martes, 8 de octubre de 2013

La Cultura de la Mentira (5 de 9)



Las exigencias que la sociedad actual vierte sobre el ciudadano, aparte de sus obligaciones familiares y personales o para con el Estado (impuestos sobre todo), se multiplican ahora en la Cultura de la Mentira, y añaden tareas sobrevenidas para poder sobrevivir en un ecosistema repleto de información distorsionada, sin que, por otro lado, los gobiernos que le instan a cumplir con sus obligaciones tributarias hagan demasiado para cambiar la situación. Me explicaré.

El ciudadano actual habita en un ambiente que se ha ido volviendo paulatinamente más y más hostil, debe de ser experto en leyes, ejercer de abogado para defender sus derechos ante megacorporaciones cada vez más opacas, tener conocimientos de medicina y bioquímica ante los falsos anuncios de propiedades cuasi curativas de lo que no son más que preparados lácteos fermentados, o ser un experto en informática y telecomunicaciones para poder entender la letra pequeña de los contratos de las empresas que le dan acceso a la llamada sociedad de la información. Pero además ha de poseer una estabilidad psicológica a prueba de bomba y conocimientos de retoque de imagen digital para poder distinguir la falsa imagen con la que los mass media le bombardean a diario y le machacan como objetivo de belleza inalcanzable. La vida es muy complicada en la Cultura de la Mentira, porque cada vez es más difícil poder reconocer la falsedad. Los anunciantes recurren a falsa terminología científica y en ocasiones venden productos sin el menor efecto sobre la salud a sabiendas de que no hacen nada, como es el caso de los citados productos cosméticos o los homeopáticos, un ejemplo perfecto de cómo la mentira es tan poderosa que ahora mismo es imposible bajar de su posición de poder a Boiron y otras multinacionales de la homeopatía que no hacen otra cosa que vender agua y azúcar en grageas sin una sola prueba científica a su favor, en farmacias, el supuesto centro intocable del saber curativo para los ciudadanos, y que de un tiempo a esta parte se ha llenado de pomadas milagrosas y curas imposibles, en otro ejercicio de puro cinismo y de mentira tolerada.

Todo esto también tiene mucho que agradecer a la ignorancia de las clases políticas. Si sobrevivir en la Cultura de la Mentira sin convertirse en un esclavo de la compra o la elección compulsiva requiere una sólida formación cultural, cualquier estadística sobre los políticos en ejercicio muestra graves carencias formativas en generaciones de ellos. Eso convierte al potencial legislador en alguien fácilmente manipulable por lobbies de presión y solícito a la leve y cariñosa admonición del "déjanos a nosotros, que somos los que entendemos" o al letal "dejad al mercado que se autorregule" que tanto daño causa por doquier.

Ejemplos especialmente terribles, por afectar a vidas humanas, son la industria del tabaco, la del alcohol, la del juego y la de la pornografía. Todas ellas son partidarias de la desregulación máxima de sus actividades, y todas ellas son causa potencial acreditada de gravísimos perjuicios a la sociedad. El tabaco, convirtiendo en adictos sin libre albedrío a casi un tercio de la población de España, y por tanto sujetos fácilmente manipulables, amén de con una esperanza de vida limitada a causa del letal consumo que ejercen. Por otro lado, la industria alcoholera, que sigue siendo tratada con una inexplicable mano de seda por los legisladores -la publicidad de alcohol sigue siendo posible, por ejemplo- cuando se sabe perfectamente que es la principal causa de la violencia social, el absentismo laboral y las muertes prematuras -tras el tabaco y el tráfico-. El juego mantiene también una extraña situación de privilegio (recientemente aún más con el advenimiento de las apuestas por internet). En todos los casos, ya sea recurriendo a carísimos bufetes, cabildeando durante el proceso de construcción de la legislación -el archiconocido el caso de la Ley del Vino, que nació muerta por presiones de los fabricantes en 2009, o el reciente caso de la presión a los gobiernos de Madrid y Barcelona para la creación de una isla legislativa para el proyecto Eurovegas son buenos ejemplos de ello, así como la intolerable presión que ha ejercido el poderoso lobbie tabaquero ante Bruselas durante la confección de la nueva Ley de productos del tabaco, a la que me he referido en un post anterior-.

Curiosamente, en todos los casos de estas grandes industrias de la mentira, todas ellas son causa de graves lesiones en la salud personal y social, y son a su vez generadoras de graves adicciones: Tabaquismo, alcoholismo, ludopatía... Sintomáticamente, estas, llamémoslas industrias de la adicción son grandes ejemplos de la Cultura de la Mentira. Obviamente, su publicidad nunca habla de los millones de muertos que causa el tabaco, del delirium tremens, de la familias arruinadas por padres ludópatas o de cómo la adicción a la pornografía es la principal causa del salto al consumo de pornografía infantil en internet. En todos los casos, el modelo publicitario vende una gran mentira de recompensa rápida, estatus social, ganancias rápidas o placer inmediato (El “lo quiero y lo quiero ahora” campa a sus anchas en internet).

En este sentido, la Cultura de la Mentira ha contribuido a convertir a estas industrias que comercian con materiales socialmente peligrosos en intocables grupos de presión. Sólo la industria tabaquera ha tenido que recular un poco en sus presiones a naciones y gobiernos ante la incontestable realidad científica de que su producto acaba con la vida de la mitad de sus consumidores antes de tiempo. Sin embargo, estos cuatro casos son buenos ejemplos: venden lo contrario de lo que anuncian, su desaparición o cuanto menos regulación sólo traería beneficios a la sociedad y sin embargo permanecen intocables por privilegios que sólo pueden ser adjudicados a puro y simple poder, ya sea este económico o político. Un ejemplo: el tráfico causa unos 2.500 muertos al año por accidentes en España, y varias campañas publicitarias de la DGT ayudan a luchar contra ello. El tabaquismo mata a casi 60.000 españoles en el mismo período de tiempo. Pues bien, el Ministerio de Sanidad no ha emprendido ni una sola campaña de anuncios similares a los de la DGT contra el tabaquismo jamás, cuando el tabaco mata a 24 veces más españoles al año que el tráfico.


La imagen está en Wikimedia Commons. Anuncio de Munsingwear, una marca de camisas, en la revista Life Magazine,  con el jugador de béisbol Ed Mathews. Año: 1958. Está en dominio público.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.