% de naranjas auténticas es simplemente “que no tiene burbujas”, esto es, que su proceso de fabricación es hasta más barato para el envasador, al no verse obligado a inyectar CO2 en el refresco. Este es un ejemplo de cómo cualquier mensaje, por absurdo y carente de sentido que sea, puede calar en el consumidor. La ausencia de burbujas, aparte de atraer a ciertos consumidores que no gustan de los refrescos carbónicos, no añade nada más al producto. Algo similar ocurre con los fabricantes de derivados lácteos. El productor más conocido de esta rama de la industria en gran parte del mundo ha lanzado una línea de natillas en cuya campaña televisiva un luchador mexicano aparece ante los consumidores para vender un cambio de envase en el producto, que curiosamente, podría llevar a que contuviera menos volumen para el consumidor por el mismo precio (lo que supone un encarecimiento), pero que en cualquier caso es un detalle sin importancia, que el fabricante ha decidido convertir en centro de una campaña para que el consumidor “cruja su rutina”, como dice el slogan del anuncio televisivo de la campaña (en su nueva encarnación el personaje es un hámster creado mediante un traje combinado con CGI).

Este proceso de reinvención inacabable proviene en parte de la necesidad de diferenciarse del producto blanco que, con idénticas características, vende a precio menor la gran superficie (y es generalmente manufacturado por el mismo fabricante de la marca con renombre), y que lleva a los ciudadanos a comprar el producto más barato. Entonces, la imagen de marca ha de resonar por encima del beneficio económico de la marca blanca. Y aquí todo vale para ello.

Vemos que las ventajas del producto en cuestión son lo de menos. El ruido, el impacto mediático, es lo único que cuenta para que los compradores identifiquen en los anaqueles de los supermercados el producto en cuestión, pero desde hace años la verdad sobre este tipo de productos de coste mínimo de fabricación y franquicia y máxima inversión publicitaria global coincide en una cosa: el marketing no se usa para informar al consumidor, sino para subyugarle. Para hipnotizarle, generando memes colectivos, modas y nuevas tendencias. Se miente, a sabiendas de que se hace y asumiendo por posibles costes en sanciones, si se producen; se oculta información nutricional (en el caso de las bebidas refrescantes, la correlación entre el consumo de refrescos azucarados y las muertes por accidente cardiovascular se mantiene celosamente en secreto), se vende felicidad, ruptura de las rutinas, novedad, color, juventud y ruido. Y se falsea la realidad cuando es necesario, con la esperanza puesta en las laxas normativas de publicidad de cada país (desde yogures que ayudan a ir al baño a preparados lácteos que “eliminan el colesterol malo”, pasando por los cosméticos milagrosos que por mor de unas proteínas inexistentes o inventadas rejuvenecen 20 años o eliminan la celulitis, y llegando a los detergentes que usan cosas como el “oxígeno activo”). Así las patadas al rigor científico, diseñadas para una población crédula (o cuanto menos distraída) por expertos en comunicación, extienden falsos datos entre las gentes, crean incluso leyendas urbanas (“el yogur es bueno para el colesterol”, “las grasas son malas”, “la soja es buena, la leche es mala”, “el pan engorda”) que hacen a los médicos llevarse las manos en la cabeza y tiran por tierra campañas enteras de concienciación pública. En general no benefician a la sociedad en absoluto.

Este tipo de industrias de coste de producción tendente a cero, y gasto de marketing alto deberían ser miradas siempre con recelo por la población. En cambio, sus imágenes de marca entre las gentes son inmejorables.

El epítome de la Cultura de la Mentira es ese anuncio televisivo de un “regulador de la publicidad” que aboga por el autocontrol en los anuncios. Los mentirosos están a cargo de que las mentiras no lo sean tanto. Podemos dormir tranquilos.


La imagen la encontré en Wikimedia Commons. Un letrero de Coca-Cola en Independence, Oregon. El autor es Gary Halvorson, Oregon State Archives. Copyright The Oregon Historical County Records Guide. Cedida para su uso con atribución.

lunes, 11 de noviembre de 2013

La Cultura de la Mentira (8 de 9)



Los países protestantes, que en momentos clave de la Historia reciente pudieron separar sociedad de religión e intereses de poder, vivieron unas épocas de florecimiento intelectual inusitadas a partir del Siglo XVI. Este florecimiento, experimentado especialmente en Inglaterra u Holanda, llevó a cambios políticos de gran calado, como las revoluciones inglesa y francesa, que desencadenaron procesos análogos en otros Estados.

