domingo, 30 de diciembre de 2012

Max Planck dixit


A scientific truth does not triumph by convincing its opponents and making them see the light, but rather because its opponents eventually die and a new generation grows up that is familiar with it.
Max Planck

Una verdad científica no triunfa porque convenza a sus adversarios y les haga ver la luz, sino más bien porque los adversarios a la larga se mueren, y crece una nueva generación que se familiariza con esa verdad.
Max Planck

sábado, 29 de diciembre de 2012

FIN DE AÑO EN EL REINO DE LOS RÉPROBOS



FIN DE AÑO EN EL REINO DE LOS RÉPROBOS
(Article)



Termina el año 2012, uno de los más convulsos de nuestra historia reciente, y gran parte de esos movimientos están revelando cosas a los ciudadanos que hasta ahora permanecían ocultas. El problema no es local, es general, o “sistémico”, como gustan decir los economistas, y alcanza a toda la estructura de poder político del país, nacida, criada y madurada sobre cimientos muy mal asentados. Es el momento de hacer un reboot al país, pero para ello primero habría que vencer resistencias antiguas, enquistadas en el “modus vivendi” de la clase política española, una casta, una aristocracia, asentada en un régimen político cada vez más injusto y desequilibrado.

En estos días en los que la Comunidad de Madrid ha aprobado la privatización de la gestión de varios hospitales y centros de salud, las costuras de la situación que vive el país se hacen más evidentes que nunca; se emprende, sin el menor estudio, una política de privatización de un servicio por pura ideología y prejuicio, ya que no existe evidencia científica que apoye la tesis que se quiere aplicar, y ni se molestan en pedir la investigación necesaria para obtenerla. Políticos de una mediocridad sobrecogedora1, ignorantes de las más elementales medidas de estudio para actos irreversibles como el planteado, cuando no comisarios políticos ultraideologizados que legislan finalmente a espaldas de un porcentaje apabullante de la población, desde una completa falta de transparencia, debate real e información, e, insisto con una ignorancia absoluta de la evidencia científica al respecto2, todo ello se suma en un epítome fulgurante de las carencias de la política española. Les da igual, se conducen por ideología. El disconforme es el enemigo, son portadores de la verdad, incapaces de hacer la antigua distinción platónica entre ciencia y opinión, o ni siquiera planteársela.

Los signos son tan alarmantes que sistemáticamente el observador se plantea encontrar respuestas, entender qué está pasando. No se trata sólo de Madrid ni de la privatización de la sanidad. Es toda una forma -errónea, sesgada, irracional- de ver el mundo.

Porque es todo lo que falla, el sistema entero. Desde la fallida representatividad parlamentaria, pasando por el que he denominado “darwinismo de partido”, y llegando a la completa ausencia de comprensión de la realidad, por muy clara que esta sea, para la casta gobernante, todos estos asuntos que pueden convertir en irreversible la situación de España se han ido incubando durante décadas de gobiernos que han mirado a otro lado, que han dejado que los problemas se pudrieran, ya fuere por la tentación -inevitable- de pasar al siguiente gobierno (con el desgaste que implica para el rival) el problema, como por pura incompetencia (que, no lo olvidemos, según el famoso refrán, es a veces indistinguible de la maldad), el resultado es un país controlado por una minoría de individuos poderosísimos carentes de las cualidades mínimas para ser adjetivados como gobernantes3. Esto es, estamos en la peor situación posible en el peor de los momentos imaginables.

Se recorta donde no se debe para no tocar “a los que llaman por la noche”4, se mantienen los parabienes y beneficios de castas casi medievales “para no incomodar a los amigos”5, o se financia a costa de los impuestos de todos los españoles a instituciones financieras quebradas “para no causar una catástrofe”6, generando desastres mucho peores a millones de personas.

Un ejemplo del futuro que nos puede esperar de seguir esto así lo tenemos en Grecia, que camina hacia el abismo a la carrera, azuzada por los grupos de presión europeos que sólo piensan en cobrar una deuda incobrable, toda una tautología. ¿De verdad merece la pena causar tanto sufrimiento a una incontable masa de gente inocente?7¿Para qué? ¿No se dan cuenta los que legislan de que se están cruzando fronteras que se consideran sagradas? ¿No piensan en las consecuencias de sus actos? Es probable que no, porque otra de las características de la masa política española, seleccionada de lo mejor de cada casa, no es precisamente la competencia en diversas áreas de conocimiento, sino su capacidad para ascender en la escala interna de las maquinarias partidistas.


La impunidad

Pero el asunto más grave, que hace tambalearse todo el futuro del país, es la impunidad. La ausencia de responsabilidad campa por doquier en España8. Casos de corrupción rampante no generan purga alguna en las cúpulas de los gobiernos y sistemas de partido, escándalos judiciales demoledores apenas arañan la intocable maraña de favores prestados y clientelismo que ha cimentado 30 años de democracias parlamentarias centrales y autonómicas. Así, casos de estafas masivas como el de la venta de preferentes se resuelven con todos los implicados mirando a los celajes, se aceptan declaraciones judiciales del tipo “yo no sabía nada” de tipos más que sospechosos sin más cuestión, y en asuntos como el de Bankia y similares, que han arrasado con el PIB del país, nadie sabe nada y nadie asume nada. La connivencia y complicidad de los poderes supuestamente independientes es perfectamente visible y asaz chirriante, y las costuras que se saltan dejan atisbar una podredumbre de décadas acumulada que pugna por explotar, y lo hará, esperemos que más pronto que tarde. Toda esta telaraña de intereses, de alfombras que tapan otras alfombras, de "yo no digo nada si tú no dices nada" puede acabar con el país.

