sábado, 21 de febrero de 2015

Servidores Sirena



Jaron Lanier ha publicado recientemente en España (Ed. Debate, 2014) su ensayo “Quién controla el futuro”. Lo interesante del libro, amén de sus ideas, es el propio autor y su circunstancia. Lanier es considerado un “gurú” de la Realidad Virtual (VR con sus siglas en inglés; por cierto, que él mismo inventó el término), esa tecnología que permite mostrar a las personas lugares y espacios generados mediante ordenadores en los que poder sumergirse y percibirlos como si fueran reales. Lanier inventó el dataglove o guante de datos, un periférico que permite al usuario de un sistema de VR el interactuar con él y el tener además sensaciones táctiles en sus dedos y manos.

Lanier, todo un curtido habitante de Silicon Valley y de los ambientes universitarios en la era dorada del nacimiento de la informática, es un poco más joven (nació en 1960) que los Padres Fundadores de la informática personal, Steve Jobs, Bill Gates (ambos nacidos en 1955) o Steve Wozniak (1950), pero es mayor que Mark Zuckerberg (1984), fundador de Facebook o que Sergey Brin y Larry Page (nacidos en 1973), creadores de Google. Es decir, está en una posición muy interesante para contemplar el estado actual de cosas en internet, de dónde venimos y hacia dónde parecemos dirigirnos.

Vivimos en un mundo en perpetuo experimento. Ninguno de nosotros tiene la menor idea de lo que pasará mañana, ni en el siguiente minuto, pero aceptamos esa incertidumbre constante y procuramos vivir con ella. De esa misma manera, en esa especie de singladura universal humana por el mar de la incertidumbre, aparte del azar natural, vivimos entre los cambios que generamos nosotros mismos. Esos cambios ocurren a nuestro alrededor continuamente, y nos lanzamos a experimentar con ellos. Unos resultan exitosos; otros, catastróficos. No hacemos ensayos ni estudios sobre lo que podrá pasar; simplemente, la humanidad se arroja en ocasiones en brazos del cambio generado por ella misma, con la esperanza y el optimismo de que “todo va a ir bien”. Y no siempre pasa así. Pensad en lo que ocurrió en el mundo cuando Watt inventó la máquina de vapor (cambió todo, para bien, y para mal), o cuando Marx recicló en su teoría filosófica la Lucha de Clases (conocida previamente desde Maquiavelo) y un país entero decidió poner en práctica a su manera aquellas ideas en 1917. O cuando unos chicos en Californa, entre nubes de marihuana decidían fabricar un ordenador para que la gente lo tuviera en su casa en unos tiempos en los que aquello parecía un sueño loco. Esas cosas cambian el mundo. Son acontecimientos de enorme trascendencia. Ahora la gente vive pegada a sus teléfonos inteligentes, no podemos estar sin el Whatsapp o el Facebook, que no existían hace nada, seis o siete años. Esos cambios a los que nos arrojamos a diario tienen consecuencias. En la gente, en su forma de comunicarse, en la educación, en la convicencia, en las relaciones, en miles de pequeños gestos diarios. Son esas decisiones colectivas, que la Humanidad toma en silencio, dejándose llevar por las modas, las nuevas ideas, aceptando unas y rechazando otras, o eligiendo entre alternativas y posibilidades que la vida les, nos, pone delante, las que nos forman como civilización.

Pues nuestro amigo Lanier dice que todo lo que está pasando no le gusta demasiado, y que no parece que vayamos por buen camino con las últimas decisiones colectivas que hemos tomado. Para él, estamos en la era de lo que él llama los “servidores sirena”, servicios en una internet ubicua, que se han vuelto imprescindibles para la gente, pero que son monopolísticos, intrusivos, espían a las personas, y generan unos problemas gigantescos. En este momento quienes más sufren los efectos negativos del “mundo de los servidores sirena” en el que la raza humana empieza a entrar, son las personas que viven de tareas de creación de objetos fácilmete copiables por medios digitales. El cine, la música y la literatura han sido arrasadas por los “servidores sirena”, que basan gran parte de su éxito en la copia infinita de archivos digitales, con el precio a pagar de que ellos, los servidores, reciben un gran beneficio de cada copia de esos archivos, pero estos resulta que se vuelven “no monetizables” y pierden su valor objetivo hasta hacerse prácticamente cero.

Muchas industrias caerán, según Lanier, a medida que sus productos se puedan obtener mediante archivos digitales. Imaginad ahora que las impresoras 3D que poco a poco empiezan a aparecer en todas partes se hacen tan sofisticadas que puedes imprimirte un coche entero a partir de unos archivos en PDF. En unas horas podrías tener tu flamante utilitario aparcado ante tu casa a coste cero. Entonces, la industria del automóvil sería la siguiente en perecer. Luego, si se pueden copiar e imprimir comidas, acabaría la de la alimentación, y así sucesivamente. Los “servidores sirena”, al alojar los archivos con los “planos” de los objetos a copiar, serían siempre beneficiados, pero a costa de arrasar industria tras industria, hasta que no quedara prácticamente nada; sólo aquello que no se pudiera copiar por medios digitales. Y en esas condiciones, la depauperación humana y la hambruna a la que asistiríamos no tendría precedentes. Llegaríamos probablemente a un estado de cosas insostenible, en el que hasta los propios “servidores sirena” se extinguirían, al no poder tener clientes que pagaran sus servicios. Todo el mundo parece, no obstante, embebido en la nueva religión optimista del papanatismo tecnológico, con mantras como estos: los “servidores sirena” son buenos, lo que hacen beneficia a la humanidad, son “disruptores” (palabro que maravilla al nuevo tecnopapanata), pues “rompen con lo antiguo”, olvidando aquella frase tan famosa que uso mucho últimamente, la de “¡si funciona, no intentes arreglarlo!”