Los grandes revolucionarios intelectuales de su tiempo, tales como Kepler, Newton, Leibniz, y en el Siglo XIX y XX Maxwell, Planck, Einstein o Bohr vivieron en países en los que las Universidades vivieron enormes procesos de cambio, durante períodos de paz en los que fueron las grandes fuentes de pensamiento en el continente. Cuando parte de ellos emigraron a Estados Unidos durante la II Guerra Mundial, se llevaron no sólo sus conocimientos, sino una forma de ver el mundo, y una forma de gestionar el conocimiento, algo que los emigrantes que habían creado el país dos siglos antes también llevaban en sus bodegas intelectuales. Lo que podemos llamar el "espíritu de redención por el trabajo" de la cultura protestante llevó el saber adelante y lo sigue haciendo en este momento.

La mayor gesta colectiva de la Humanidad del Siglo XX, la llegada a la Luna, es el corolario de 500 años de gigantes intelectuales nacidos de los aires de libertad que Lutero, paradójicamente un monje, trajo en tiempos convulsos. Sin embargo, el "valle de lágrimas" católico y la redención oral de los pecados por la confesión parecen haber condenado a los países de la "red católica" al subdesarrollo no sólo intelectual sino también tecnológico. Siempre arrastrados por la vorágine, sus científicos y pensadores destacados tienen el estigma de la emigración como única vía para desarrollarse. El problema cubre por extensión a España y todas sus colonias, Portugal (y colonias también), y es menos visible en otros países católicos en los que el poder eclesiástico fue separado del político por revoluciones, como es el caso de Italia (cuyos aportes a la cultura científica, de Volta a Marconi, pasando por Galileo o Fermi, les colocan en el “otro lado”). En otros territorios como Rusia, en los que se vivió una suerte de proceso híbrido truncado (o exacerbado) por la revolución bolchevique, se produce un fenómeno similar al de los países protestantes, con grandes evoluciones en el campo científico y del pensamiento.

¿Existe un estigma cultural en España y sus satélites culturales? Los hechos parecen probarlo tozudamente. En un país cuyo monarca absolutista decidió convertir la futura sede de la Academia de las Ciencias en el Museo del Prado, las prioridades están claras, y una oportunidad que pudo haber permitido el nacimiento del equivalente hispano a la Royal Society (centro intelectual de importancia vital para el desarrollo científico en occidente) está claro que las prioridades no son precisamente el desarrollo del saber. No olvidemos que el Libro que rige la norma católica, la Biblia, no es especialmente simpática con el conocimiento (ya en el Génesis se afirma que el Pecado Original del Hombre fue el comer del fruto del Arbol de la Sabiduría), algo a lo que sin duda contribuyó el enorme poder político de la jerarquía católica en el país y sus colonias, así como la influencia de la Inquisición.

En Italia procesos como el de Galileo o el de Giordano Bruno fueron excepciones en unas relaciones entre Estado y Religión más bien tirantes, con papas guerreros que minaban su propia autoridad en territorios fragmentados y autónomos. Pero en España la misma reconquista fue un acto religioso, y marcó el dominio de la casta de los sacerdotes en todos los aspectos de la sociedad. Un dominio que ha llegado hasta el día de hoy. En cierta medida, y en ese aspecto, España poco tiene de diferente de las primitivas sociedades animistas, en las que los sacerdotes dominan el poder político de forma directa o indirecta.

Este primitivismo propio de los regímenes feudales forma ciudadanos mansos, poco amigos del cambio, conformes con su destino (después de todo el dogma católico promete la recompensa a una vida de privaciones tras la muerte, y niega todo lo fenoménico. La vida es un trámite hacia algo mejor, y es inútil dedicarse a entender un mundo dominado por el mal y el demonio).

