viernes, 4 de abril de 2014

Paradigmas y burbujas. El caso español (o una aplicación del paradigma de Kuhn a la ética social)



“Considero a los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” (Thomas Kuhn)

Thomas Kuhn es un filósofo que ha aplicado el concepto de paradigma (llamando así a una forma de pensar mayoritaria en un cierto colectivo humano) a la filosofía de la ciencia, explicando de forma satisfactoria las contradicciones que en muchas ocasiones vemos ocurrir entre formas de pensamiento científico. Se trata por tanto de modelos epistemológicos.

También se puede extrapolar el concepto de paradigma de Kuhn a las sociedades, y más concretamente a los valores éticos en los que viven las personas.

El gran problema de las sociedades contemporáneas, es la coexistencia de múltiples paradigmas, que aparentemente pueden cohabitar, pero que en realidad no son compatibles. En un país occidental hay ciudadanos viviendo dentro de paradigmas que se contradicen unos con otros. Y los sistemas políticos deberían plantearse para actuar de forma justa el reconocer los paradigmas mayoritarios, plantear si representan un buen futuro para las sociedades y legislar bajo ellos. Bien puede pasar que el paradigma mayoritario en una sociedad sea problemático para la felicidad o la simple supervivencia digna de sus ciudadanos. Entonces creo que el político honesto debería iniciar una discusión acerca de las bondades y perjuicios que generará el paradigma imperante.

Sin embargo todo es mucho más complicado, y conviven gentes inmersas en paradigmas diferentes casi puerta con puerta: pueden ser religiosos, raciales, sociales, científicos, morales, éticos, y la convivencia generará conflicto, lo que llevará a que unos paradigmas absorban a otros y crezcan, otros se extingan. Podríamos aproximarlo a las burbujas en la superficie del agua jabonosa. Unas explotan, desapareciendo, y algunas crecen engullendo a otras.

En España actualmente el paradigma mayoritario, lamentablemente, no es el mismo que aquel en el que viven quienes han sido elegidos para gobernar. Estos pertenecen a poderosas sectas católicas, y/o reciben presión por parte de cabilderos que representan intereses privados. Algunos viven en el anterior paradigma clientelar que dio como herencia el dictador a su muerte, una especie de herencia del feudalismo que llega desde el Siglo XIX. Ese tal vez sea el paradigma más perjudicial.

El feudalismo entronca directamente con el caciquismo, y este con el clientelismo. La línea de herencia es clara, y ha sido la forma en la que el país se ha movido, ha respirado y ha gestionado su vida desde la edad media hasta el presente (no hemos tenido revoluciones políticas, ni científicas, ni culturales que hayan llevado al cambio necesario). Incluso el lenguaje coloquial posee giros directamente nacidos del inconsciente colectivo que hablan mejor que nada de cómo piensa, o pensaba, gran parte de España, hasta hace nada de tiempo:

-Usted no sabe con quién está hablando. (El cacique se pavonea ante el inferior)

-¿Y tú quién eres? (El equivalente del siervo cuando otro supuesto siervo le recrimina. Implica la negación del otro por no pertenecer a la casta superior)

Este régimen de castas, muy impenetrable, y tal vez lo que más nos aleje de las sociedades democráticas de occidente, y que en cierta medida nos asocia con culturas inmersas en paradigmas que anulan la permeabilidad social (como la hindú), es muy resistente. Y ha empezado a tambalearse (piénsese que hablamos de más de mil años de tradición) justamente en el Siglo XX y el XXI, cuando la casta considerada de siervos ha tenido acceso a la cultura, a la escolarización y a la lectura. Esto, que ocurrió en otros países en los siglos XVIII y XIX, en España ha llegado, por mor de la longevidad de la dictadura franquista, con cien años de retraso.

De nuevo hablo de la Ley del Aborto que el ministro Gallardón pretende cambiar. El Ministro impone su paradigma (minoritario, propio de una determinada secta religiosa) a la mayoría de la población, olvidando que ese paradigma no es en el que viven y con el que se conducen los ciudadanos para los que trabaja. El error básico de querer convertir los paradigmas minoritarios en leyes que generan desastres y caos. Así, los médicos, los ciudadanos, los colectivos de derechos sociales, los gobiernos de terceros países e incluso las asociaciones internacionales se han levantado contra las intenciones del ministro. El caso más significativo es el de los psiquiatras, que han puesto el grito en el cielo, pues de un par de informes generados por su gremio dependerá si una mujer puede finalmente abortar o no.