A todo esto se añade un espejismo para Lanier, el del “Big Data”. El concepto de moda. El nombre que se pronuncia en las conferencias top del mundo digital. El uso de la ingente información que “servidores sirena” como Google o Facebook obtienen de sus clientes, que por cierto, tendrían derecho a su parte del pastel, porque sus datos, aportados voluntariamente -al menos eso pone si te lees el contrato de aceptación de condiciones de sus servicios- son la savia que alimenta a los “servidores sirena” -eso sí, como son copiables, no tienen valor monetario-. Lanier pide que se activen micropagos para todos los ciudadanos que ceden su información a los “servidores sirena”. Porque sí. Porque es justo. Porque es la única manera. Ahora sólo un lado de la ecuación se beneficia -monstruosamente- de la obtención del “Big Data” de millones de personas. El otro lado, nosotros, los que somos espiados, no vemos nada de los posibles beneficios de todo ese tráfico de nuestros datos personales.

Pero el “Big Data” es para Lanier un espejismo: datos con correlaciones forzadas probablemente falsos, que pueden usarse para demostrar cualquier cosa, o para cometer errores garrafales, como basar en ellos decisiones de máxima gravedad -elegir a quién hacer una póliza por parte de una empresa de seguros, por ejemplo-. También se fían demasiadas cosas a la Inteligencia Artificial, un concepto bastante escurridizo, al que se da un significado que no merece. Por ahora la IA no existe, es sólo un nombre. Los bots que por ejemplo usa Amazon para hacer la competencia a otros lugares de venta en internet son bastante estúpidos, y sus decisiones, causan básicamente la hipertrofia de Amazon y la destrucción de su competencia, un juego sucio, suicida, y fundamentalmente errado. El objetivo no es destruirlo todo y convertirte en un monopolio, o al menos, espero que esa no sea la idea consciente de los ejecutivos de la famosa tienda online, pero esos son los resultados de su uso de bots de IA.

El “Big Data” puede estar basado en mentiras, puede estar atiborrado de errores, pero no importa, es el maná que hace ricos a Google, a Facebook, a Amazon o a Twitter; miles de empresas claman por esos datos que les ayudan “a conocer a sus clientes”. Y se usan para todo, desde para decidir el destino de un cargamento de azúcar al precio de productos lanzados por las fábricas de medicamentos. Demasiado peligroso poner decisiones cada vez más importantes en datos obtenidos de manera dudosa por los “servidores sirena”, unos datos que no han sido contrastados de forma científica precisamente, pero que se convierten en una especie de “biblia atea”.

Google, Apple o Facebook lo saben casi todo de ti. Conocen a tus amigos. Saben cuales son tus gustos culinarios, sexuales, de entretenimiento, tu fe religiosa, tus posibles enfermedades, físicas y psíquicas, y a diario acumulan más y más datos de todos nosotros. Según cuenta Julian Assange en su libro Cuando Google encontró a Wikileaks (Clave Intelectual. 2014), además, esos “servidores sirena” que están dominando el mundo no han tenido el menor escrúpulo en ceder esos datos a la Inteligencia norteamericana siempre que les ha sido solicitado. Estamos viviendo en un mundo aparentemente apacible e hiperconectado, pero debajo late un mar orwelliano de progamas espía pendientes de todos nuestros movimientos.

Lanier propone soluciones, desde los citados micropagos, a que la sociedad civil empiece a tener voz y voto ante los “servidores sirena”, que no son otra cosa que empresas privadas mega poderosas a las que nadie parece querer rechistar por ahora, y que hacen lo que les da la gana, impunemente.

La humanidad siempre decide colectiva, inconscientemente, los “acontecimientos disruptores” que harán que su rumbo histórico cambie. Estamos en mitad de una encrucijada similar en importancia a la del advenimiento de la Revolución Industrial o la aparición de los medicamentos. Está en nuestras manos el poder conducir lo mejor posible el barco en el que navegamos por el mar de la intertidumbre. Podemos elegir el éxito o la catástrofe. Los “servidores sirena” de Lanier no son sino el aviso de lo que vendrá.

La foto de Jaron Lanier está en Wikimedia Commons bajo licencia de Atribución 2.0 Genérica.

jueves, 19 de febrero de 2015

Volando voy...


Hace cinco años, viajar de Madrid a Las Palmas de Gran Canaria (Islas Canarias), ida y vuelta, costaba unos 60 Euros si eras residente. Si no, alrededor de 120. Los residentes canarios tenemos una subvención del 50% de los vuelos entre islas y península, gracias a una reglamentación que conocemos como REF, que, por cierto, algún incompetente del gobierno nacional y/o del autonómico está poniendo en peligro estos días, una más de esas cosas que nadie parece saber.

Pero vuelvo al asunto, como diría Peter David.

Hoy, si eres residente canario, el mismo vuelo te cuesta alrededor de 160 Euros, un 300% más, aproximadamente. Pero si no lo eres, te cuesta unos 320. Eso sí, esa tarifa no te da derecho a nada, sólo a viajar. Ni siquiera podrás cambiar el vuelo si te surge algún problema o reunión. Si quieres poder ejercer (sólo poder ejercer) ese derecho, unos 20 a 40 Euros más no te los quita nadie, más el pago del cambio, que podría añadir otros 100 Euros al total. Y ya si quieres que te reembolsen el vuelo en caso de que te veas obligado a anularlo, entonces te costará 700 Euros como residente, y unos mil y pico si no lo eres. Es lo que llaman eufemísticamente la "Tarifa Turista Completa". Si es que tienen sentido del humor los cabroncetes estos. Adorables.

