viernes, 26 de junio de 2015

Del miedo, la estupidez, y sus consecuencias


Hoy tuve que hacer el enojoso trámite del registro en la Propiedad Intelectual de unas obras. Caro, prácticamente inútil, es un proceso que se mantiene tercamente anclado en los tiempos pre-internet. Pero lo peor del asunto ocurrió cuando tuve que pagar las tasas en una sucursal bancaria. Era del BBVA, en la Calle Tomás Morales de Las Palmas -lo digo por si algún directivo de ese banco lee esto-, y el empleado me dijo tan feliz “no, eso es por el cajero, aquí no tenemos caja ya, y si no es cliente, menos”. Le recordé la obligación de toda oficina de banca de aceptar cualquier pago de tasas, a lo que respondió que “los recibos no se atienden”, por lo que tuve que explicarle que aquello no era un recibo, sino un pago al Tesoro del Estado, ineludible y de obligatorio cumplimiento. Dio igual. Al final, harto, y antes de irme a otro banco, le recordé el viejo adagio de “Arrieritos somos, y en el camino nos encontraremos”, y le comenté lo importante que es ponerse en el lugar del otro, lo profundamente estúpido que es obedecer órdenes sin preocuparnos de las consecuencias, y lo destructivo que es para cualquier sociedad. Aguantó mi sermón con indiferencia y me dejó marchar. Esto, a gran escala, a una escala suicida, enloquecida, profundamente errada, ocurre estos días en Europa.

En la edición española de Le Monde Diplomatique, el articulista Stelios Kouloglou, diputado europeo por Syriza (el partido que gobierna Grecia actualmente), califica lo que está ocurriendo de “Golpe de Estado Silencioso”.

Lo comenté en un artículo la semana pasada en este blog, y lo reitero ahora con la evidencia dolorosa de la realidad, que se ha mostrado peor que mis temores. El Estado griego está siendo desafiado por un grupo de políticos paneuropeos que, dominados por una ideología y por unos grupos de presión poderosos -y asustados-, buscan a toda costa doblegar a un peligroso partido de izquierdas que les ha plantado cara.

El nivel de desvergüenza no conoce límites, y esta semana se han superado los límites de la decencia: el FMI chantajeando a un gobierno, la Troika engañando en las negociaciones, aceptando acuerdos que a las pocas horas son invalidados como contraorden, generando en los griegos desconcierto y desesperación. Mientras, la prensa europea, ciega, muda y sorda, hace de correveydile de los grupos de presión y mantiene una desinformación sistemática de lo que está pasando. Es terrorífico.

En realidad, la Unión Europea ha faltado a su palabra, se ha saltado sus acuerdos firmados con Grecia y sin disimulo ya, busca ahogar a un gobierno entero, a ver si logra que sean expulsados de su Parlamento. El temor de Bruselas está claro: si ceden ante Grecia, si aflojan el cepo de la austeridad, tendrán que ceder ante los demás Estados que lo pidan -España e Italia, por ejemplo-, y se acabó el terrorífico estado demencial de recortes en el que Europa lleva ahogándose en pro del Deutsche Bank y otros próceres. 

Un estado de cosas que fue generado por un desastre de política económica llamado Euro, que se unió a la tormenta perfecta subprime norteamericana y, en España, a la catástrofe del estallido de la burbuja inmobiliaria y la atroz gestión de las cajas, lo que, os recuerdo, nos llevó a ser rescatados con un préstamo europeo que ahora damos casi totalmente por perdido, aunque, amigos, hay que devolverlo. Nuestra situación es penosa, pero el hecho de tener una deuda externa gigantesca y de estar al borde del abismo parece que da igual a nuestros gobernantes. Ahora el objetivo es parar a Grecia, cueste lo que cueste.

Al mismo tiempo, ya que las caretas están quitadas, podemos ver los rostros feos que se ocultaban tras ellas, y varios Estados han negado la cuota de ayuda a los desesperados inmigrantes que cruzan el Mediterráneo cada día hacia Europa, algo que revela bien a las claras la espantosa falta de calidad humana que se extiende entre la misérrima clase política del viejo continente. La negación particular de nuestro país a admitir su cuota me mueve a la vergüenza. No doy crédito. No me puedo creer lo que está pasando. No quiero ser gobernado por gente así. No. Me niego.