Con razón dicen los psiquiatras que quien eso estipula no entiende para qué sirve la psiquiatría, no comprende por qué un ser humano toma sus decisiones vitales, y considera en general a toda la ciudadanía como súbditos infantiles que deben ser tutelados por entidades superiores. Una manera de pensar, por otro lado, muy propia de paradigmas autoritarios, en los que el poder se ha de perpetuar entre escasos miembros de castas. Precisamente, el modelo español. Así, un ministro que no sabe nada de la realidad, ni de medicina, ni de psiquiatría, que aparentemente debería de ser destinado a un monasterio de clausura con voto de silencio, se permite el lujo de imponer su paradigma a una población atónita. Se trata de un ejemplo de lo que se ha dado en llamar “parálisis paradigmática”.

Otro ejemplo de gente que vive paralizada en su propio paradigma es lo que ha hecho Esperanza Aguirre, miembro de la casta, al verse tratada como uno más por un grupo de agentes de movilidad en Madrid, y que la prensa cubre intensamente estos días.

España es un país en el que la gente usa redes sociales, plataformas digitales de comunicación y móviles inteligentes. Pero que eso no nos engañe. El español piensa como un siervo, porque así lo ha hecho toda su cultura desde tiempos inmemoriales. La mayoría de los españoles actuales apenas son la segunda generación que ha tenido una formación universitaria. Yo pertenezco a la primera prácticamente. Antes que yo, nadie estudió en una universidad entre mis ancestros directos. El acceso al saber, fuente primordial de la emancipación de los pueblos (generando líderes cultivados y masa social receptiva al cambio), y sobre todo de la generación de nuevos paradigmas que anulen a los previos, respondiendo a las necesidades generales, es lo que puede hacer que España cambie y se incorpore de una vez al tiempo en el que vive. Nuestro país vive en su mente colectiva en un limbo de cien años (nos comparamos injustamente con los países islámicos, cuando nosotros mismos vivimos paralizados en unos modelos de conducta que van en contra de las normas de convivencia más elementales, generando esquizofrenias como la famosa inaplicabilidad fáctica de gran parte de lo que se legisla en el país, porque lo que se pretende va en contra de los intereses del paradigma imperante, generando inseguridad jurídica como consecuencia catastrófica pero directa de ello, entre otros muchos efectos negativos, como la impregnación de intereses políticos en el Poder Judicial, entre otros), con múltiples paradigmas que se consideran obsoletos e inoperantes en otras sociedades, aún plenamente activos. El cambio de paradigmas es lento, pero también es imprescindible para que las sociedades sobrevivan. Y España tiene aún un largo y tortuoso camino que recorrer para reclamar siquiera su posición entre los demás países del orbe occidental.

El paradigma de Kuhn convertido en una lucha dialéctica entre modelos es lo que genera las dinámicas en las sociedades humanas. El deseo común es que los paradigmas imperantes sean los mejores que sea posible y que sean buenos para la vida de las personas. En estos momentos miles de paradigmas incompatibles conviven en las sociedades abiertas, pero poco a poco van fusionándose en paradigmas mayoritarios, diseñados, se diría que de forma espontánea, por el bien colectivo. De otra manera, la convivencia de islamistas, cristianos, judíos, ateos y agnósticos en un país sería imposible, como hemos visto por la historia de sangre y fuego de las guerras de religión. Y sólo es un ejemplo.

No puede sobrevivir una sociedad que niega la investigación científica que use embriones humanos porque una minoría impone su paradigma medievalista a la mayoría social. Pero también puede ocurrir que el paradigma sea manipulado y distorsionado por intereses creados y cabildeos. Nadie dijo que esto fuera fácil.

La ilustración, de Wikimedia Commons, es el cuadro de José de Ribera "Un Filósofo" (circa 1630). Está en dominio público.

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