El petróleo, del que se destila el queroseno que consumen los aviones, eso sí, está por los suelos. Pero eso da igual, porque ese no es el problema.

Y así estamos. Esta es la realidad actual para viajar a Canarias con Iberia. Y con todas las demás líneas aéreas, claro, que los precios se mantienen sospechosamente próximos. ¿Un cartel? No, cómo se os ocurre. La Comisión de Competencia no ha dicho nada al respecto... Bueno, dejo el sarcasmo, y sigo.

Mientras tanto, Iberia nos está vendiendo publicidad en los Medios y las Redes Sociales para que viajes por todo el mundo por 40 Euros con ellos. Los españoles y nuestros carísimos vuelos locales parece que importamos una mierda, y los que necesitamos volar por trabajo, importamos una mierda doble.

Iberia en su día fue la compañía aérea de bandera española, hasta que fue vendida por un gobierno un tanto, si me permiten, estúpido, a British Airways hace algunos años. Ahora ni siquiera podemos decidir sobre ella. Como siempre (caso AENA, semi privatizada ahora, y sus concesiones a tiendas en aeropuertos), el que paga los gastos de las aventuras privadas de esta gente somos nosotros, en este caso, vía precios. En otros, vía impuestos.

No podemos hacer nada; todo, todito el sistema nos denegará cualquier opción. Nos queda la pataleta, y usar los mermados instrumentos que se supone nos protegen, y que años de cabildeos discretos y eficientes han ido castrando sistemáticamente.

Por culpa de estos incompetentes que ahora se bañan en comisiones, pensiones vitalicias e indemnizaciones blindadas, zotes que no saben hacer la o con un canuto pero que visten trajes a medida, tenemos que pagar las consecuencias de haber nacido isleños.

Esa es la verdadera Marca España que padecemos en este país. Gracias, gobierno. Gracias, codiciosos. Estaréis satisfechos.

La foto la tomé en estos días en un vuelo de Gran Canaria a Madrid... de Iberia, claro.

martes, 10 de febrero de 2015

Por si no lo sabes...

No sé si lo sabes, pero el sonido digital del que gozamos hoy en día es... bueno, no es precisamente la panacea. Lo que se vendió hace 25 años como la maravilla china, en la época en la que los CDs empezaban a ocupar los estantes de las tiendas de discos, cuando los vinilos se iban extinguiendo poco a poco, en los años del inicio del papanatismo de lo digital, que empezaba a estar por todos lados (y sigue, vaya si sigue, con esa pollabobada de los "nativos digitales"), tiene un "algo" de timo.

Ahora pensamos un poquito mejor, y vemos las cosas en perspectiva. La codificación digital, amigos, es pobre, pues está limitada por las restricciones del número de bits disponibles para hacerla y la velocidad a la que se muestrea la señal analógica original.

Un pobre muestreo convertido a un formato con destrucción de datos como el MP3 lleva a una audición muy pobre, análoga al efecto del banding en las imágenes que vemos en las películas que han sido mal codificadas, cuando no hay suficientes bits de"profundidad de color" para captar un degradado sutil de colores.


En esta foto de un anochecer en Marte tomada por la nave Vinking-1 de la NASA, que recuerdo haber mirado de niño con extrañeza ("¿Qué son esas bandas?", me decía) se ve un ejemplo claro de banding, cortesía de la tecnología de imagen digital disponible en 1976. Toda imagen es una interpretación de la realidad mediante medios técnicos. En este caso hay, supón, 8 bits para codificar colores, y la sutileza de los cambios de tono de la puesta de sol no la puedes obtener porque los 8 bits disponibles sólo te permiten "saltar" entre determinados colores próximos, eliminando los que hay en medio. El resultado es este feo efecto similar al posterizado.

Décadas más tarde, el robot teledirigido Spirit, con tecnología de los años noventa y más bits de profundidad de color en el procesador conectado al CCD de sus cámaras, obtuvo la foto de abajo de una puesta de sol en Marte. El banding es mucho menor, casi imperceptible.


Pues bien, en sonido pasa lo mismo: oímos las grabaciones digitales "con banding de sonido" y por eso nos suena a veces un tanto insuficiente la calidad de ciertos MP3. Por ejemplo, las canciones que oyes online en iTunes o en Spotify, tienen un bit rate de 224 a 256 Kbps (lo que llaman "calidad CD"), que es a veces insuficiente para mostrar ciertas sutilezas. Puede que te suene inexplicablemente pobre, que notes que algo falta. Y más aún si usas un bit rate de 128Kbps.

Pero el problema final está en la base de la tecnología, en los bits usados para codificar los archivos de sonido, sean estos Wav, Flac, Aiff, etc. Generalmente son 24. Imaginad un estudio de grabación con 8 pistas, y 24 bits de salida. Al grabar las 8 pistas con, por ejemplo, 8 instrumentos diferentes, tendremos 8 sonidos a 24 bits, pero habrán de convertirse, vía "embudo digital" en 24 bits mezclados, por lo que apenas tendrán 3 bits para cada sonido. No es exactamente así, y luego se usan trucos como la normalización digital (un proceso matemático) para que "todo suene bien", pero el resultado final no es precisamente el que nos quieren vender.

Y además resulta agotador, pues la normalización causa cansancio perceptivo en el oyente, porque se basa en subirlo todo sin que distorsione, a grandes rasgos. Desaparecen las sutilezas, los tonos suaves en la música, las partes quedas. Todo está presente, en primer plano. Y, como resultado, acabas saturado tras oír unas pocas canciones.