Porque este es uno de los peores problemas de la democracia española, el jugar a dos bandos, esa postura en la que nunca se pierde que se resume en un doble rasero: la aplicación del supuesto de la legalidad y del “dura lex sed lex” para unos y para otros el oculto y siniestro, “pago en B” de los favores prestados, de los indultos injustos9, de la aplicación de la legislación al albur de quién sea el acusado, de sus padrinos, amigos, acreedores y deudores, del “si tiras de la manta yo tiro también” incubado en connivencias inconfesables por décadas y décadas. Este tipo de alarmantes señales de catástrofe inminente, en las que nadie se esconde ya, amenazan con reducir a añicos el cuerpo legislativo, constitucional y civil del país.

Porque mientras esto ocurre, el poder político, amedrentado por las consecuencias que intuye en sus propios actos inconfesables, amordaza a la débil sociedad civil10 (per se una de las menos desarrolladas del mundo Occidental), hace enmudecer a las voces incómodas, y ejerce un patético y desesperado intento de control de la información11que tal vez tuviera sentido hace algunas décadas, pero que ahora, con la presencia de Internet en un alto porcentaje de hogares, revela aún más la incongruencia de ciertas actuaciones en los momentos en que vivimos y sobre todo la incapacidad de una casta política ensimismada para comprender el tiempo en que viven12.

Como resultado, ante la ausencia de uso del Parlamento como foro, un pecado de Lesa Democracia grave como pocos, legislación mediante a base de decreto ley sin debate posible, la negación suicida de la evidencia científica como único medio racional para comprender los problemas que afrontamos, y la presión de minorías (incluidas las sectas católicas, de gran poder en España) se llega a legislaciones prejuiciadas, ideologizadas, y por tanto erróneas, inútiles, lesivas, ilegales y de espaldas a la realidad, en un cóctel explosivo. En cierta medida el país parece habitado por legisladores decimonónicos que pretenden reinventar el mundo, poniéndose en contra a todos.

Vendettas personales

La ideologización de una mayoría absoluta “con aires de casta” produce monstruos, y las pruebas acusadoras se levantan por doquier a lo largo de este 2012 que termina en forma de leyes injustas, derogación prejuiciada de normas opuestas al pensamiento del gobernante13-que ignora completamente si son o no beneficiosas para las gentes, sólo se atiene a contentar a las minorías que le presionan- en un furor digno de mejor causa.

El caso del doloroso ministro Wert, auténtico azote para la industria del cine, de la que soy parte, es sobrecogedor. Desde el año del famoso “No a la guerra”, en el que, literalmente, millones de españoles fueron desoidos por su gobierno, pero un grupo de actores en la Ceremonia de los Premios Goya se hizo eco del clamor popular, hay un “odio” cerril por parte de ciertos colectivos minoritarios hacia ellos, que se ha extendido “al cine español” en uno de esos actos demenciales propios de dictaduras bananeras que últimamente vemos tanto por doquier. Pues bien, en cuanto el Ministro es nombrado, no sólo se arrasa con la legislación previa -que, con sus lagunas, luces y sombras, lleva funcionando 30 años sin tacha, y se había ajustado en consenso con gran parte de los operadores de la industria en la legislatura anterior, con el voto favorable del Partido en el Gobierno- sino que, en una especie de concesión ciega a los prejuicios de una umbría minoría de presión, se boicotea todo lo relacionado con la industria audiovisual, desde la subida del IVA hasta los cambios no declarados oficialmente de los criterios de apoyo al cine español (un desmadre que ya simplemente ignora la propia norma del BOE, y que debería ser denunciado ante las más altas esferas comunitarias). Las declaraciones de los ministros de Hacienda y de Cultura al respecto revelaban una ignorancia del medio tan sobrecogedora que refuerzan el asombro de comprender que una persona así de desinformada e ideológicamente prejuiciada ocupe una cartera ministerial de cualquier tipo, capaz de lanzar sus prejuicios a los cuatro vientos sin sonrojarse14.

La suma de vendettas personales inexplicables en un estado civilizado como pagos a una ideología oscurantista y medieval -la de los grupúsculos católicos de presión- y a una total tolerancia y permisividad para con los “pecadilos de los amigos” (La lista es desoladoramente larga: banca, eléctricas, tabaqueras, telecomunicaciones, sanitarias, transportes, financieras, autonomías y ayuntamientos del mismo partido, venganzas judiciales incontestadas, negación de la memoria histórica, toma de los medios públicos, privatizaciones, legislación puramente cosmética para acallar protestas incómodas15, desmantelamiento de la investigación científica16, burocracias imposibles17de aplicación arbitraria18, etc.) y la intolerancia al “rival” que polariza a la opinión pública de forma suicida son incompatibles con una democracia que quiera sobrevivir y prosperar, y traerán terribles consecuencias en el futuro. De nuevo unos gobernantes incapaces de ver más allá del bosque de su prejuicio ideológico, de sus “amigos y enemigos”, de su ignorancia galopante, condicionan el futuro de una nación de 40 millones de almas.

