Cincuenta años de impunidad completa extienden a todas las instituciones, a todos los poderes, una omertá, un pacto de silencio salvaje, transversal, que no entiende de partidos ni de ideologías, sino de gentuza, y que convierte en parias a los escasos ciudadanos valientes que se atreven a denunciar y que terminan sufriendo un acoso salvaje e inhumano en un mundo que parece destripado y vuelto del revés, donde lo justo se vuelve perverso y lo perverso es la forma normal de hacer las cosas. "siempre se ha hecho así, todos lo saben", vociferan los siniestros personajes a los que se ha pillado VISA en mano con gastos vergonzosos opacos a hacienda. "lo hacemos para poder defendernos mejor de la corrupción" cantan abogados torticeros de minuta millonaria que boicotean causas y las convierten en eternas como pasa con Gürtel o el caso Bárcenas, y que luego son premiados con embajadas en Londres. Incompetentes muy próximos a la idiocia enchufados en miles de puestos de responsabilidad, causando dislates entre los pobres funcionarios honrados que mantienen como pueden en funcionamiento las instituciones en las que trabajan a pesar de la incompetencia de los que les dirigen, una prensa que ha dejado de ser tal para convertirse en un repulsivo instrumento de propaganda y manejo de masas. Patéticos “opinólogos” que levantan escalofriantes hachas de guerra contra los disidentes, calumniando a jueces, a investigadores y policías, despertando fantasmas del pasado. Señoritos que permanecen en su puesto tras insultar a víctimas de la violencia o incumplir leyes sin más problema. Señoritos utilizando los servicios de inteligencia para arrasar con la oposición política. Señoras de buena familia que mean alcanfor, opinando "porque tienen derecho" que las mujeres sólo deberían de ser contratadas en edad no fértil sin que nadie les mande de una patada en el culo al agujero cosanguíneo del que nunca debieron de haber salido.
A eso nos ha llevado la
impunidad. Sé que he hablado de ella constantemente, no hay más que
ver mis artículos anteriores no dedicados al cine. Pero es que ese es el
gran problema de España, el mayor desafío al que nos enfrentamos.
Si el Caso Naseiro no hubiera acabado en agua de borrajas, no
existiría un monstruo como Bárcenas, ni la espantosa financiación
corrupta que mantuvo al PP a flote de manos de empresarios
que no son dignos de tal nombre, sino del de puros mafiosos. Sin
Naseiro no habría Bárcenas. La impunidad hace que los que vienen se
desmadren. Sin el caso Banca Catalana concluido en falso tras la
presión del primer gobierno socialista, no habría caso Pujol. Probablemente. Los ladrones se cortarían bastante más. Porque el
castigo ejemplar estaría ahí para recordarles lo que les podría
esperar. La mala gente sólo entiende el lenguaje de la ley: dura lex
sed lex, dicen. Baltar, un señor caciquil de la peor especie, sale
de rositas de los juzgados con unos irrisorios nueve meses de
inhabilitación, cuando ya está jubilado de sus tareas políticas.
Matas cumple nueve ridículos meses de cárcel. Camps da “gracias,
Dios mío” al cielo cuando un jurado le absuelve en un juicio por
cohecho que es realmente una pantomima, mientras una
legión de cretinos de pago se da golpes de pecho y grita que “se ha hecho
justicia”.
Hay leyes, pero hay de
ti, juez, policía, ciudadano, si eliges aplicarlas. Hay leyes pero
según estés en la escala trófica del poder corrupto, según estés
entre los leales, los indiferentes o los enemigos, se te aplican o
no. Cincuenta, sesenta, setenta, ochenta años de impunidad.
Generaciones de Fabras aplastando a generaciones de ciudadanos,
comprando voluntades de pueblos enteros. Cientos de familiares adecuadamente enchufados en porterías, secretarías,
direcciones generales y demás puestos garantizan el silencio con un ejército de bocas agradecidas, y una
inacción institucional necesaria para mantener la situación. España
navega sobre una fosa séptica.
Es tal vez el de la
impunidad el peor de nuestros problemas, y si lo resolvemos, gran
parte del desastre estaría en vías de solución. No hay más
opción. O acabamos con la impunidad, o terminamos sin país. Vivimos
en una democracia secuestrada por una mafia, por cadenas de favores,
redes clientelares, dossiers cruzados, y putrefacción. Es
insoportable. Esto es insostrenible.
Nos jugamos demasiado
para dejarlo en manos de los impunes que nos gobiernan en
este momento.
La imagen de Al Capone en 1935 está en dominio público en Wikimedia Commons.