Si oyes hoy en día un disco de vinilo en un tocadiscos analógico y con un amplificador analógico, si no pasas por etapa digital alguna, alucinarás, te lo aseguro, con los matices que puedes escuchar, que desaparecen en la codificación digital. El soplo analógico o el ruido del surco se olvidan enseguida; el cerebro sabe eliminarlos. El sonido final es precioso. Y está lleno de colores. No podrás decir por qué, pero tu experiencia será una gozada.

Nos engañaron. Engañaron a millones de personas que tiraron sus colecciones de vinilos para comprar en CD lo que ya tenían. Ahora esas colecciones valen dinerales. Los equipos analógicos de grabación se siguen usando en los estudios, porque son los mejores, y alcanzan precios exorbitantes, lo mismo que los equipos de audición no digitales, que ahora son tan caros que están reservados a una nueva especie de aficionado a la música que se los puede permitir: el "audiófilo".

Y lo peor de todo mucha gente no lo sabe aún, agárrate: las discográficas, cuando pasaron a formato digital todo su archivo, tiraron sus masters analógicos a la basura; las grabaciones originales de los discos, para entendernos ¿Para qué convervarlos? Se iban a ahorrar un dineral en gastos de almacenamiento y conservación ¿Se imaginan en Hollywood a las grandes productoras tirando sus negativos de películas a la basura?

Las cintas multipista analógicas de una pulgada originales de miles de discos ya no existen, salvo excepciones de músicos de gran renombre y poder, o que pudieron controlar sus propios masters. Hablo de gente como Pink Floyd, los Rolling Stones o los Beatles. El resto se ha perdido para siempre en un alto porcentaje.

Hasta la industria del cine, cuando hace sus remasterizados digitales, no olvida contemplar el tiraje de un nuevo negativo de seguridad (sí, en película de celuloide). Pero la discográfica no entendía de esas sutilezas, al parecer. Ahora se arrepienten, claro, cuando es demasido tarde.

Es una barbaridad cultural, una catástrofe que muy poca gente sabe, y desgraciadamente es irreversible. Ya nadie oirá muchos discos como se concibieron originalmente.

Y cuidado con los nuevos vinilos que salen ahora al mercado, que no os engañen. Han sido grabados de masters digitales. Es decir, son versiones analógicas de masters pobres por su origen digital. Un desastre. Así que los únicos vinilos que podrías comprar con garantías con los anteriores al advenimiento de las técnicas digitales.

¿Os acordáis de los CDs que indicaban si eran totalmente digitales o sólo parcialmente, y de cómo la gente miraba aquellos tres caracteres como si la vida les fuera en ello? AAA, AAD, ADD, DDD. Cada sigla se refiere a una etapa del proceso de producción: grabación, mezcla y masterizado. Se indicaba si era Analógica o Digital. Los coleccionistas buscaban como locos los DDD, cuando en realidad el resultado era un truño. Pero nadie parecía darse cuenta de ello.

Hace décadas, la BBC destruía sistemáticamente gran parte de sus masters televisivos por exigencias sindicales. Actualmente las nuevas generaciones no podrán ver muchos de sus programas a causa de aquella pobre decisión. En España el simple abandono de los archivos de TVE ha hecho que muchísima programación se haya perdido para siempre. Y en todas partes, los masters analógicos de muchas obras maestras musicales acabaron hace años en los vertederos porque la moda digital así lo mandaba.

Parecemos condenados a repetir los mismos errores, despreciar el pasado y vivir estúpidamente en un papanatismo tecnológico perpetuo. Si es que no aprendemos.

Las fotos utilizadas para ilustrar este texto son de la NASA y están en dominio público.

jueves, 5 de febrero de 2015

Russian Roulette


Prefiero usar el término inglés, y de paso recordar la canción del mismo título de los Lords of the New Church, tocada aquí en el legendario Marquee.

Europa lleva demasiado tiempo dirigida por estúpidos que siguen jugando a la ruleta rusa. El último hallazgo, cerrar el grifo financiero a un gobierno democráticamente elegido en Grecia, sabe Dios por qué, una medida tan estúpida y errada que le deja a uno así como pasmao.

Estos idiotas no se dan cuenta de lo que hacen, o bien están pagados por alguien que quiere acabar con todo esto. Si Grecia se larga del Euro, algo a lo que esta medida vil, chantajista y mafiosa, contribuye indudablemente, y si UK decide pirarse del Titanic (ocurrirá, no lo dudéis) en el que se convertirá en ese momento la Unión, esto se acabó.

Este año, amigos, va a ser divertido. Veremos de nuevo manifestaciones de idiocia y maldad absolutamente asombrosas. Tecnócratas con retraso mental vía bloqueo ideológico-sectario contra ciudadanos hasta los cojones de tanto imbécil.

La hostia no va a tener remedio, ni parangón.

A ver quién gana.

Actualizo el día 6 de febrero con el Manifiesto de los 300.

Uso la portada del disco homónimo de The Lords of the New Church en ejercicio del Derecho de Cita.

miércoles, 28 de enero de 2015

"Ácronos 3"


Josué Ramos acaba de publicar en Facebook la portada del tercer tomo de "Ácronos", la fascinante antología de relatos steampunk que él mismo dirige, y que edita el estupendo sello editorial Tyrannosaurus Books. Este tomo está dedicado a diversos países y culturas. La ilustración es de Joe Day, a quien nunca estaré lo suficientemente agradecido por su maravilloso diseño para mi novela "Los Códices del Apocalipsis", que también editó Tyrannosaurus.

"Ácronos 3" sale muy pronto a las librerías, no os lo perdáis. 

Ah, y dentro tengo un cuentito, un viejo proyecto que gracias a Josué y Tyrannosaurus se ha hecho realidad. Se titula "Raza".