Curiosamente, esta visión delirante del mundo la comparten alas extremas del catolicismo y el protestantismo, ligados unos a otros por la interpretación textual de los pasajes bíblicos, tales como los Testigos de Jehová, los Evangélicos, etcétera. De esos grupos extremistas no surgen tampoco científicos de talla o emprendedores, dado que su ideología aboga por la inacción y la concentración en la oración y el llamado "estudio bíblico", un eufemismo para la interpretación cuasi textual de un libro escrito por unos hombres que vivieron en la Edad de Bronce.

En este sentido las religiones "de libro", y en general todas aquellas especialmente agresivas o proselitistas, están demostrando una intensa desconexión con los ciudadanos que han sido formados intelectualmente (existe, por cierto, correlación entre la inteligencia y el desapego religioso). En un proceso natural, esto llevaría a una gradual extinción de las grandes religiones de libro como dictadoras de conducta, pero estos procesos son lentos y transgeneracionales. Y de la misma manera que los españoles viven en lo más íntimo de su psique colectiva el yugo católico y la superstición a causa de generaciones de influencia cultural, exactamente lo mismo ocurre en el caso de los herederos de esos otros fenómenos religiosos. La elección de la fe es un asunto personal, e incluirla en este ensayo sobre la Cultura de la Mentira ha sido difícil, sobre todo porque regula el acto íntimo de la muerte y da respuestas a asuntos inefables. Pero es innegable que al menos en las actuales y recientes encarnaciones de las grandes religiones "de libro", los efectos sobre las sociedades, su evolución, riqueza y grados de libertad colectiva, son bien demostrables. Así que es mejor que en ese aspecto los hechos sean los que hablen.


La imagen la encontré en Wikimedia Commons. Political cartoon by JM Staniforth. Commentary on the Diocese of Llandaff employing more moderate churchmen and rejecting those following the recently legislated Ritualism arm of Christianity. 28 de enero de 1899. Autor: Joseph Morewood Staniforth. Está en dominio público. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

La Cultura de la Mentira (7 de 9)



Los espejismos de democracia que se extienden por todos lados en la Red de Redes tienen su reflejo más importante e intenso en las Redes Sociales. Gigantescos receptáculos (y traficantes) de información personal, diseñados por empresas transnacionales que escapan a las legislaciones locales con enorme facilidad, su enorme éxito global debería abrir la puerta a un debate intenso sobre las consecuencias a largo plazo de su uso.

Actualmente se ha puesto de moda el llamado "derecho al olvido", una utopía inalcanzable que se pretende legislar desde España sin comprender aún que el fenómeno de las redes sociales, como Internet, no depende de territorios ni de legislaciones locales, y que se requiere un acuerdo transnacional definitivo que legisle la Red de Redes antes que nada. Pero poner de acuerdo a naciones enteras en algo así garantiza que Internet será aún por mucho tiempo una jungla en la que las leyes nacionales no son de aplicación por mucho que se desee. Desear algo muy intensamente, en ocasiones no basta. Es algo que saben los niños cuando dejan de serlo. Pero nuestros legisladores parecen ignorarlo. En este asunto de nuevo entra la pésima asesoría que el político español, generalmente ágrafo en términos de tecnología y derecho tecnológico (y en todo lo demás), sufre.

Todo ello, naturalmente convierte la situación actual en una "tormenta perfecta", con una red global de comunicaciones llena de potencial pero que en estos momentos no permite obtener los beneficios adecuados a los operadores que no sean globales o monopolísticos, y que arrasa con los derechos de terceros de forma despiadada, de modo que la cantidad de nuevas violaciones a los derechos de las personas en la nueva realidad de un metaespacio público virtual como internet es de hecho global y no-espacial, aumenta cada día (intimidad, inviolabilidad del domicilio y las comunicaciones, derechos de autor, piratería global, tráfico de datos, phishing, ciberacoso, pornogafía infantil, troyanos, vigilancia remota, robo de la personalidad, hacking, cracking, vigilancia gubernamental... ).

En España, donde no tenemos ciertas barreras éticas que sí existen en otras naciones (vaya usted a saber por qué), fenómenos como el robo de propiedad intelectual campan a sus anchas y recorren la sociedad de forma transversal: jueces, políticos, ingenieros, médicos, parados, autónomos, transportistas, comerciales o policías practican a diario el intercambio de unos archivos que no les pertenecen y se ha creado la imagen distorsionada de que existe un derecho a hacer algo que no es nada más que robo de datos, algo penalizado por la Ley.

