miércoles, 6 de agosto de 2014

Lo que no se puede expresar

El otro día tuiteé esto tras revisar la película de Weir.


Con el paso de las semanas, asentado el visionado, la sensación de haber visto una obra extraordinaria, que carece de lectura desde el lenguaje o de traducción, se mantiene. Ví esta obra hace un montón de años, la revisé hace una década y volví a ella hace unos días. Cada visión enriquece más el micro universo que genera. La lectura desde diversas edades la cubre de nuevo significado, no verbal, sino intuido. Más allá del concepto de una obra de cine como objeto de arte -en el sentido de las instalaciones o el cine experimental- la sutil mezcla tan bien temperada de Weir entre lo sobrenatural, no no verbalizable, lo... ¿Lovecrafiano? (podría seguir añadiendo adjetivos sin parar) la convierten en una obra clave en la historia del cinematógrafo.

El instinto, lo muy antiguo, el misterio insondable de la vida humana y su lado animal y arcano... todo se junta en un estado que como espectador te lleva a una sensación, insisto, imposible de traducir en otra forma que no sea vivirla.

Pocas, muy pocas obras de arte pueden hacer eso con las personas que las disfrutan. Llevar al espectador a vivir en ellas, generar un nuevo significado, casi una nueva percepción.

Esto es cine en su máxima expresión, causando una lectura emocional, intelectual y primigenia imposible de alcanzar en ningún otro medio.

Weir sólo con esto ya es inmortal.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.