Y claro, el gobierno conservador español, jugando ya sin tapujos a las versiones falsarias de la prensa oficialista, sigue disparando su artillería retórica y su argumentario contra Syriza y contra Grecia, pues la espada de Damocles de Podemos pende sobre sus cogotes. De hecho, la guerra desatada contra los nuevos gobiernos municipales logrados con la intervención de partidos emergentes en España muestra bien a las claras el pavor del viejo sistema a lo que viene, siendo además de una vileza inconcebible.

Pues bien, tomad buena nota. No permanezcáis indiferentes a lo que está pasando. Están cercenando la esperanza de generaciones de españoles. Tened cuidado con lo que se juega en Grecia, porque pronto, si les funciona, nos lo harán a nosotros. Syriza es el problema ahora. En noviembre de este año lo serán Podemos y Ciudadanos. 

Europa se está suicidando en manos de unos incompetentes serviles que trabajan para cualquier postor menos para los ciudadanos que les colocaron allí. ¿Esa es la Europa que queréis? Pues cuidado, que como sigan ahí, esa Europa podría dejar de existir gracias a estos brillantes gestores hundidos en sus prejuicios ideológicos e incapaces de mirar más allá.

Son tiempos de cambio, y los cambios implican agresivas reacciones de los que hasta ahora se han visto favorecidos por la situación previa. Esta ola de salvaje agresión a Grecia -y lo que le podría esperar a España-, es buen ejemplo del pavor que tienen varios sectores económicos a perder sus parabienes tras haber sido favorecidos por décadas de “dejar hacer”: hablo de banca, energéticas, grupos sanitarios privados, multinacionales de las comunicaciones, de la tecnología, de la farmacopea, de la alimentación, etc. Su poder es tal que están a punto de firmar un tratado secreto de Libre Comercio entre USA y Europa del que la ciudadanía no ha sido informada.

Han creado gobiernos en la sombra, mediante cabildeos, y ahora ha llegado el momento de usarlos. La reacción irá a peor. En cierta medida lo vemos de forma análoga en la atrocidad del IS en un mundo que está abandonando a las religiones “de libro” en favor de la libertad de credo, o en el resurgir de Klu Klux Klan en una Norteamérica que se sigue intentando liberar de su pasado racista -que ha seguido allí, escondido en la trastienda-, y de su bandera confederada, en pro de los derechos civiles.

Todo esto no son sino síntomas de que hay un cambio en ciernes que da miedo a muchos grupos poderosos.

Pero no hay más grupo poderoso en realidad que nosotros: la gente. Y no, no debemos de permitir, ni consentir, que nadie toque nuestros derechos, que tanta sangre ha costado conseguir. Y eso justamente es lo que están haciendo.

Nos hemos dormido, probablemente, para defender lo que dábamos por garantizado. Espero que aprendamos la lección para siempre: nada está garantizado, nunca. Y bajar la guardia, implica un precio muy caro a pagar.

Como decía Gandhi: “No me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indiferencia de los buenos.”

Y citando a Schiller: Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”

Pues no, no permitamos que el mundo sea tomado una vez más por unos estúpidos aterrorizados por el miedo, que sólo trabajan para sus pagadores, unos estúpidos que no entienden que el mal que hacen algún día les dará en plena cara. Es humano que el miedo te ciegue. Lo entiendo. Como el empleado del BBVA que me atendió hoy, y que podría temer poner su empleo en peligro si decidía aceptar el pago de una tasa, contraviniendo las órdenes de tus jefes. Pero si haces a sabiendas algo que perjudica a tus semejantes, es que estás perdiendo lo más importante en tu vida: tu humanidad, tu empatía, tu capacidad de hacer lo que consideras justo, y tu derecho inalienable a rechazar lo que te parece injusto. Por mucho miedo que dé hacerlo.

Europa, o despiertas al miedo y a la estupidez, o lo pagarás caro. El precio puede ser terrible. Para todos. Por favor, que la estupidez de unos pocos no destroce la vida de la mayoría.

La foto la tomé en Las Palmas de Gran Canaria, en un aparcamiento para minusválidos. No hay derecho que no deba ser vigilado constantemente, porque la estupidez y el miedo siempre están ahí para invalidarlo. El ejemplo del típico listo que aparca en una plaza para minusválidos lo vemos a diario. En Las Palmas han tenido que poner estos textos en esas plazas para que la gente se pare a pensar un poco en su prójimo.

Exposición abierta hasta julio.

Mi exposición fotográfica "El Risco: la montaña habitada" sigue abierta hasta julio en la Sala MAPFRE Ponce de León,  C. Castillo,...