La tibieza de gobiernos enteros y sobre todo su insoportable ignorancia, ha llevado al país a una situación insostenible en ese aspecto, que distorsiona la escala de valores de varias generaciones de ciudadanos que algún día tendrán que enfrentarse con esas contradicciones en sus vidas personales.


La imagen la encontré en Wikimedia Commons. Publicidad de Atari en el periódico venezolano "El Nacional", del domingo 2 de Abril de 1978. Parece provenir de un microfilm. Autor: Omerta-ve. Está bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported.

lunes, 21 de octubre de 2013

El Due Dinámico



De vez en cuando iré posteando aquí las grabaciones de DUE, el grupo de música experimental del que formé parte hace unos cuantos años, que vamos subiendo poco a poco a Jamendo.com

"El Due Dinámico" lo grabamos en 1988-1989. Había dirigido mis dos primeros cotrometrajes para Televisión Española en Canarias, dentro de un programa de producción propia del centro de producción de Las Palmas llamado "Cine Canario" y con los sueldos de aquel trabajo adquirimos nuevos instrumentos y aparataje, entre ellos un sampler y un sintetizador Roland, una nueva mesa de mezclas, etc.

Pasamos un año más o menos trabajando en esta grabación, que como siempre editamos en su día bajo el sello "El Consumidor de Cultura" con el que vendíamos nuestras grabaciones en aquellos días, vía correo postal.

Había un montón de grandes ideas en aquel trabajo, desde una obra de corte minimal para piano que se convirtió en algo parecido a un éxito -en la escena experimental, claro-, hasta obras radicales de noise sampleado, como "Mamá, dame un polo aleatorio", una suerte de instalación sonora que todavía resulta incómoda de oír. Utilicé posteriormente "L'automne", otro de los temas musicales de la obra, como fondo sonoro para una de mis primeras obras de videocreación, "Movimiento Nazional".

Para la portada de la cinta hicimos una sesión fotográfica en la que posábamos como una especie de grupo de verbena digno de compasión. Para el interior de la obra hicimos otra sesión en la que posábamos como los miembros de Kraftwerk en sus primeros discos. "El Due Dinámico" conjunta experimentación con un estilo sarcástico que acompañó a DUE a lo largo de su historia como formación experimental. Nos reíamos de todo, y a la vez intentábamos proponer ideas audaces y diferentes.

Puedes acceder a la obra completa en Jamendo.

miércoles, 16 de octubre de 2013

La Cultura de la Mentira (6 de 9)



Una sociedad anestesiada como la nuestra creo que es el resultado de esta combinación de una democracia demasiado joven, la herencia española de su cultura católica y de las generaciones educadas durante la dictadura, y la tradicional picaresca. En España mentir está bien visto. Engañar al otro es un valor añadido, como lo es hurtar algo en los hoteles o defraudar al fisco. El ciudadano español aún pregunta a sus clientes si prefieren "con o sin factura", y en resumen, vive en un autoengaño perpetuo: él no es la sociedad. Él no tiene que ver con el colectivo. El resultado es un país con las mayores bolsas de fraude fiscal de Europa, con una evasión de impuestos galopante y un impresionante tráfico de dinero no controlado. Pero el statu quo no es fácil de cambiar. Sobre todo porque este estado de cosas beneficia a ciertos colectivos a los que beneficia la opacidad. Los grandes caudales de dinero negro actúan de sombra ocultadora para el lavado de ingentes cantidades, y así, generaciones de relaciones clientelares entre gobiernos locales y visitantes interesados, han creado una compleja trama de intereses que atraviesa el país.