La lista completa de cuentos y autores es esta:

Pablo Begué (Prólogo)
Gloria T. Dauden (Arabia)
Esther Galán (Rusia)
Rafael González (Japón)
Laura López Alfranca (India y Perú)
Raúl Montesdeoca (Japón)
Rafael Marín (China)
Jordi Noguera (Arabia)
Elio Quiroga (España)
Paulo C. Ramírez (México)
Josué Ramos (África)
Armando Valdemar (Rusia)


Aquí hay algo más de información sobre la antología.

Y aquí puedes ver una primera reseña en Ficción Científica (actualizado el 27 de febrero); "... una antología increíble, he encontrado relatos fascinantes, todos me han encantado. Cosa difícil de una antología, pero es lo que me ha fascinado de esta, que todos los relatos me han parecido espectaculares."

Lo que me da vergüenza


El titular de arriba salió hoy en Eldiario.es. Una astilla más a mi sonrojo general. A mi sentimiento de vergüenza insoportable.

Me da vergüenza que ayuntamientos como el de Madrid vendan casas de Protección Oficial a fondos buitre echando a la calle a sus habitantes.

Me da vergüenza que las Cajas o el Banco Malo revendan sus créditos de dudoso cobro a grupos de recobro de modos mafiosos.

Me da vergüenza que el gobierno de mi país se alinee con las operadoras telefónicas, la banca y todo aquel que tenga poder económico, que sea fuerte con los débiles, y débil con los fuertes.

Me da vergüenza que todo un Ministro de economía español diga que "Cualquier político responsable lo que quiere es que ese dinero se recupere" respecto a la deuda griega cuando ese pago mata a la gente en ese país. Por cierto, ese ministro que ahora presume de rigor y austeridad, trabajó en Lehman Brothers, la patética firma de asesoría que, ay, qué cosas, no vio llegar la Crisis Subprime y fue liquidada en 2012.

Me da vergüenza que España esté gobernada por un partido corrompido hasta la médula y que nadie pague por ello, ni penal ni políticamente.

Me da vergüenza que decenas de periodistas sonrientes rodeen cada mañana a Luis Bárcenas mientras las personas que levantan este país no merecen ni una nota a pie de página.

Me da vergüenza que un Ministro de Sanidad que apenas sabe hablar niegue sin sonrojarse que los recortes sanitarios estén costando vidas humanas, como afirma la Defensora del Pueblo. A ver, si este zote, este imbécil que debería de dimitir por puro asco de sí mismo se entera: ¡QUE ESTÁ MURIÉNDOSE GENTE, HIJO DE LA GRAN PUTA! (puede que así lo comprenda, perdonad el exabrupto).

Me da vergüenza la propaganda estúpida y ridícula con la que nos están bombardeando los incompetentes que están destrozando a mis conciudadanos estos días.

Me da vergüenza y me duele que tengamos a los menos capaces llevando las riendas de nuestro destino. Y me duele porque de eso, además, tenemos todos la culpa. Los idiotas que llenan el Consejo de Ministros están ahí por mi, tu, nuestra culpa.

Me da vergüenza que los poderosos se vayan de rositas y los pequeños, los pobres y los que cada mañana hacen que el país funcione sean castigados con una crueldad sádica, ya sea vía impuestos, sanciones administrativas o simple burocracia esclerotizada.

Me da vergüenza ver a diario las portadas de la prensa en papel, que ha dejado de ser tal para convertirse en el correo de los intereses y líneas editoriales de los mismos desgraciados que están destrozando el futuro del país. Ya no funcionan ni como parodias de sí mismos.

Me da vergüenza asistir a tanto supuesto coloquio político televisivo o radiofónico que no es más que un teatrito patético de estómagos agradecidos y mamporreros a sueldo.

Me da vergüenza cómo se hacen las cosas en mi país en estos días, cómo se venden cosas que deberían de ser sagradas; la sanidad, la educación, las escasas empresas públicas aún rentables, sin que nadie pueda detener esta locura suicida.

Me da vergüenza ver la mentira institucionalizada cada día, cada hora.

Me da vergüenza en general, para resumir, por no resultar más pesado ni más hastiado, esta España misérrima en la que vivimos, en la que todo es justo al revés de como debiera ser, esta España enlodada en la que parecemos refocilarnos todos. Nos gobiernan asesinos estúpidos, tontos idiotizados, miembros de sectas que adoran a la Codicia por encima de todas las diosas, legiones de hombres sin alma. Pero si he de ser honesto, esto va más allá de la vergüenza. El término más adecuado lo acuñaron en Mondo Brutto, creo, hace años. Es "ascopena".

Y me niego a aceptar que las cosas sean así. Mi gente, mi pueblo, se merece un gobierno y unas instituciones que no den vergüenza.

Espero que podamos darles una patada en sus culos fofos lo antes posible.

lunes, 26 de enero de 2015

Gando



Tomé esta foto en el Aeropuerto de Gando el 23 de septiembre de 2014.

En el suelo se puede ver la sombra del turbohélice de Binter que despegaba en ese momento.

Gando pasó de ser un desolado y polvoriento aeródromo de tierra (que pasaría a la historia por ser el lugar de partida del Dragon Rapide en pos de destruir todo un país), a convertirse en un pequeño aeropuerto con una preciosa terminal de estilo neocanario que recibió a los turistas durante los años del desarrollismo. Ahora es un mazacote de cemento y cristal lleno de franquicias, un clon de cientos de aeropuertos idénticos. Cada tiempo tiene lo que se merece, supongo.

En el ínterin, como comenté aquí, la terminal antigua fue arrasada por AENA hace un par de años en un acto de vileza e incompetencia también signo de los tiempos que corren, y que por supuesto sigue totalmente impune.