Y al fondo se mueve el magma de los grandes intereses, las megacompañías que acogen con los brazos abiertos a los exministros que meses antes han legislado en su favor, las connivencias con grupos de poder, la desinformación, todo ello dirigido por la codicia, el eterno monstruo de siempre, de ejecutivos, corporaciones, incluso gobiernos que sólo entienden conjugaciones en términos de dinero, deuda, pago, deuda... el dinero lo domina todo, se come gobiernos y extermina almas. Corrompe a legisladores y arrasa derechos. Poderoso caballero.

Si bien es verdad que los momentos críticos que vivimos en la economía han sido fundamentales para que las costuras se rompan, es justo ahora cuando debemos de aprovechar el momento para replantear la catastrófica situación que España atraviesa, generada en gran parte por la incompetencia de gobiernos autistas y legisladores ausentes, con una connivencia con la corrupción intolerable y una incapacidad de interpretar la realidad tan demencial como suicida, antes de que esto no tenga vuelta atrás. Un país no puede sobrevivir con modos de la cosa nostra imbuidos en el tejido de sus instituciones más sagradas.

Epílogo


No planteo que los aludidos en este artículo no actúen de buena fe, ni movidos por un sentido del deber ineludible, porque la sola sospecha de que actúan por otros motivos me movería al espanto. Asumiendo su honestidad, simplemente carecen de los rudimentos intelectuales para tomar ciertas decisiones de gran trascendencia, y parecen no darse cuenta de ello. En un acto de valentía deberían asumir esas carencias y alejarse de los puestos a los que han sido aupados. Por el bien de todos. Sin embargo, como decía Einstein, "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro". Así que, sí, probablemente todo empeore hasta que el sistema sea tan insostenible que se caiga solo. El problema es el sufrimiento que todo ello acarreará.


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1 Recordemos que el actual Presidente de la Comunidad de Madrid, legislando  contra la opinión mayoritaria -demoscopia mediante- de su población, no ha sido votado en unas elecciones; unos vicios llevan a otros. Pero este es sólo un ejemplo con un gobierno conservador al cargo, y casos flagrantes de completa ignorancia de la realidad jalonan, independientemente de la ideología del gobernante, las catástrofes económicas que han coadyuvado a la presente crisis galopante: la ruinosa red de AVE, las imposibles autopistas radiales, los carísimos aeropuertos sin aviones, el demencial circuito urbano de Fórmula 1 de Valencia (recuerdo en un Telediario, un día triste para España, cuando perdimos la oportunidad de ser sede para el Proyecto Iter de fusión nuclear, se emitía cómo Rita Barberá saltaba vigorosamente de alegría ante el logro para Valencia de ser la sede de la Copa América de vela; las carencias del país quedaban a la vista en una sola metáfora visual), el cierre del espacio aéreo español en 2010, las Cajas dirigidas por incompetentes, los recortes realizados sin análisis alguno en asuntos delicados como la sanidad o la Ley de Dependencia, son ejemplos igual de válidos de los monstruos que fabrica poner al cargo de instituciones y empresas a analfabetos científicos, de lanzar proyectos y acciones de grandes dimensiones sin la menor comprensión de sus consecuencias.

2 La literatura científica sobre el asunto de las consecuencias de la privatización de la gestión sanitaria está disponible, si bien sus conclusiones han de ser sometidas a debate y a posibles factores correctores. Hay un interesantísimo análisis al respecto en el blog de FEDEA, que debería ser de lectura obligatoria a la “casta” política.

3 Siento la tentación de hablar de una casta de psicópatas, cada vez que leo la prensa y asisto a los dislates diarios con que se azota al pueblo español desde la legislación y las ruedas de prensa de los políticos. Sería interesante saber si justamente es así, si el “darwinismo de partido” atrae hacia las cúpulas sistemáticamente a gentes desalmadas, incapaces y perversas, de forma más intensa que en otros procesos selectivos de otros sectores sociales, o si por el contrario el porcentaje de impresentables es similar al de cualquier otro aspecto de la vida diaria. Sería un asunto interesante.

4 Es increíble cómo se está “cambiando todo para que todo sigue igual” en tantas instituciones. No se está haciendo nada en los aspectos más sangrantes de las carencias de la democracia española y de sus problemas de base, se mantienen privilegios inexplicables a minorías selectas, y en realidad, al más puro estilo de Lampedusa, no se hace nada en realidad, no se cambia lo que falla, pues allí “residen los amigos”. Sólo se toman medidas cosméticas.

5 Desde los nuevos privilegios de Registradores y Notarios al “Asunto Eurovegas”, una corriente de decisiones abiertamente injustas, diseñadas para el beneficio de castas, se suceden por doquier sin que la ciudadanía pueda hacer nada por evitarlo, al carecer de mecanismos efectivos para hacer oír su voz.

6 En el más puro estilo de la “doctrina del shock” se mantiene a la población aterrorizada y paralizada con amenazas invisibles del tipo “si no hacemos esto vendrá el caos”, algo muy propio de regímenes escasamente democráticos y desarrollados.