Así, no es extraño que, al contrario que ocurre en otras naciones regidas por la moral protestante, en la católica España la verdad y el Estado de Derecho no sean valores precisamente primordiales. En nuestro país la verdad está condicionada a la línea editorial del medio que la publica, esto es, de lo que mande el que paga el medio. Y como sabemos, el segundo diario de mayor tirada del país ha estado manteniendo contra viento y marea una delirante teoría de la conspiración relacionada con los atentados del 11 de marzo de 2004 absolutamente indigna de un medio con ese prestigio, pero que ha recibido apoyo por parte de medios orientados hacia el lado más conservador que han convertido esa conspiración en arma política contra sus enemigos políticos -en España el rival político es siempre enemigo-. El delirio estalla cuando se habla de periodismo de investigación respecto a esas teorías dementes. ¿Puede existir un periodismo independiente en un país como España en el que los medios de comunicación están controlados o bien por reinos de taifas políticos o por poderosos accionistas económicos, y más aún en unos tiempos de crisis económica que ha generado una crisis del mismo modelo de prensa? ¿Se ha planteado la profesión periodística su importantísima responsabilidad en la creación de la Cultura de la Mentira? ¿Puede un país sobrevivir con una prensa que busca bandos y confrontación ciudadana antes que compromiso social? ¿Quién se beneficia con ello? ¿Es consciente ese colectivo del daño irreparable que se hace a generaciones enteras de ciudadanos a los que se está sumergiendo en una absurda batalla de buenos y malos, de "conmigo o contra mi"? Como en tantas cosas, lo más probable es que los responsables últimos de este estado de cosas ni se hayan planteado esas preguntas, pues ellos mismos son víctimas de la Cultura de la Mentira.

Para la historia y las hemerotecas quedan ejemplos como el delirio de las portadas del diario La Razón, un periódico reconvertido en panfleto pro-gubernamental que se ha instalado en su propia parodia. A veces me cuesta distinguir la portada diaria de La Razón de la del mensual satírico Mongolia. El nivel ha llegado a extremos demenciales.


La imagen la encontré en Wikimedia Commons. Anuncio publicado en la prensa cubana de La Habana, en 1839. En el mismo anuncio se venden negros esclavos, caballos y sanguijuelas. Fuente: "Memoria del fuego: el siglo del viento", Eduardo Galeano, ed. Siglo XXI de España, 1986.  Está en dominio público.

martes, 8 de octubre de 2013

La Cultura de la Mentira (5 de 9)



Las exigencias que la sociedad actual vierte sobre el ciudadano, aparte de sus obligaciones familiares y personales o para con el Estado (impuestos sobre todo), se multiplican ahora en la Cultura de la Mentira, y añaden tareas sobrevenidas para poder sobrevivir en un ecosistema repleto de información distorsionada, sin que, por otro lado, los gobiernos que le instan a cumplir con sus obligaciones tributarias hagan demasiado para cambiar la situación. Me explicaré.

El ciudadano actual habita en un ambiente que se ha ido volviendo paulatinamente más y más hostil, debe de ser experto en leyes, ejercer de abogado para defender sus derechos ante megacorporaciones cada vez más opacas, tener conocimientos de medicina y bioquímica ante los falsos anuncios de propiedades cuasi curativas de lo que no son más que preparados lácteos fermentados, o ser un experto en informática y telecomunicaciones para poder entender la letra pequeña de los contratos de las empresas que le dan acceso a la llamada sociedad de la información. Pero además ha de poseer una estabilidad psicológica a prueba de bomba y conocimientos de retoque de imagen digital para poder distinguir la falsa imagen con la que los mass media le bombardean a diario y le machacan como objetivo de belleza inalcanzable. La vida es muy complicada en la Cultura de la Mentira, porque cada vez es más difícil poder reconocer la falsedad. Los anunciantes recurren a falsa terminología científica y en ocasiones venden productos sin el menor efecto sobre la salud a sabiendas de que no hacen nada, como es el caso de los citados productos cosméticos o los homeopáticos, un ejemplo perfecto de cómo la mentira es tan poderosa que ahora mismo es imposible bajar de su posición de poder a Boiron y otras multinacionales de la homeopatía que no hacen otra cosa que vender agua y azúcar en grageas sin una sola prueba científica a su favor, en farmacias, el supuesto centro intocable del saber curativo para los ciudadanos, y que de un tiempo a esta parte se ha llenado de pomadas milagrosas y curas imposibles, en otro ejercicio de puro cinismo y de mentira tolerada.