Desde aquella terminal blanca y pequeñita, vi llegar de niño el Concorde o el primer Boeing 747 que paraba por las islas. Las filmaciones de mi padre de aquellos acontecimientos en 8mm y Super-8 las conservo en algún lado, y recuerdo que verle con aquellas preciosas cámaras rusas a cuerda me despertó el interés primero y el deseo después de hacer cine.

Una cosa más, nadie sabe a dónde han ido a parar las obras de arte que decoraban la terminal derruida. Otro signo de este país de pícaros, y ejemplo del largo camino que aún nos queda por recorrer.

A todo esto, la privatización de AENA va genial, gracias.

Tras la venta de un 30% hace unos meses sin apenas publicidad a tres inversores y un cambio normativo cercano al fraude de Ley (no olvidemos que esto es España, y ese es deporte nacional) para soslayar cierto párrafo incómodo del Estatuto Canario de Autonomía (los aeropuertos canarios podían haber dado problemas), el pasado viernes, de nuevo a la chita callando, el Consejo de Ministros ha aprobado su salida a bolsa.

Con ánimo de incordiar sanamente, he planteado unas preguntas parlamentarias sobre la Terminal desaparecida. El resto de la demolición de AENA me temo que es ya imparable. A ver qué dicen los de Fomento o en quien deleguen de esa pequeña cagada cometida en provincias, sí, pero en uno de sus pocos aeropuertos rentables.

Ah, que a lo mejor era por eso...

miércoles, 21 de enero de 2015

Esto lo ha hecho Leroy Merlin



Para que lo sepas, Leroy Merlin ha hecho esta porquería en una esquina de la calle San Bernardo de Las Palmas de Gran Canaria.

No sé qué es peor, si la noción de mercadotecnia que algún publicista ha vendido a un ejecutivo en la empresa, destruyendo el patrimonio cultural de una ciudad, o el ayuntamiento que consiente esta barbaridad. Hasta han tapado la cantería de los balcones con pintura gris.

Eso sí, sé qué tienda de bricolage no voy a volver a pisar en mi vida y a la que voy a dar la peor publicidad posible. Es mi granito de arena.

Porque si estos son sus mimbres y esta su sensibilidad... es para echarse a temblar.

Actualizado en marzo de 2015: Al parecer la fachada ha vuelto a ser pintada como estaba originalmente. No sé cuándo lo hicieron, pero menos mal.

miércoles, 14 de enero de 2015

Legislando en caliente


No creía que me iba a encontrar con más muestras de incapacidad de este infeliz y miserable gobierno ultraconservador que nos ha tocado en desgracia. Pensaba que las cosas no podían empeorar.

Pues bien, me equivocaba de medio a medio.

Tras los atroces asesinatos en la redacción de Charlie Hebdo y los secuestros y muertes posteriores, ahora el Partido Popular quiere legislar en caliente sobre asuntos de libertad ciudadana (se habla de penar las visitas a webs yihadistas o de crear registros de entrada en los aeropuertos, y eso para empezar) agitando el espantajo del terrorismo islamista. 

El PSOE, como siempre, se pone de perfil.

Legislar en caliente es una muestra de poca inteligencia. Más aún en un asunto que al final es absolutamente marginal. Sí, marginal. El horror de Charlie Hebdo no debe hacernos olvidar estos datos:

-El 95% de las víctimas del terrorismo yihadista son musulmanes, en atentados salvajes ocurridos cada semana en países atormentados, como Pakistán, Iraq, Afganistán, Nigeria o Siria, y que apenas tienen eco en los medios. Matan a decenas de críos en una escuela o a cientos de personas en un mercado en Islamabad, y ni nos enteramos ¿Un ejemplo? El pasado fin de semana Boko Haram mató a DOS MIL PERSONAS en un atentado en la ciudad nigeriana de Baga ¿Te habías enterado? ¿A que no? No pasa nada. Así va todo.

-En Noruega hace menos de cuatro años que un psicópata fundamentalista cristiano mató a 77 personas e hirió a otras 96 en Oslo y Utoya. Nadie cambió ninguna ley allí por el más salvaje acto terrorista de la historia del país.

Legislar en caliente no sirve para nada, excepto para poner las cosas peor para los ciudadanos a cambio de un dudosísimo beneficio de seguridad que básicamente no es sino la expresión de la llamada doctrina del shock aplicada a la legislación, y claro, cuando es muy conveniente es cuando se quiere usar como excusa para limitar libertades civiles. Pero es igualmente estúpido, ya que al final las medidas represivas con incompatibles con las sociedades occidentales y los derechos de las personas, y esas normas mal diseñadas acaban desapareciendo por incumplimiento sistemático o, simplemente, porque los mecanismos constitucionales nos protegen de ciertas formas de dictaduras ablandadas, que parece ser el objetivo final de este gobierno leproso, desnortado, incompetente y misérrimo.


Mas aún en el país de las cien mil leyes, unas contradiciendo a otras, en una maraña que llamamos código penal, que lleva décadas pidiendo a gritos una reconstrucción completa desde los cimientos, pero que nadie se atreve a iniciar. Será que es demasiado trabajo adaptar leyes del siglo XIX al XXI. Como por ejemplo, eliminar el aún vigente delito de "escarnio religioso".

Pero a río revuelto, la tentación está ahí, y la deriva del Gobierno hacia un Estado Policial, ya vista en la Ley Mordaza, ahora se extiende a la nueva Ley Antiterrorista. Con la excusa de lo ocurrido en París, y jugando torticeramente con el lenguaje, con la complicidad de una oposición que parece anestesiada, o simplemente desaparecida. Cuidado, que esta gente está destruyendo nuestros derechos civiles. Estad atentos, que la sucesión de espantos sólo ha empezado. De aquí a mayo y luego a noviembre, vuestra capacidad de asombro se verá superada cai a diario.

