La versión de Les Misérables
de Tom Hooper destaca entre otras cosas por su inteligente uso de la
emoción y verdad interpretativas, que son raras de ver en un
musical. En ocasiones los planos cortos en los que el director
fragmenta las interpretaciones de las canciones llegan a ser
sobrecogedores, un auténtico golpe emocional. El sostenido del
primer plano de Anne Hathaway cantando I dreamed a dream es
avasallador. El gran guiñol teatral y coreográfico de las escenas
previas, en las que su personaje vive un sacrificio expiatorio y
atroz actúan como una corriente embalsada, y el devastador e
impresionante trabajo interpretativo de Hathaway en ese plano
secuencia hace explotar la presa con una precisión impresionante.
Ocurre de forma similar en muchas escenas, especialmente aquellas en
las que Hugh Jackman brilla como el extraordinario cantante y actor
que es, en una virtuosa alquimia de exactitud interpretativa y
catarsis.
Pero todo esto está ahí porque Tom
Hooper ha tomado una decisión fundamental a la hora de crear esta
nueva versión del musical que a su vez adapta la novela de Víctor
Hugo: volver a los tiempos de The Jazz Singer. A los primeros
musicales.
En este género de cine, la técnica
actual utilizada asume que las canciones se suelen grabar en primera
instancia en un estudio como si se grabara un disco y luego son
interpretadas en el plató por los actores haciendo playback.
En esas circunstancias para cualquier actor es todo un trago intentar
interpretar unas canciones que ha grabado meses atrás en un estudio;
eso si las ha grabado él mismo.
También hay casos inversos, en los que
el actor ha perdido su voz, caso de Ava Gardner en Magnolia,
donde su voz fue doblada a posteriori por Anette Warren (el efecto en
la moral de la actriz y en su propia vida está magníficamente
recreado en el excelente documental La noche que no acaba
de Isaki Lacuesta).
Pero en los primeros años del cine
sonoro, cuando las cámaras debían estar encerradas en pequeños
búnkeres y no existían las mezclas de sonido, los musicales de
Hollywood se cantaban en directo, ante las cámaras.
Al Jolson en The Jazz Singer
interpreta sus canciones en directo, con una orquesta acompañándole
detrás de la cámara. A medida que el uso del sonido en el cine se
fue sofisticando y se pudieron hacer mezclas de música y efectos,
esta técnica, muy engorrosa, se abandonó, a favor del playback.
Y Hooper ha decidido volver a intentar
esa artesanía abandonada hace 80 años, con las técnicas de las que
ahora disponemos. Los actores de Les Misérables interpretan
sus canciones en directo. Un auricular oculto les suministra la
música, interpretada al piano desde una sala aneja al plató de rodaje,
y el actor recupera, o descubre más bien, la libertad de ajustar a
sus emociones, a su sentir en cada momento, el tempo, la entonación,
la actitud e intención del canto. El resultado es asombroso. La técnica es aplicable con precisión técnica al estar la película rodada en su mayoría (excepto algunos exteriores) en estudio (los Pinewood londinenses), en condiciones de sonido ideales.
He leído por ahí que a algunos les parece excesivo; tal vez estén olvidando de que hablamos de un musical que adapta una de las mayores novelas del Siglo XIX, una obra titánica abarrotada de recursos folletinescos.
También se acusa al director de abusar del primer plano en la realización de la película. Si bien parece una limitación inevitable del hecho de rodar con multicámara las interpretaciones para tener acceso a cobertura en montaje, creo que el director ha creado estilo desde esta limitación, contando el drama a través de los rostros de los intérpretes, y haciendo de la necesidad, virtud.
He leído por ahí que a algunos les parece excesivo; tal vez estén olvidando de que hablamos de un musical que adapta una de las mayores novelas del Siglo XIX, una obra titánica abarrotada de recursos folletinescos.
También se acusa al director de abusar del primer plano en la realización de la película. Si bien parece una limitación inevitable del hecho de rodar con multicámara las interpretaciones para tener acceso a cobertura en montaje, creo que el director ha creado estilo desde esta limitación, contando el drama a través de los rostros de los intérpretes, y haciendo de la necesidad, virtud.
Es sorprendente asistir a la energía
que este método de trabajo da a los actores, todo un regalo, y a la honestidad que
transmite este elenco de entusiasmados intérpretes rebosantes de
talento y entrega. El brillante resultado de un experimento
arriesgado.
No es, empero, la primera vez que este
recurso se utiliza; cabe recordar films en los que se interpretan
algunas canciones en directo, como At long last love (1975) un
homenaje a los primeros musicales dirigido por Peter Bogdanovich, el
remake de Ha nacido una estrella de 1976 con Barbra Streisand
o La rosa (1979), el biopic de Janis Joplin con Bette Midler.
Sin embargo, en estos casos y otros parecidos el alcance del uso de
integración en el acting de las canciones no había sido
planificado, siendo más bien un recurso técnico para actuaciones en
directo.