jueves, 9 de agosto de 2012

"EL LIBRO ELECTRÓNICO, ESPEJISMOS Y REALIDADES DEL PAPANATISMO DIGITAL" (Spanish)



Article. June 2011.

El llamado "libro electrónico" o ebook, esa conjunción entre un archivo de datos y un lector digital que permite leer literatura en forma de bits está de moda. Y con la moda ha llegado la polémica. En los tiempos que corren es cada vez más común ver por doquier artículos de prensa con títulos como "el fin del libro", "el libro electrónico cerrará las librerías", etc. Los "gurús" de internet y la tecnología suelen pontificar desde sus esquinas virtuales las bondades de cualquier gadget electrónico que les pongan delante, en un ejercicio de publicidad gratuita al fabricante, y el libro electrónico no iba a ser menos. Asistimos a una alarmante actitud ensimismada en la tecnología, que olvida de qué se habla finalmente: de libros, no de herramientas de lectura. De la misma forma que al comprar un libro en papel no sueles preguntarte sobre la composición química de la tinta, la técnica de encuadernación ni el papel usado, es sorprendente tanto interés en unos aparatos que sólo deben de servir para leer.

Pero ¿Qué hay de cierto en todo este ruido mediático? ¿Estamos una vez más asistiendo a lo que a veces llamo "papanatismo digital", esa mezcla de ignorancia, miedo a lo nuevo y desesperación por estar al día que genera monstruos como la "alfabetización digital" o las "aulas conectadas"? Sin ánimo ludita, pero con deseo de poner algunas cosas en su sitio, me gustaría aclarar ciertos asuntos que últimamente ciertos articulistas y “generadores de opinión” están extendiendo como verdades indiscutibles.

Entre lo más oído últimamente está que el libro electrónico está destinado a acabar con el libro tradicional por las tendencias actuales de mercado -las cuales indican una subida de ventas muy alta entre los libros en formato digital, pero que por ahora tienen aún mucho que recorrer para alcanzar al libro en papel ya que, siendo claros, el uso del libro digital es marginal en este momento- y la supuesta “democratización del acceso al libro” que traerá a la gente. Se habla de acceso gratuito a “millones de libros” desde los lectores electrónicos, olvidándose que esa función ya la cumplen las bibliotecas tradicionales (acceso gratuito a una cantidad ingente de títulos). Pero la mayor falacia, que se extiende como una mancha de aceite entre la población, es lo supuestamente ecológico del libro electrónico frente al libro tradicional que, al estar fabricado de papel, genera gran contaminación o "huella de carbono" (una medida de la cantidad de contaminación derivada a la atmósfera por la producción y/o uso de un determinado bien, medida en Kg de dióxido de carbono). El ebook es, según los medios, la panacea para el fin del calentamiento global, una solución definitiva a la deforestación, el súmmum de la tecnología de uso responsable y sostenible.

Si bien es cierto que el libro tradicional consume recursos en su producción, como todo bien manufacturado (mayoritariamente procedentes del proceso de fabricación del papel, obtenido directamente de árboles, y que implica un gran consumo de agua, amén del traslado del papel del fabricante a la imprenta, las tintas, gomas, etc.), en estos momentos, el "libro electrónico" pierde notoriamente la partida. La "huella de carbono" de un lector de libros electrónicos, sea un iPad o un Kindle, incluyendo su fabricación y uso, está en la franka de 180 a 200 Kg de dióxido de carbono. La de un libro convencional es de alrededor de 4 Kg. Se calcula que, para igualar la huella de carbono generada por un lector de libros electrónicos, un lector español tendría que adquirir y leer alrededor de 50 libros en ese formato, lo que representa unos 4 a 7 años de lectura de un lector español medio-alto, un espacio de tiempo muy superior a la obsolescencia del lector. Ello implica entonces lo contrario a lo publicitado: el libro electrónico contamina más que los libros tradicionales.