Lo dicho, pensaba que la tontería de este gobierno había llegado al límite.

Cuánto subestimo la estupidez de los gobernantes, caray.
Y su soberbia.
Y su encastillamiento.
Y su misérrima falta de visión.
Y su deshumanización.

Pd.: Mientras tanto Charlie Hebdo saca un número nuevo con tres millones de ejemplares de tirada, y en la portada, dibujada por Genald Lucier "Luz", Mahoma dice: "Todo está perdonado". Estos gestos te devuelven la esperanza en la humanidad. Pensad en la bomba de El Papus hace tantos años.

Ppd.: Actualizo el día 17 de enero con este titular de Cuartopoder.


Pppd: Creo que esta cita de un santo laico hermana a los estúpidos que matan a sus semejantes en nombre de un dios y a los estúpidos que legislan a golpe de miedo tratando a sus ciudadanos como súbditos:

"En esta época de locos nos faltaban los idiotas del horror". Franco Battiato. Bandera Blanca.

La foto la encontré aquí. La captura de pantalla es de El Diario del 14 de enero de 2015 y la uso acogiéndome el derecho de cita. Acabo de añadir otra captura el 15 de enero de 1015, de la misma fuente.

martes, 13 de enero de 2015

Los hidalgos



En poco tiempo los comercios que pagan renta antigua en todas las ciudades de España van a tenerlo bastante mal. Situados en los centros urbanos, en áreas muy codiciadas, suelen ser negocios familiares, llevados a lo largo de varias generaciones con sudor y esfuerzo. Todo eso se acabó. El Gobierno ha decidido terminar con esas viejas rentas para locales comerciales que llevaban décadas pagando alquileres minúsculos por ley, y ahora los propietarios de los inmuebles van a poder pedir millonadas sin problema a quienes quieran ocupar esos espacios.

¿Qué va a pasar? que casi todos los comercios que pagaban la renta antigua o se trasladarán, abandonando sus locales históricos, o echarán el fechillo, como decimos en Canarias. Esos locales, que ahora serán carísimos, pasarán a estar ocupados por franquicias que puedan permitirse pagarlos y rentabilizarlos.

¿Estabas harto de Zaras, Desiguales, Bershkas, Stradivarius o McDonalds en tu ciudad? Pues ahora tendrás más que nunca, y las viejas pastelerías, mercerías o ultramarinos de toda la vida se extinguirán para siempre. Se acabó. Es el final de una era.

Como ya comenté en el post sobre AENA, esto lo que hará será extender el problema a toda la población. Cuando la propietaria de los aeropuertos españoles saca a concurso sus locales comerciales a precios obscenos, fuerza a los agraciados (es un decir) con las concesiones a vender sus productos muy caros para poder compensar los gastos mensuales a los que se enfrentan. Y al final pagamos siempre los mismos: AENA acaba cobrando de los ciudadanos, vía precios desorbitados en las tiendas Duty Free, sus exagerados precios de alquiler a las franquicias. Las ciudades españolas pagarán, por su parte, esta nueva medida gubernamental, perdiendo algo más de su riqueza comercial original, la que las hace especiales y diferentes; las tiendas que habían sobrevivido a la Guerra Civil o a dos Guerras Mundiales. Las "tiendas de toda la vida" se han acabado.

Cuando llegué a Madrid de crío una de las cosas que más me asombró no fue El Corte Inglés, sino una tienda en la calle Preciados que tenía el precioso nombre de "Sanatorio de Muñecos". Hasta escribí un corto, que nunca hice, con idéntico título. Lo que hacía especial a Preciados era aquel sonoro nombre que me llenaba la cabeza de historias. Pues se acabó, no más "Sanatorio de Muñecos", que llevaba, al parecer, abierto desde 1916.

¿A quién beneficia todo esto? A los propietarios de los edificios, claro, que estaban hartos de tener que cobrar unos alquileres muy bajos por unas propiedades céntricas y con gran potencial. A los rancios herederos de los Hidalgos de los años cervantinos, los "hijos dalgo", los rentistas, las familias ultraconservadoras que mantienen a partidos como el que nos gobierna en el poder. Gente que define el concepto "rancio". Pura y genuina "casta española".

No niego que esas cosas tengan que pasar, son signo de los tiempos, y bla bla bla. Pero cuando vuestro centro urbano tenga todavía más franquicias baratas, sea aún más feo y más parecido a todos los centros urbanos de todas las ciudades del mundo, entonces acordaos de los hidalgos del Siglo de Oro y sus herederos actuales, los rentistas que sin dar un palo al agua viven del cuento. Es la tradición. Es lo de siempre. Es España.

Esa gente, fruto de la consanguinidad mantenida a machamartillo para sostener la sagrada propiedad privada dentro de la familia, pudo haber condicionado la historia de este país, y tengo la teoría de que probablemente por gente como ellos ocurrieron cosas como la contrarreforma, o el golpe del 36. Los inmovilistas. Los rentistas. Los hidalgos de rancio abolengo. Ahora van a cambiar de nuevo lo poco que quedaba de interesante en nuestros centros urbanos. Que tienen derecho, carajo, a cobrar lo que se les antoje por lo que es suyo. Pues claro. Acabáramos. Así se escribe la historia.

El grabado de un Hidalgo con su esclavo negro (sic) está en Wikimedia Commons bajo dominio público.

jueves, 8 de enero de 2015

Y un añadido al texto anterior...




He de aclarar una cosa con respecto al asunto de la hepatitis C que comenté en el punto 2 del texto previo, porque creo que el párrafo del anterior artículo ha quedado un poco simplista, despachando la cosa en una sola línea, y se trata de un asunto de gran complejidad que hemos de resolver entre todos (¡otro!). 