7 Se publicaba recientemente que la contaminación en Grecia se ha multiplicado por tres desde el inicio de “los recortes”, a causa del uso indiscriminado de quemadores de leña para la calefacción. Lo ocurrido en ese país, la cuna del saber de Occidente, no sólo nos habla de lo despiadado de unas medidas no sólo injustas sino increíblemente estúpidas, que pueden acabar a poco que sople el viento con la misma Europa que tanto dicen defender, sino de lo despiadado de llevar a millones de personas a un sufimiento inimaginable por argumentos abstractos. El daño que se está haciendo al hablar de “Dos Europas”, “Norte y Sur”, acrecentando el prejuicio irracional y el populismo, es incalculable y revela una increíble falta de los más elementales valores por parte del núcleo duro del supuesto “Gobierno Europeo”, demostrando que la destrucción del “invento europeo” se oculta en sus hijos más poderosos.

8 No somos los únicos. Piénsese en la extrañísima situación de Alemania, que acaba de ordenar que sus Cajas no son supervisables por el BCE. La sospecha de una corrupción generalizada y un agujero de billones oculto en ellas ha saltado inmediatamente, demostrando una vez más que las crisis muestran las costuras de los trajes mal zurcidos, y que ello ocurre en las mejores familias.

9 El caso del ex-drogadicto encarcelado mientras se indulta a un grupo de Mossos torturadores convictos muestra este estado de cosas intolerable.

10 La represión a las expresiones públicas de protesta, como las manifestaciones, en ciudades como Madrid, se ha multiplicado. La información sobre los asistentes a las mismas se falsea de forma absolutamente ramplona sin contestación. Los ciudadanos asistentes son cacheados y detenidos sin miramientos.

11 El ejemplo de Televisión Española mueve a cualquier persona en sus cabales a la vergüenza.

12 Aparte de para jugar al Apalabrado en la famosa votación del Parlamento de Madrid, la ignorancia de la casta respecto a la realidad de la vida con Internet y las redes sociales, y de las consecuencias de ello sobre sus funciones políticas, es palmaria.

13 Es el caso de la famosa eliminación de la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, extendida en toda Europa, añadida a los curriculums escolares por imperativo de una Directiva Europea, y contestada por grupúsculos “ultras”, a los que el actual gobierno parece tener en gran estima pues le han llevado a suprimirla de los programas docentes. Es un interesante ejemplo de cómo una minoría de apenas unos cientos de fanáticos, si están bien colocados, pueden generar un “pensamiento prejuiciado” hacia el legislador y generar monstruos, como en este caso, porque en breve Europa vendrá a pedirnos cuentas al respecto.

14 Una actitud del tipo “no quiero asesores que me informen, no quiero comprender, me bastan mis prejuicios”, indigna de un ministro de cualquier gobierno e indignante en cualquier caso. Lo peor de todo es que se disfrazan como “recortes necesarios” lo que no son sino ajustes de cuentas con grupos que según la visión prejuiciada del ideólogo detrás de estos movimientos legislativos, requerían un ajuste de cuentas por viejos asuntos pendientes, poniendo de paso, como adolescentes irresponsables, el prestigio y la riqueza del país en peligro, causando paro y ruina generalizadas en un sector económico puntero. Pero de nuevo el pensamiento ideologizado no entiende de realidades, “yo no he sido”, será la respuesta, digna de un crío inmaduro pillado con las manos en la masa.

15 El ejemplo de los desahucios es perfecto al respecto, regido por una ley con 109 años sobre sus espaltas totalmente obsoleta, el Gobierno para “no meterse en líos” ha creado un Decreto Ley totalmente inútil y superficial para acallar los ruidos de la calle, sin comprender, una vez más, que así no se hacen las cosas.

16 Las cifras nos ponen a la cola de Europa en inversión en I+D. Cientos de científicos, lo mejor de nuestra sangre, abandonan el país en masa. La saña de los recortes a la ciencia parece tener otro sesgo ideológico oculto. ¿La ciencia no parece gustar a los oscuros grupúsculos de presión católicos? Tal vez. La rica herencia feudal de nuestro país y su práctica ausencia de la Historia de la Ciencia, que han heredado todos los países que hemos conquistado (hispanoamérica), son síntomas de una enfermedad que alguien debería diagnosticar algún día. Carlos Elías, en su fundamental ensayo "La Razón Estrangulada" (Debate, 2008) incide precisamente en esta maldición que España ha llevado consigo a todos los territorios que ha conquistado: el desprecio a la ciencia nos ha llevado a esto y aún seguimos sin comprenderlo.

17 España ostenta el peculiar récord de ser, de todo el mundo, uno de los países en los que más difícil resulta crear una empresa, todo ello a causa de trabas burocráticas acumuladas por legislaciones parcheadas durante décadas y décadas, prueba de que a la aristocracia en la sombra le estorban la innovación y la permeabilidad social, causas potenciales ambas de que tambalee su cómoda situación. El viejo hidalgo castellano no renuncia a "lo que es suyo".

18 Caso Madrid Arena. Una legislación ultracompleja en términos de seguridad y apertura de locales de ocio desaparece como por ensalmo y se convierte en papel mojado “cuando se trata de un amigo”. Resultado: cinco muertes. Ni una sola consecuencia política aparte de la cosmética. El principal acusado sale tras pagar su fianza con la única medida de una retirada de pasaporte, a pesar de una “clara” sospecha de fuga y de que Schengen permitiría que abandonara el país sólo con su DNI en pocas horas. Sospecha tras sospecha, amigos que llaman a amigos... La España eterna.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿15 años?



