Don Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha publicado recientemente un artículo titulado “Canon Digital” en el diario El País que creo merece algunas aclaraciones.
En primer lugar, Ibarra habla en su texto de la imposición del llamado “Canon Digital” a los ciudadanos. Quisiera aclarar que el Canon, además de dimanar de una norma europea, es gravado al fabricante de los dispositivos, siendo el fabricante el que repercute el coste sobre el consumidor. A lo mejor ahora la perspectiva es ligeramente diferente. Tal vez sería más conveniente reclamar a Toshiba, a Verbatim, o a Hewlett Packard que cumplan con su obligación de pagar el canon, sin trasladar el coste al usuario. Así, podríamos ver también con más perspectiva el problema y entender de una vez por todas quién es el culpable en este asunto. Si se quiere discutir la conveniencia o no del canon digital, se debería empezar por ese punto: preguntarse por qué lo repercuten los fabricantes, que son quienes deben pagarlo, al consumidor. Y por qué el consumidor no es informado de ello. Así, si un consumidor decidiera comprar sólo productos que no repercutieran el canon, tendría más libertad de elección.
Ibarra también habla en su artículo sobre páginas como iTunes o Spotify, que venden contenidos legalmente en la red, y vincula su nacimiento y existencia a la ausencia de persecución de las páginas “piratas”. Quisiera aclarar que la diferencia entre las primeras y las segundas es que iTunes, Spotify y otras como Filmin, Netflix o Filmotech detentan legítimamente los derechos de distribución de los títulos que venden, cosa que no hacen las páginas piratas, las cuales realizan labores de distribución de contenidos sin pagar por esos derechos a los legítimos propietarios de los mismos. No puede ser pernicioso para un concesionario de coches legal el perseguir a los ladrones de coches, ya que perseguir a éstos no “daña la libertad de la venta de coches”. Más al contrario, perseguir a los piratas beneficia a los vendedores legales, como Spotify.
En unos momentos de polémica y desinformación, de posiciones enconadas en un asunto tan grave como la protección de los derechos de autor (que, no lo olvidemos, forman parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su Artículo 27: "Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.") y antes de añadir ruido a la ecuación, es cuando el rigor y la información objetiva como base de la opinión devienen perentorios. El “derecho de copia” es absolutamente fundamental en cualquier sociedad, y es lo que vende, por ejemplo, una productora norteamericana, cuando cede la distribución de una película como “Thor” a un territorio como España. Es la base del derecho de autor, del derecho intelectual y del derecho industrial. Internet precisamente está convirtiendo el mundo y las industrias más punteras (y esto es lo realmente revolucionario) en gestores de derechos de propiedad intelectual e industrial; el mundo se está basando en el intercambio de esos valores intangibles en forma de torrentes de bits, software, entretenimiento, información, etc. Basar una sociedad en la anulación de esos derechos en un mundo cuyo futuro es la propiedad intelectual es llevar a un país entero al suicidio.
Según un reciente estudio del Observatorio de la piratería, en España El 95,6% de la música que circula en Internet es pirateada, el cine ronda el 84%, los videojuegos el 52,3% y los libros por el 19,7%. Creo que las cifras hablan solas.
Internet fue creada por hackers idealistas en los años 70 y se ha mantenido como una laguna legal, pero hemos visto muchas veces ya que la humanidad no parece funcionar bien con la autorregulación y las normas han aparecido también en Internet. Porque en la Red de Redes se trafica con datos, se roban números de tarjeta a millones cada día, existe el phishing, el spam, el malware, los troyanos, los sniffers, los virus, y se delinque por la Red tanto como en el mundo real. Esos delitos no deben quedar impunes.
Elio Quiroga Rodríguez es director, guionista y productor de cine. Ha dirigido los largometrajes “Fotos”, “La Hora Fría” y “No-Do”. De estos dos últimos también ha sido uno de los productores. Ha escrito “La Materia de los Sueños”, Accésit al Premio Everis de Ensayo 2004. Es ingeniero técnico en Informática de Sistemas por la ULPGC.