Cuando
movía el guión de mi primera película, “Fotos”, por diversas productoras, y entre caras de espanto e incredulidad -la lectura de
aquel guión causaba ese tipo de reacciones y yo ya me iba
acostumbrando-, un lector sacó a colación en un
informe interno el cine del alemán Max Ophüls, que en aquellos años
era precisamente uno de mis cineastas “de cabecera”. En la obra
finalizada se puede encontrar algún intento de realizar largos
planos coreografiados, una de las marcas de Ophüls, como homenaje al
maestro, alguien que actualmente permanece condenado al olvido. Hace
unos meses he vuelto a visionar su obra, y me he encontrado releyendo
su corpus, uno de los más originales y fascinantes de la historia
del cine. Por eso me parecía interesante hablar de una de sus
películas menos conocidas.
“Atrapados”
(“Caught”, Max Ophüls, 1949) fue, creo, la tercera película del
director alemán en Hollywood. Es un excelente ejemplo de cine negro
que apenas es recordado por los historiadores, en el que una mujer es
destruida por un esposo dominante y perverso (tal vez un sosias de
Howard Hughes) en una especie de reciclado de la premisa de
“Ciudadano Kane” de Orson Welles en cierta clave de género. Es
una obra que muestra la lucha de Ophüls por narrar sus películas a
su manera en el ambiente de los estudios, y a la vez una película
rompedora y a contracorriente en aquellos años, algo que la hace
plenamente actual.
Invirtiendo
el clásico motivo del cine negro de entonces, ejemplificado en
“Laura” (“Laura”, Otto Preminger, 1944), “La mujer del
cuadro” (“The woman in the window”, Fritz Lang, 1944),
“Perdición” (“Double indemnity”, Billy Wilder, 1944) o “La
dama del lago” (“Lady in the lake” Robert Montgomery, 1947), es
el personaje masculino el homme
fatale
que arrastra a la perdición al ingenuo y bienintencionado personaje
femenino. Un impresionante y rocoso Robert Ryan convierte a Barbara
Bel Geddes -a quien muchos recordarán por su papel en las primeras
temporadas de la serie “Dallas”, o por su rol de abnegada novia
de un obsesionado James Stewart en “Vértigo” (“Vertigo”,
Alfred Hitchcock, 1958)- en un guiñapo, una esclava sin identidad, a
pesar de los ímprobos esfuerzos de James Mason, médico enamorado,
por rescatarla de la relación sádica que la está destruyendo, y de
la que es cómplice masoquista.
Ophüls
narra la historia jugando con planos largos y movimientos de dolly, y podemos apreciar en varios momentos del metraje que
aquello no debió de gustar demasiado a los ejecutivos de MGM,
productora de la película, pues algunas escenas muestran largos planos secuencia con sofisticados movimientos de
cámara que son cercenados a medio camino hacia bruscos planos fijos -en
algunos casos con extraños saltos de eje: hay un ejemplo que duele,
en el que la cámara, con Bel Geddes centrada en el encuadre, bascula
ente Mason, a la derecha del cuadro, y Ryan a la izquierda. Se intuye
que el movimiento de cámara se mantendrá en vaivén en un
arriesgado y fascinante ejercicio que explicita el estado indeciso de
Bel Geddes entre los dos hombres que forman el sistema planetario de
su vida; entre el orden y el caos, entre la razón y la animalidad,
pero el plano es literalmente cercenado hacia un plano general a
espaldas del trío en mitad del movimiento-; parecen decisiones
ajenas a Ophüls, tomadas por un tercero en la mesa de montaje, y
lastran una narración sofisticada y llena de la sabiduría del
director alemán para mover la cámara en un ballet con sus
personajes, estilo del que hizo su característica y firma personal. Una
lástima.
“Atrapados”
teje una alambicada y psicologizante trama alrededor de la
posesión destructiva y la locura, y reflexiona también sobre la
corrupción del alma humana sumergida en el capitalismo más salvaje,
todo un subtexto para una película creada en plena Guerra Fría. El
perverso Smith Ohlrig (Ryan) es una bestia con todos: con su mujer,
con su secretario -y aparentemente lo más cercano a su amigo-, y con
sus socios o empleados. Si el mundo no hace lo que él quiere, su
corazón protesta y le responde con un amago de infarto. Esa actitud
infantil, inmadura, egótica y brutal se ve fomentada por la obscena
fortuna de la que disfruta, que le permite comprar vidas y seres
humanos con sólo un gesto, con un simple susurro, sin que nadie le
rechiste.
Ryan
hace un papel sobresaliente, cercano a un arquetipo, encarnando a
alguien corrompido por una vida consentida, llevado a convertirse en
un sádico sin empatía, deshumanizado y cruel. Ante él, Bel Geddes
y Mason, blancos, puros, bondadosos y generosos, viven una pasión
prohibida. Rodeados de la maldad del todopoderoso marido millonario, no cejan en su ansia de libertad, de escapar de una casa
que parece salida del subgénero old haunted house, una Casa
Usher que se pudre como su amo.
Al
final, la muerte revolotea cruelmente sobre los protagonistas, y la
pérdida lleva a la libertad. El malvado Stack no tendrá lo que
deseaba y sufrirá un infarto que estará a punto de ser definitivo. En
un giro tragicómico, los amantes puros y honestos ganan su camino
hacia nuevos pastos, mientras el rico de alma corrompida agoniza, no
sin arrastrar todos una víctima inocente.
“Atrapados”
es un cuento de terror reciclado en cine negro, en el que el marido
celoso se convierte en un monstruo, y donde el que el maltrato centra una
relación marital convertida en un juego de sadismo. Es una obra de
interesante lectura contemporánea que invierte el juego del género
habitual entonces y ahora -parece que hay constantes que perviven- y
juega a la metáfora con el capitalismo salvaje y las desastrosas
consecuencias que genera en sus víctimas y verdugos. Algo, qué duda
cabe, de pura actualidad en estos días aciagos en lo que todo está
en venta en nombre de un abstracto incomprensible llamado "deuda
pública".
Sólo nos queda el consuelo de que los malnacidos que han arrastrado al país en que vivimos al caos actual corran el mismo destino que Stack en la película. Algo que, desgraciadamente, es una de las ventajas de la ficción, que no del mundo real.
Sólo nos queda el consuelo de que los malnacidos que han arrastrado al país en que vivimos al caos actual corran el mismo destino que Stack en la película. Algo que, desgraciadamente, es una de las ventajas de la ficción, que no del mundo real.
Este artículo fue publicado en el número 2 del periódico del Festival Internacional de Cine de Gijón, el 16 de noviembre de 2013. Lo he revisado un poco antes de publicarlo aquí.
El póster de Caught está en Wikimedia Commons. Copyright MGM. Se usa bajo supuesto de fair use.