¿15 años?
por Elio Quiroga
Article



Hoy estuve hablando de la situación actual del país con José Miguel Santos, amigo de muchos años y profesor en la Facultad de Informática donde cursé mis estudios universitarios hace algunos años ya. Convenimos en la caótica situación en que vivimos, con un gobierno ensimismado en cumplir extrañas órdenes de un tercero sin comprender las consecuencias que traen a las gentes. Nos confesamos sorprendidos de cómo el techo de cristal del límite de competencia funciona tan sistemáticamente bien entre nuestros próceres que una y otra vez se ve inexorablemente confirmado en un panorama desértico.

Legislaciones anquilosadas, instituciones paralíticas, una corrupción rampante que sorprende a propios y extraños -como si no hubiera estado siempre ahí-, las costuras de un traje demasiado remendado han sido repentinamente descubiertas. Todo el sistema se tambalea, porque por primera vez los españoles se han detenido en su loca carrera hacia ninguna parte y se han puesto a mirarse un rato. Y el retrato es desolador. Un paro galopante, despidos masivos, privatizaciones sin tino, represión de la protesta, silencio administrativo para el disconforme y un gobierno mayestático que otea el horizonte como si nada de esto fuera con ellos, respondiendo con consignas políticas o falaces frases hechas, “el déficit es lo primero”, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, y aplicando un viejo refrán acuñado en los tiempos de la dictatura (atribuida en una versión mucho más soez a José Antonio Girón de Velasco): “al amigo todo, al enemigo ni agua, y al indiferente, la legislación vigente”, en el que se resume brutalmente la España que ha comenzado el nuevo milenio con una ilusión falsa de modernidad y riqueza que no era sino un castillo de naipes subdesarrollado que ocultaba el eterno retraso “de 20 años” que nos separa de los países de nuestro entorno, una cifra arbitraria, tal vez injusta, pero reveladora de lo que somos, por mucho que lo maquillemos. Como botón de muestra estos días asistimos con incredulidad a cómo los elegidos por la voluntad popular, y bajo palio de grupos residuales (en miembros, no en fuerza) religiosos extremistas y alucinados, están legislando con una fruición tal que se diría que estuviéramos en el equivalente católico a una república islámica, practicando una política de tierra quemada inexorable sobre décadas de conquistas sociales.

Como en otro tiempo, una oligarquía colocada por el dedo invisible de la ilustre cuna y sin otro mérito que ese, hace y deshace sin comprender exactamente lo que hace (el prejuicio religioso es una venda de primer orden), viviendo en torres de marfil de cristales tintados, chóferes silenciosos, aduladores de Sala de Autoridades y chalets con servicio de seguridad. Una versión cañí de la aristocracia absolutista, perdidos en una maraña de corruptelas de todo tipo y escudados en el pensamiento mágico, porque la falacia es la única manera de ahuyentar el pensamiento cuando se vive de esa manera, de espaldas a una realidad que golpea cada vez más fuerte, proclamando el fin de una era. Serán los últimos en enterarse, como siempre pasa.

Sin embargo, algo parece que está cambiando en esta situación que parece irresoluble, en este pasmo de legisladores congelados en el tiempo y leyes de aplicación arbitraria. Como indicaba José Miguel en nuestra conversación, si a partir del nacimiento del movimiento del 15-M empezáramos a contar en una especie de calendario paralelo con el llamado (y hoy reivindicado) “Contubernio de Berlín”, estaríamos en un camino simétrico de extinción de dos modelos caducos de entender la política, separados por cuatro décadas. Entre 1962 y 1977 el franquismo agonizó, y en un número similar de años, el sistema actual, que bien podríamos llamar “el postfranquismo” (fruto podrido de la transición, seguramente inevitable, pero inevitablemente pútrido), debiera de caer en un lapso de tiempo similar, de no producirse una revolución, cosa que tampoco sería descartable, pero que no parece probable.

Acostumbrados a asesinarnos unos a otros cada quinquenio con terco empeño, los españoles jamás habíamos atravesado una fase tan intensa de paz interior, por lo que ya nos toca. Esperemos que la nueva transición en ciernes sea pacífica e incruenta. Nos jugamos mucho. Entre otras cosas, ser una democracia occidental civilizada con una sociedad civil desarrollada, lo que no es poco, y a lo que aún no sabemos jugar.

Puede que la Constitución de 1978 sobreviva (si bien reajustada), y puede que no. Pero los tiempos de cambio se respiran. Occidente y la civilización son imparables, gracias a internet, y a la excelente formación de varias generaciones de españoles, partiendo de los años de la EGB y el Bachillerato. Esos españoles que ahora están entre los 20 y los 50 serán testigos y artífices del cambio. Pero en medio vendrán tiempos oscuros, en los que las fuerzas inmovilistas pelearán duro por no perder sus parabienes y sus nichos de poder que, por inacción de dos generaciones de políticos, han llegado a ser insostenibles.