Para fabricar un lector de libros electrónicos se requieren 300 litros de agua y 15 Kg de minerales sin refinar. Se calcula que para 2014 la huella de carbono colectiva de todos los lectores de ebooks del mundo será de unos 248 billones de Kg de dióxido de carbono, el equivalente a la huella colectiva de países como Angola o Túnez.

Pero estos promedios omiten otros aspectos inherentes al “libro electrónico”, como que no es posible legalmente copiar un ebook, por lo que cederlo para que terceros lo lean -cosa que sí pasa con los libros convencionales, que pueden tener una infinidad de lectores, como prueban las bibliotecas públicas o el fenómeno del bookcrossing- no es factible, sin entrar en la lacra de la piratería, claro. Tampoco es posible por ahora leer sin gasto de energía un libro electrónico, requiriéndose un cierto consumo de la electricidad acumulada en la batería del lector para su lectura -aunque la tecnología del Kindle de Amazon, por ejemplo, permite que sólo se consuma energía al pasar las páginas virtuales del libro-. Otro problema, tal vez el más serio a largo plazo, es la durabilidad de la información. Por nuestra experiencia como civilización sabemos que el soporte de papel puede resistir siglos sin problemas, siempre en las condiciones de conservación adecuadas. Sin embargo, la información digital requiere de continuos procesos de copia entre soportes que se degradan con el paso del tiempo, lo que genera continuos gastos y consumo de energía, que lleva a un círculo vicioso de fabricación de hardware que sustituya al viejo o inutilizable. Independientemente de la llamada "obsolescencia programada" creada por los fabricantes, la obsolescencia física natural de los soportes digitales no pasa de los 20 años y es inevitable. ¿Qué pasará entonces con los libros electrónicos en términos de varias generaciones en el futuro?

A todo ello hemos de añadir el brutal consumo de energía de los grandes servidores que hay que mantener para la venta de libros digitales, y la terriblemente tóxica fabricación de semiconductores, necesarios para la creación de los lectores, que, entre otras materias primas, requieren Coltan, un material imprescindible para estos equipos cuya explotación está arrasando, literalmente, regiones enteras de África. El Coltan es el nuevo “diamante de sangre”, pero los occidentales, que lo necesitamos para todos estos equipos y gadgets que disfrutamos, preferimos mirar a otro lado sobre las formas en que se obtiene.

El proceso de fabricación de los lectores de libros electrónicos usa sustancias venenosas como el arsénico, o de posible escasez progresiva, como el litio (imprescindible para las baterías, y del que pronto llegaremos a un pico de extracción mundial), y la manufactura se realiza en países lejanos en los que los controles y protecciones a los trabajadores son laxos o no existen, y donde los residuos químicos se arrojan a acuíferos sin control alguno (el proceso de fabricación de semiconductores es tan o más consumidor de agua que el de papel). Además, el reciclaje de estos equipos suele terminar en un vertedero de un país del tercer mundo con los más menesterosos a cargo de su desmantelamiento, manejando componentes tóxicos. No quisiera leer un ebook fabricado por mano de obra esclava, la verdad.

En fin, no es oro todo lo que reluce; en estos tiempos es difícil retraerse a este entusiasmo un tanto infantil hacia el gadget, que confunde el medio con el objeto, la tecnología con el trabajo, la herramienta con la creación. Hace unos días en una emisora de radio de las más oídas del país se dedicó media hora a hablar de libros electrónicos. En realidad nadie estaba hablando de libros en aquel programa. Se hablaba de cacharros electrónicos, y ni se mencionó una sola novela o ensayo, ni un sólo título. Sólo aparatos. ¿Es que hemos perdido el norte?

En medio de todo este ruido mediático profundamente interesado, generado al final de la cadena, en mi opinión, por corporaciones transnacionales hambrientas por vender equipos en tiempos de crisis, los ciudadanos hemos de pedir transparencia a los fabricantes, exigir que los lectores electrónicos sean totalmente reciclables, y pedir siempre veracidad en los datos. Que los árboles del papanatismo digital no nos impidan ver la realidad.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.