Todo esto también tiene mucho que agradecer a la ignorancia de las clases políticas. Si sobrevivir en la Cultura de la Mentira sin convertirse en un esclavo de la compra o la elección compulsiva requiere una sólida formación cultural, cualquier estadística sobre los políticos en ejercicio muestra graves carencias formativas en generaciones de ellos. Eso convierte al potencial legislador en alguien fácilmente manipulable por lobbies de presión y solícito a la leve y cariñosa admonición del "déjanos a nosotros, que somos los que entendemos" o al letal "dejad al mercado que se autorregule" que tanto daño causa por doquier.

Ejemplos especialmente terribles, por afectar a vidas humanas, son la industria del tabaco, la del alcohol, la del juego y la de la pornografía. Todas ellas son partidarias de la desregulación máxima de sus actividades, y todas ellas son causa potencial acreditada de gravísimos perjuicios a la sociedad. El tabaco, convirtiendo en adictos sin libre albedrío a casi un tercio de la población de España, y por tanto sujetos fácilmente manipulables, amén de con una esperanza de vida limitada a causa del letal consumo que ejercen. Por otro lado, la industria alcoholera, que sigue siendo tratada con una inexplicable mano de seda por los legisladores -la publicidad de alcohol sigue siendo posible, por ejemplo- cuando se sabe perfectamente que es la principal causa de la violencia social, el absentismo laboral y las muertes prematuras -tras el tabaco y el tráfico-. El juego mantiene también una extraña situación de privilegio (recientemente aún más con el advenimiento de las apuestas por internet). En todos los casos, ya sea recurriendo a carísimos bufetes, cabildeando durante el proceso de construcción de la legislación -el archiconocido el caso de la Ley del Vino, que nació muerta por presiones de los fabricantes en 2009, o el reciente caso de la presión a los gobiernos de Madrid y Barcelona para la creación de una isla legislativa para el proyecto Eurovegas son buenos ejemplos de ello, así como la intolerable presión que ha ejercido el poderoso lobbie tabaquero ante Bruselas durante la confección de la nueva Ley de productos del tabaco, a la que me he referido en un post anterior-.

Curiosamente, en todos los casos de estas grandes industrias de la mentira, todas ellas son causa de graves lesiones en la salud personal y social, y son a su vez generadoras de graves adicciones: Tabaquismo, alcoholismo, ludopatía... Sintomáticamente, estas, llamémoslas industrias de la adicción son grandes ejemplos de la Cultura de la Mentira. Obviamente, su publicidad nunca habla de los millones de muertos que causa el tabaco, del delirium tremens, de la familias arruinadas por padres ludópatas o de cómo la adicción a la pornografía es la principal causa del salto al consumo de pornografía infantil en internet. En todos los casos, el modelo publicitario vende una gran mentira de recompensa rápida, estatus social, ganancias rápidas o placer inmediato (El “lo quiero y lo quiero ahora” campa a sus anchas en internet).

En este sentido, la Cultura de la Mentira ha contribuido a convertir a estas industrias que comercian con materiales socialmente peligrosos en intocables grupos de presión. Sólo la industria tabaquera ha tenido que recular un poco en sus presiones a naciones y gobiernos ante la incontestable realidad científica de que su producto acaba con la vida de la mitad de sus consumidores antes de tiempo. Sin embargo, estos cuatro casos son buenos ejemplos: venden lo contrario de lo que anuncian, su desaparición o cuanto menos regulación sólo traería beneficios a la sociedad y sin embargo permanecen intocables por privilegios que sólo pueden ser adjudicados a puro y simple poder, ya sea este económico o político. Un ejemplo: el tráfico causa unos 2.500 muertos al año por accidentes en España, y varias campañas publicitarias de la DGT ayudan a luchar contra ello. El tabaquismo mata a casi 60.000 españoles en el mismo período de tiempo. Pues bien, el Ministerio de Sanidad no ha emprendido ni una sola campaña de anuncios similares a los de la DGT contra el tabaquismo jamás, cuando el tabaco mata a 24 veces más españoles al año que el tráfico.


La imagen está en Wikimedia Commons. Anuncio de Munsingwear, una marca de camisas, en la revista Life Magazine,  con el jugador de béisbol Ed Mathews. Año: 1958. Está en dominio público.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.