Los próximos 15 años serán el equivalente a la Transición española de hace 30. Esperemos que no se cometan los mismos errores. Nos jugamos mucho.

lunes, 3 de diciembre de 2012

España bajo el sesgo cognitivo



España bajo el sesgo cognitivo
por Elio Quiroga
(Article)



En las últimas décadas las ciencias que se encargan de estudiar la mente humana han descubierto incontables limitaciones en el proceso que genera nuestro pensamiento. Algunas de ellas tienen consecuencias en nuestra vida diaria que apenas sospechábamos. Ente las más interesantes se sitúa el sesgo cognitivo, una forma de interpretar los datos que percibimos, filtrándolos con nuestros prejuicios, que nos puede llevar a conclusiones erróneas. Se trata de tendencias fundamentalmente irracionales, ancladas en lo más profundo de nuestros cerebros, que pueden condicionar nuestras decisiones. Los científicos han creado herramientas para que los estudios que realizan no queden contaminados por esas peculiaridades de nuestro pensamiento, pero en otros aspectos de la vida eso no ha ocurrido.

En unos momentos tan difíciles como los que pasamos, de salvaje crisis que exigen al legislador tomar decisiones de máxima gravedad es cuando el sesgo cognitivo, el prejuicio y tantas otras ilusiones generadas por nuestra mente, pueden tener consecuencias graves. Y la libertad del yugo del prejuicio deviene directamente relacionada con la formación intelectual del individuo.

Platón abogó hace 2500 años por un “gobierno de los mejores”, que permitiera que los filósofos y los más preparados fueran quienes llegaran a puestos de responsabilidad. En nuestro país, el que podríamos llamar “darwinismo de los partidos” lleva a todo lo contrario. El más brillante o preparado es sistemáticamente expulsado del sistema, salvo excepciones, y generalmente llegan a los puestos más altos los más capacitados para... funcionar dentro del sistema de partidos.

La baja formación del político español es también una puerta abierta a los errores cognitivos. La superstición campa por doquier (en Canarias es vox populi que muchos políticos recurren cotidianamente a la ayuda de magos y futurólogos), el prejuicio, la incapacidad comprender las herramientas que nos permiten comprender la realidad, desde una estadística o un porcentaje a una regla de tres, abren peligrosas puertas a las presiones de grupos de poder sobre el político, que queda desarmado ante ellas. Un político incapaz de entender por ejemplo la inextricable factura de la luz española lo tendrá realmente difícil para negociar con el lobby energético; o, si dirigiera la sanidad del país o de una Comunidad y no supiera leer los cálculos de la incidencia del cáncer de pulmón en la zona geográfica que administrara difícilmente podría rebatir los argumentos del lobby del tabaco, por poner otro ejemplo.


Para legislar sobre cualquier aspecto de la vida hay que entender, siquiera someramente, cómo funcionan los sistemas, cómo un ligero cambio en un detalle puede causar efectos en otros aparentemente poco relacionados. Para ordenar una ley hay que entender a quiénes afecta y qué pasará con otros colectivos que dependen de esos afectados directos. Para crear una medida determinada, hay que hacer prospectivas, simulaciones, buscar ejemplos en otros países, consultar estadísticas, hacer previsiones a años vista, interporlar, extrapolar, correlacionar, deducir, inducir, y en resumen, tener una mínima formación científica, matemática y técnica.

Sin embargo la inmensa mayoría de nuestros líderes políticos provienen del mundo del Derecho, una “carrera maría” en la que el desdén por a matemática es bien conocido. En España los ingenieros, matemáticos, físicos, químicos o economistas se ven relegados a tareas profesionales marginales en el mundo institucional, dominado por abogados del estado, notarios, o registradores de la propiedad. En resumen, las personas con las herramientas mentales necesarias para comprender el mundo no son escuchadas por unos gobernantes que carecen de las herramientas intelectuales necesarias para comprender el mundo en el que viven.

En este estado de cosas no debe sorprender que un político pida a una imagen de escayola que el paro baje, o que se conceda una medalla al mérito a un trozo de madera. Porque entre el enorme fracaso de la clase política española está sobre todo la clase eclesiástica, abandonada por la población hasta lo residual, pero con un increíble grado de poder fáctico, gracias a sectas de gran poder cabildero que se han filtrado en la judicatura y los ministerios.

No es extraño que en este estado de cosas miles de enchufados, consortes, sobrinos, hijos y demás familia ocupen puestos de responsabilidad incluso en empresas públicas, causando desastres sin nombre que al final acaba pagando la población. La ausencia de formación científica produce monstruos, desde cajas quebradas a IPCs falseados. Desde televisiones autonómicas arruinadas hasta empresas privatizadas. La desgracia de unos líderes cuyo pecado es no comprender el mundo nos lleva al abismo.


Los grupos de presión: el singular caso de la iglesia católica

Uno de los lobbies más activos y poco conocidos en la actual estructura de poder de España lo conforman varios grupos de tendencias conservadoras que residen en el seno de la iglesia católica. Estos grupos los forma una minoría residual en número, pero de gran poder económico, en unos tiempos en los que el catolicismo está en franco declive en el país (menos del 13% de los españoles son católicos practicantes según Wikipedia). Sin embargo, en contra de una corriente social mayoritaria, al menos un 85% de los ministros del actual gabinete pertenecen a estos grupos católicos integristas, de modo que los prejuicios y sesgos cognitivos de una minoría altamente conservadora que difícilmente llega al 0,009% de la población del país, (datos de filiación del Opus Dei y los Legionarios de Cristo) están forzando la legislación basándose en sus perjuicios religiosos, o injiriéndose en el comportamiento personal y privado del 99,91% restante. La distorsión es tan enorme que merece la pena detenerse a pensar si es lo mejor para todo un país dejar la modificación de legislación y norma colectivas en manos de los miembros de un grupo integrista.

