Uno de los más
siniestros villanos creados por Stan Lee y Jack Kirby en la primera
etapa de los Cuatro Fantásticos fue El Amo de las Marionetas (un
tipo que convertía a las personas en títeres mediante una especie de arcilla
radiactiva). Hay una excelente novela de Robert Heinlein que comparte
ese título, y narra una invasión alienígena que controla la mente
de la gente, eligiendo los E.E. U.U. para iniciar el
proceso.
Estos días hay mucha
gente asombrada -y espantada- por la caótica política de César que
el nuevo presidente de los E.E. U.U. está adoptando, mediante
órdenes ejecutivas encadenadas.
Como el payaso Pennywise, de IT, aquella novela de Stephen King, tal
vez sólo estemos viendo moverse a una carcasa vacía, un hombre de
trapo.
En Saturday Night Live,
el programa humorístico que la NBC emite en directo todos los
sábados por la noche -como dice el título- las descacharrantes -e
inquietantemente simétricas- parodias que hace Alec Baldwin de
Donald Trump han añadido últimamente un nuevo personaje realmente
ominoso, que aparece retratado como la mismísima muerte: un
esqueleto mondo bajo una tela de saco.
Es Steve Bannon. El
primer supremacista blanco -en palabras de Nancy Pelosi- que ha ascendido hasta poder mover los
hilos de todo un gobierno occidental. Él es, se dice, quien toma las
decisiones, quien susurra al oído del Presidente. Suya, entonces,
sería la Orden que casi paralizó los aeropuertos de todo el país
la semana pasada, y que un juez acaba de cancelar temporalmente.
Bannon es el director de Breitbart, un panfleto que si se publicara
hace 20 años se repartiría en fotocopias amarillentas, pero que
ahora, gracias al HTML, parece algo respetable gracias a las
plantillas de diseño estandarizado.
Breitbart es un medio de muy extrema derecha, tan extrema que aquí no tenemos
nada parecido. En circunstancias normales, personalidades como la de
su director no llegarían a puestos de poder. Pero es que estos días
no son normales en absoluto.
La orden ejecutiva -que
se ha llamado “anti-islam” y que prohibe la entrada en el país de personas provenientes de siete países musulmanes- es algo inusitado, una discriminación
por religión jamás vista en un estado democrático en tiempos
recientes. Trump la está defendiendo con uñas y dientes, y para
aplicarla ha pasado por encima de todo el mundo; la Orden fue firmada
sin consultar al departamento de Homeland Security -creado por George
W. Bush tras los atentados del 11-S-, que tendría algo que decir, ni
a los departamentos de Justicia, Fronteras o Defensa. Y cuando la
Fiscal General Sally Yates le comentó lo obvio a su presidente, que
aquello no tenía un pase, fue despedida de forma fulminante.
Últimamente se comenta
mucho ese porcentaje tan significativo que nos informa de que, de los
fallecidos en E.E. U.U. en los últimos años por causa violenta, menos de un
1% murieron por el terrorismo de origen yihadista, y más del 99%
restante perecieron por disparos de sus propios conciudadanos, ese
derecho constitucional que supone, creo, una muerte violenta en el
país cada 10 segundos. Relacionar el problema yihadista en
territorio norteamericano -estadísticamente bajísimo, como vemos-
con la religión musulmana, es un auténtico peligro. Se llama visión
de túnel. Los fanáticos la padecen. Sesgo cognitivo. Sólo ven ese ínfimo porcentaje menor que un 1%. Y pueden destrozar la vida a todo un país por esa ceguera
selectiva.
EE.UU. disfruta, por lo que
vamos viendo estos días, de unas estupendas herramientas capaces de parar
estos despropósitos legislativos. La Orden está actualmente
inactivada y cientos de personas, ciudadanos americanos, gente que
trabaja allí, con carta verde, y en resumen, con derechos, pueden
entrar de nuevo en su propio país. Eso le ha causado al multimillonario
presidente su última rabieta, que ha desahogado en Twitter, como
siempre.
Bannon, también como siempre,
guarda silencio.
Ese silencio sí que es
inquietante. De ser cierto que es su dictado el que está creando
estas órdenes ejecutivas, tiene un plan. Y quien dicta es,
efectivamente, un dictador.
Vengan de la mente que
vengan, leyes como esa podrían contribuir a acabar con el área de
convivencia común que poco a poco se ha ido creando, con sangre,
sudor y lágrimas, en muchas naciones del mundo en las que musulmanes,
cristianos y judíos, las tres grandes religiones en conflicto
secular, conviven sin problemas y en progresivo entendimiento.
Reproduzco la portada del número 8 de "Fantastic Four" (publicado en noviembre de 1962), por Jack Kirby, acogiéndome al derecho de cita.