sábado, 9 de mayo de 2015

A los amigos que se fueron


Alguien muy cercano acaba de perder a un amigo. Se lo ha llevado la muerte, esa fría cosa ignota que llega sin llamar. Ante su dolor inconsolable, me he visto a mi mismo comprendiendo como nunca la impotencia, la rabia que se siente. Es tal vez el momento más duro de la vida de una persona, cuando nuestros amigos se van para siempre. Le he dicho, a mi manera, en un escrito torpe, improvisado en el móvil durante un viaje de Metro, que esos amigos ya lo son para siempre. Se quedan, en la añoranza, en el recuerdo, en los momentos vividos. Son ya nosotros. En el último momento en que les vimos. En el último instante en el que compartimos este regalo que alguien nos ha dado, la vida.

Lo peor es, siempre, lo no dicho, el momento perdido de esa llamada que pospones, o esa conversación que quisiste tener pero nunca te atreviste a iniciar, el no haber tenido la oportunidad de despedirte, el dejar cosas que nunca podrás decir dentro de tu garganta, todo eso que se vuelve inexorable, irreparable, y se queda como una carga, como una lanza clavada en el pecho. El peso que hemos de llevar los que nos quedamos.

Nos queda la vida entera para echarles de menos.

De mis amigos idos me queda el dolor sordo de ver sus nombres o sus fotos en la agenda del móvil, querer saludarles y decirles que les quiero, y no poder hacerlo ya. Y no poder hacer que conozcan a las personas a las que quiero.

No dejemos para mañana las cosas que realmente necesitamos hacer, no posterguemos el decir a quienes nos importan lo que queremos decirles. No detengamos decisiones. La incertidumbre nos persigue, es parte de nuestra condición. Hemos de aprender a vivir con ella.

Amigos mios, gracias por ser parte de mi, por enseñarme, por darme vuestra mano y por vuestra generosidad, vuestras risas, vuestra palabra, por el regalo eterno de haberme dado una parte de vuestro tiempo. Estáis conmigo, dentro de mi alma habitáis. Sois yo y aquí seguiréis mientras viva. Soy en cierta medida una parte de vuestro legado, pues el trozo de mi que nació de vosotros me acompaña.

Con todo mi corazón, a ti que ahora tienes el alma rota, y a mis amigos, a los que están, y a los que se fueron. A Javi Ibarretxe, a Tony Galindo, a Joaquim Jordá, a Javier Jordán, a Ulises Santos, a Kjeld Veirup y a tantos, tantos que todavía no me atrevo ni a nombrar porque se me clavan otra vez las lanzas en el pecho.

A mis amigos, a los tuyos; por ellos brindaremos y les enviaremos todo nuestro cariño y les añoraremos, una vez más.

Os pongo este enlace a un texto que escribí cuando asumí que Joaquín Jordá se fue. Os dejo con él.

Pd.: Fernando Marías ha escrito una linda novela sobre la pérdida. Una obra sabia, compleja y preciosa que te cura de muchas cosas. Se titula La Isla del Padre.

Ppd.: El legado que los demás dejan en nosotros es muy importante. Escribiré sobre ello en otra ocasión. 

La foto la tomé en Las Palmas de Gran Canaria el pasado 8 de abril, a las 8:48 de la mañana. 

Exposición abierta hasta julio.

Mi exposición fotográfica "El Risco: la montaña habitada" sigue abierta hasta julio en la Sala MAPFRE Ponce de León,  C. Castillo,...