Esto hace aún más grave el asunto, pues a la ignorancia y la incapacidad de comprender las consecuencias de sus medidas políticas, se suma el fanatismo religioso. Una doble venda en los ojos terriblemente peligrosa en un mundo hipertecnologizado como este en el que vivimos, y en mitad de una crisis que necesita más que nunca objetivos a largo plazo y capacidad de comprensión de miles de variables. La tormenta perfecta. La peor situación posible. Estamos en mitad de una tempestad devastadora, nuestro barco se hunde y en vez de pedir ayuda a los ingenieros que lo construyeron y lo pueden reparar o a los meteorólogos que nos ayudarán a salir de ella, o al capitán que sabe leer cartas de navegación, permitimos que lo comande un fanático integrista mano a mano con un capitán que estudió derecho romano.

Este es uno de los aspectos más graves de la falta de formación intelectual del político, su vulnerabilidad a presiones de grupos ajenos a las necesidades de la mayoría de la población. Y en gran medida muchos de los problemas que actualmente sufrimos en España en términos de legislación (tasas judiciales, leyes obsoletas, incapacidad de cambios legislativos de calado, polarización, prejuicios para modificar el texto constitucional, inacción sistémica) y aplicación de la ley (alta represión, redes clientelares, corrupción) se deben a una profunda falta de formación intelectual entre la clase política que en cierta medida se comporta como un grupo de niños. Los niños carecen de capacidad para comprender las consecuencias de sus actos; tal es así que jurídicamente se consideran "irresponsables".

Un frankenstein legislativo

Todo esto mantiene a España en un retraso legislativo que llama ya a la alarma; son demasiados los aspectos de nuestras leyes que fallan, sea por obsolescencia, por inadecuación a la realidad social, o por falta de coraje para romper con el pasado. Desde una Ley Hipotecaria con 103 años que está causando enormes sufrimientos a miles de personas a legislaciones chapuceras y parcheadas en aspectos tan delicados como la hacienda pública, el código penal, o las medidas contra la corrupción, pasando por la aplicación del prejuicio ideológico a la norma (la privatización como el nuevo grial es un ejemplo perfecto: sin realizar estudios de casos similares, sin prospectivas, encuestas ni simulaciones numéricas, y lo que es más grave aún, sin negociación, la Comunidad de Madrid se está lanzando a privatizar la gestión de varios centros hospitalarios, cuando el simple vistazo a un case study como la experiencia valenciana de una acción similar en el pasado mostraría sus desastrosas consecuencias).

Los legisladores, movidos por los vientos y las presiones de los lobbies, han creado con los años un enorme frankenstein legislativo, parche sobre parche, que corre el riesgo de derrumbarse sobre sí mismo con consecuencias imprevisibles (otro ejemplo de ausencia de pensamiento en la clase política es concebir que aparatos legislativos parcheados y viejos no tienen consecuencias ni ejercen presiones sobre la población); y las señales están ahí, pero hay que tener una mínima formación para poderlas ver. Al mismo tiempo, el ciudadano carece de herramientas para fiscalizar las acciones -o inacciones- legislativas de las que es víctima.

Se está legislando desde el llamado “pensamiento mágico”. El legislador no estudia las consecuencias de la norma que diseña, sino que confía y “expresa su fe” en que funcione, confundiendo, en una falacia intelectual básica, deseos con realidades. Así no se puede dirigir el destino de una nación. El ejemplo de varios ministros encomendándose a la intervención mariana sería sonrojante si no se antojara absolutamente escalofriante.

Esas "vendas" que la clase política actual se pone ante los ojos tienen ejemplos a centenares, como la incapacidad de contar personas en una manifestación, existiendo siempre dos versiones opuestas y ridículamente exageradas: la de lo organizadores y la "del gobierno", que apoyará la primera versión en función de su proximidad ideológica con los manifestantes o el asunto de la protesta, ignorando la base racional de que un gobierno ha de permanecer apartado de esas luchas. Cuando una empresa se atrevió a ofrecer un conteo objetivo de manifestantes en ese tipo de eventos, se arruinó por falta de clientes. Ninguna de las dos partes (organizadores y gobierno) estaba interesada en la verdad, pues esta iba contra sus intereses. Prefirieron enrocarse en la mentira y seguir viviendo en un mundo ilusorio ante la perplejidad de los testigos objetivos. La empresa se llamada Lynce y actualmente ofrece sus servicios en otros países, en los que esa venda ideológica no es tan intensa o incluso no existe (los hay).