Describo rápidamente el problema. Resulta que hay un medicamento que se llama Sovaldi, fabricado por el laboratorio Gilead Sciences, que es increíblemente efectivo para la Hepatitis C, sobre el que nuestro gobierno está tardando siglos en decidir cómo incorporarlo al sistema sanitario, básicamente porque es muy caro. Y esa dilación está costando vidas humanas. Sospechosamente, el laboratorio propietario acaba de licenciar como genérico el remedio a la India, por una fracción ridícula del coste por pastilla que pide a España y a otros países (India: 700 Euros por caja, España: 25.000 Euros, USA: 60.000 Euros).

Tenemos un gobierno de una incompetencia supina, eso ya lo sabéis, y en este caso lo está demostrando con creces. Primero, porque no sabe negociar con el fabricante del carísimo remedio que tanta polémica está generando ¿Cómo es posible que el principio activo del Sovaldi de Gilead (el Sofobusvir, o Isopropyl (2S)-2-[[[(2R,3R,4R,5R)-5-(2,4-dioxopyrimidin-1-yl)-4-fluoro-3-hydroxy-4-methyl-tetrahydrofuran-2-yl]methoxy-phenoxy-phosphoryl]amino]propanoat en IUPAC inglesa según wikipedia) esté siendo licenciado para genérico a India por una mínima parte de su precio en España?  ¿Por qué es tan caro aquí entonces, y más aún en Estados Unidos? ¿Qué coño está pasando aquí? Gilead, el fabricante, debería de tener algo que decir, pero guarda silencio.

Creo que todo al final deviene del absurdo asunto de la patente farmacológica, un auténtico agujero de estudios sesgados, estafas millonarias y mentiras, que está de hecho impidiendo la evolución de la medicina. Harto complejo es el asunto, pero según lo veo, hoy en día una farmacológica, usando recursos públicos (*) está creando productos que explota de forma privada.  Y eso, miren, no está bien ¿Vale?

Nadie se peocupa tampoco de pedir a las farmacéuticas los cientos de estudios que ocultan para no perjudicar a sus propios intereses y remedios patentados, muchos de resultado negativo (que tienen valor científico, como el resultado positivo, amigos), otros con remedios de baja rentabilidad que precisamente por eso son ocultados sistemáticamente, etc. Todo eso es de una ética horrorosa, y las farmacéuticas lo hacen a diario.

Esas empresas privadas, usando recursos públicos para crear medicamentos que patentan (de nuevo mirad en * si no lo habéis hecho ya, está abajo) para su explotación exclusiva y que luego venden a precios exorbitantes, mucho, muchísimo más elevados que el coste real, se convierten en clones de Monsanto (un ejemplo de empresa rapiñera y siniestra) al aplicar políticas torticeras a lo que debería de ser lisa y llanamente de todos, y debiera de ser recompensado por otra vía que no fuera la patente de remedios sanitarios. Porque no, no niego la mayor. Sólo quiero mostrar que hay otras vías. Seguro que hay formas de mejorar este estado de cosas, pero implican un debate abierto en la sociedad y saltar por encima de la incuestionable ideología neoliberal actual, esa que viene a decir: “dejad que las empresas privadas creen su propia jungla”, una forma de pensar (más bien de no pensar) que se  a cientos de políticos en el poder en estos momentos, y que son incapaces de mirar por encima de sus misérrimas limitaciones ideológicas.

Si Gilead pide una cantidad exorbitante por su medicamento que salva vidas, los ciudadanos queremos saber por qué. Y queremos auditada la investigación que ha llevado a él. Queremos respuestas. Eso es lo que un gobierno en su sano juicio debería de estar pidiendo ya. 

La sorpresa que nos íbamos a llevar, chicos. Seguramente descubriríamos que Sovaldi cuesta un potosí porque se le canta a Gilead, porque la religión del máximo beneficio para el accionista pudre a las farmacéuticas como a pocas empresas.

Y eso es al final un suicido. Es estúpido.

Un gobierno con capacidad de negociación y con una inteligencia mínima plantearía un acuerdo de máximos y un retorno de resultados con régimen de sanciones ejemplar: si tu medicamento, ese tan caro, no me lo auditas en coste, y no responde a las expectativas, querida farmacéutica, vas a pagar el doble de lo que yo te pago a ti, pero de vuelta a todos los españoles.

Pero claro, para hacer esas cosas hay que tener gente con un dedo de frente negociando, y dotados del coraje adecuado. Ambas cualidades o no están, o no se las espera estos días en el Ministerio de Sanidad de Paseo del Prado. 

(*) Investigación clínica de base, que pasa a ser “public domain”, y que se realiza en hospitales y laboratorios públicos de referencia, y que es usada por un fabricante privado, que con una inversión no demasiado alta, va y encuentra unos principios de farmacopea a los que se aferra desesperadamente para obtener rendimientos rápidos antes de que su patente caduque. Es el peor escenario posible cuando de salvar vidas se trata, pensad en lo perverso del planteamiento: Sovaldi existe porque Gilead, una empresa bien situada en el ecosistema farmacológico (un mercado cautivo) mete algo de pasta trabajando sobre resultados obtenidos por organismos públicos, tales como la secuenciación de genomas víricos, la generación de secuencias proteicas, la observación del ciclo vírico en el ecosistema interno de las células hepáticas, etc., etc. En este caso la cosa tiene aún más INRI porque Gilead compró Sovaldi al adquirir al pequeño y prometedor laboratorio que investigaba el principio activo, o sea que se limitó a comprar una empresa y tan ricamente, a ingresar.

El logo de Gilead Sciences, fabricante y propietario de la patente de Sovaldi, lo encontré en Wikimedia Commons, y lo uso acogiéndome al derecho de cita.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.