Este mensaje puede
resultar un poco local, pero no olvidemos el viejo adagio que dice
que la localizad puede dar universalidad. Aplica lo que vas a leer al
lugar en el que vivas, sea Madrid, Toledo, Sevilla o Palma de
Mallorca. La situación será, me temo similar. Con la excepción,
tal vez, de Cataluña y el País Vasco, esto es el pan de cada día
en el país.
Cada vez que oigo a un
político canario hablar del cine encuentro una radiografía de las
carencias personales de la persona detrás del cargo; hace años,
cuando estaba intentando financiar mi segunda película todo un
Consejero de Cultura me dijo que me daban dinero si les garantizaba
alfombra roja en los Oscar. Ese es el nivel del paisanaje. Estoy
oyendo ahora mismo en la radio la entrevista a un prócer lanzaroteño
sobre su isla, centrada en las últimas cosas chachis que han pasado
allí “para mejorar el turismo” (ya saben, lo único impotante
por estos pagos). No hace otra cosa el hombre que hablar de Ridley
Scott y el rodaje de “Exodus”, que si el mayor rodaje de todos
los tiempos, que si “una isla de cine” (toma slogan), y pasar
luego a su personal catálogo de fuerza bruta: el año que viene no
se qué campeonatos en la isla que nos hacen “referente
internacional” (siguen los topicazos), todo muy, muy bueno para el
turismo, y en fin, sigue soltando esas ideas simplonas tan propias
del provinciano, del hijo de una tierra de destierro.
Y no se olvida de
recuperar Tindaya, claro. No puede faltar, tras un robo de 3.000
millones de pesetas a los ciudadanos (sin consecuencia judicial
alguna) la criaturita insiste en ello, porque, habrá “un antes y
un después” (vamos bien) de ese proyecto (por cierto: si no eres
canario y no estás familiarizado con el escándalo de Tindaya, que
retrató a la clase política, empresarial y ahora mismo a la
judicial de esta tierra desde hace ya 20 años, y se sigue en ello,
pues googlea la palabra Tindaya, y comprenderás de lo que hablo; vas a alucinar).
Aparte de una muestra
de cómo funciona esta subespecie de gestores medio ágrafos alzados a puestos de poder por los
misterios de la política canaria, y de cómo ponerse medallas de
cosas que ni tienen que ver con ellos ni de las que deberían de
regalarse mérito alguno (ocurren gracias a la lucha de pequeños
empresarios y gente con visión, cosa de la que esa subespecie de
politicastro carece), me da mucha pena que sobreviva como un virus
ese espíritu miserable, que ignora a los propios y favorece a los
“de fuera”, porque “lo de fuera es mejor”.
Ese desprecio al mérito de la gente que intenta pelear en tu tierra y ese baboso placer de lamer el suelo que pisan los guiris me parece un pecado de lesa humanidad. Vivir reflejado en el otro lleva a ignorar al propio, al propio hijo, lo que es un auténtico crimen. Ese señor, a quien no niego que hable de lo que se le antoje, pero que no da más de sí, debería de preocuparle sobre todo que cineastas y artistas locales puedan tener voz , una voz que se les niega sistemáticamente. Ridley Scott rueda en Lanzarote. Ron Howard en El Hierro. Vale. Eso da trabajo a mucha gente y trae riqueza. Ya lo sabemos. Es bueno porque nos pone en el mapa. Estupendo. Pero ¿Y nuestros cineastas? ¿Quién se acuerda de ellos? ¿Están condenados a ser notas a pie de página cuando prensa, literatura y clase política (que deberían ser ejemplares al respecto) les ignoran sistemáticamente?
Ese desprecio al mérito de la gente que intenta pelear en tu tierra y ese baboso placer de lamer el suelo que pisan los guiris me parece un pecado de lesa humanidad. Vivir reflejado en el otro lleva a ignorar al propio, al propio hijo, lo que es un auténtico crimen. Ese señor, a quien no niego que hable de lo que se le antoje, pero que no da más de sí, debería de preocuparle sobre todo que cineastas y artistas locales puedan tener voz , una voz que se les niega sistemáticamente. Ridley Scott rueda en Lanzarote. Ron Howard en El Hierro. Vale. Eso da trabajo a mucha gente y trae riqueza. Ya lo sabemos. Es bueno porque nos pone en el mapa. Estupendo. Pero ¿Y nuestros cineastas? ¿Quién se acuerda de ellos? ¿Están condenados a ser notas a pie de página cuando prensa, literatura y clase política (que deberían ser ejemplares al respecto) les ignoran sistemáticamente?
¿Cuántos realizadores
de Lanzarote conoces? ¿Cuántos tienen su propio imaginario personal
y no han podido desarrollarlo? ¿Qué responsabilidad en ello tienen
esas autoridades públicas que permanecen mirando hieráticas al
horizonte en perpetuo desprecio al talento isleño? Nunca he
entendido esta forma de pensar, tan de vendedor de enciclopedias a
domicilio, tan oscura como el pelo de la dehesa, pero en versión
isla. Con gestores así en puestos de responsabilidad, no es de
extrañar que luego ocurran catástrofes.
Mateo Gil, Andrés
Santana, Dunia Ayaso, Félix Sabroso, Juan Carlos Fresnadillo,
Roberto Pérez Toledo, Antonia San Juan, todos han tenido que irse para que sus carreras
sigan adelante (y han vuelto a contar historias en su tierra por puro amor).
Decenas de creadores canarios están condenados al ostracismo por un sistema que no les permite nacer como artistas. Y hay una enorme responsabilidad en ese desastre, en esa catástrofe que niega a los intelectuales el pan y la sal (sí, la gente del cine también son intelectuales) en manos de una clase política analfabeta e ignara.
Decenas de creadores canarios están condenados al ostracismo por un sistema que no les permite nacer como artistas. Y hay una enorme responsabilidad en ese desastre, en esa catástrofe que niega a los intelectuales el pan y la sal (sí, la gente del cine también son intelectuales) en manos de una clase política analfabeta e ignara.
El Festival de Las
Palmas dio (y espero que siga dando pronto, ya que vuelve a iniciar su andadura) una oportunidad de escuchar la voz de muchos
jóvenes cineastas canarios. Y esa voz empezó a sonar. Personal.
Propia. Única. Pero nada más ha pasado, todo de nuevo se vuelve espejismo. El cine necesita apoyo
público. Esas voces merecen ser escuchadas.
Pero que eso lo entienda un señorito lanzaroteño aupado a dirigir
la isla por los azares de D'Hont, puede ser un milagro.
¿Tenemos la clase
política que nos merecemos? No lo creo, o más bien no quiero
creerlo. Tenemos una clase política que da vergüenza, eso sí. Y
eso pasa en todo el país, además. Ya va siendo hora de cambiar las
cosas. Ya está bien de que nos gobiernen los tontos del pueblo.
La foto que ilustra este texto la tomé en La Laguna, Tenerife, el pasado 8 de noviembre de 2013.