El problema contiene la solución

Todo ello merece una profunda reflexión desde todos los lados de la sociedad, desde los gobernantes y los gobernados. Necesitamos una clase política fruto de la meritocracia, hecha de los ciudadanos más capaces o, cuanto menos, los dotados de herramientas intelectuales suficientes como para poder liberarse del prejuicio, sea éste religioso, moral o ideológico. Políticos con esas características podrán cambiar el estado de cosas actual: desde las listas abiertas a los mandatos limitados, la legislación adecuada a la realidad y, en muchos casos, llegándose al extremo de reiniciar desde cero edificios legislativos demasiado viejos y anquilosados. Pero para todo ello hace falta que el político comprenda que él mismo es la raíz del problema, que no está investido de un aura divina de infalibilidad (una herencia del franquismo, en la que ser "hijo de" abría y abre puertas sin mérito previo y crea un sentimiento de casta entre miles de incapaces), sino que es más falible que nunca, y debe de tener las herramientas intelectuales necesarias para combatir esa falibilidad.

Desde el ejemplo de otros países que han explorado legislaciones exitosas, pasando por las simulaciones matemáticas, las ciencias demoscópicas, las técnicas de análisis numérico, un pensamiento ordenado, capacidad para comprender y practicar el método científico y un largo etcétera de metodologías, están ahí para ayudar al político a legislar, a planificar, a pensar ordenadamente Y miles especialistas en estos métodos están listos para ser consultados. Hágase.

La clase política española ha permitido, por acción u omisión, que pervivan viejos modelos sociales, y ha tolerado las presiones de grupos de poder que resultan lesivas para la colectividad. El horizonte puede ser brillante, si quienes nos gobiernan entienden su colaboración en el problema. Mientras esto no ocurra, seguiremos siendo legislados desde la ignorancia, a golpe de presión cabildera, jugando con el destino de millones de forma poco responsable.

jueves, 9 de agosto de 2012

"AVENTURAS EN UN PAÍS ANUMÉRICO" (Spanish)


Article. Published in Revista Contemporánea. 
June 2005.

AVENTURAS EN UN PAÍS ANUMÉRICO
Elio Quiroga
(redactado a partir de la Introducción del libro “La Materia de los Sueños”, del mismo autor)

En noviembre de 2002 se entregaron, como todos los años, los Premios Príncipe de Asturias. Estos galardones, que quieren ser una especie de Nobel patrio, premiaron a muchas personalidades de indudable mérito. Daniel Baremboim, Woody Allen, Arthur Miller...

Los medios de comunicación cubrieron intensamente los logros de Miller y Allen, pero muy pocos se ocuparon de cuatro hombres de mediana edad que también habían sido galardonados con el prestigioso premio, Lawrence Roberts, Vinton Cerf, Robert Kahn y Tim Berners-Lee. Sólo les mencionaron de pasada, y apenas mostraron sus imágenes recogiendo los preciados diplomas. No parecían personas interesantes.

Para quien no lo sepa, Roberts, Cerf, Kahn y Berners-Lee inventaron Internet tal y como la conocemos hoy en día. Su influencia en nuestras vidas es gigantesca, y han cambiado el mundo. Son científicos, hombres modestos, pero a la vez, cuatro de las personas más influyentes de nuestro tiempo. Roberts diseñó la inicial ARPANET a finales de los años 60; Cerf y Kahn inventaron a mediados de los 70 el protocolo TCP/IP, sobre el que Internet se basa; y Berners-Lee, ingeniero del CERN en 1992, investigaba sobre partículas elementales cuando se le ocurrió la idea de crear una forma de enviar entre ordenadores de científicos imágenes y texto en un mismo documento, inventando el protocolo HTTP, que llevaría a la World Wide Web. Pudiendo patentar su invención, Berners-Lee regaló a la Humanidad el HTTP, renunciando a unos beneficios que le habrían convertido en uno de los hombres más ricos del planeta.

Pero aquellas cuatro personas no interesaban a los telediarios, ni a los periódicos ni a las radios.

Estas situaciones se repiten una y otra vez en los medios, en tertulias, en columnas de opinión; la mayoría de la gente que parece escribir, redactar u opinar en España son unos completos analfabetos en términos de ciencia, y por tanto no hablan de ella, sencillamente la ignoran, cuando no la desprecian. Y eso, en opinión del autor de este libro, es un espantoso error que ha convertido la relación de los españoles con la ciencia en un absurdo. ¿Qué nos pasa en España con los científicos y con la ciencia? ¿Qué mal ha cometido el hecho científico, uno de los más refinados ejemplos de cultura y civilización, a la intelectualidad española?

¿Por qué se considera propio de intelectuales el leer a Lorca o criticar los postulados de Hegel, y no el poder entender prodigios como, pongo por caso, las ecuaciones relativistas de Einstein o las simples Leyes de Newton? ¿Por qué nombres como Picasso, Calderón, Becquer, Rimbaud o Joyce ocupan puestos superiores, a ojos de la intelectualidad nacional, que genios del calibre de Maxwell, Plank, Kepler, o Hermite?

No es la primera vez, ni la última, que veo, oigo o leo en algún medio de comunicación a un supuesto intelectual que se vanagloria de su ignorancia científica. "Eso son matemáticas, no me interesa", rezaba un artículo de opinión en prensa hace unas semanas. En un mundo medido por las matemáticas y la estadística, la supuesta osadía de la expresión deviene en pura tontería irresponsable. La valentía de los ignorantes, que desembocó en aquel desgraciado "que inventen ellos", es tan grave en estos tiempos como en aquellos, y ahora se convierte en un peligro para nuestro desarrollo cultural y humanista.

Cuando pensé en iniciar la redacción del libro “La Materia de los Sueños” hace unos años, quise hacer dos cosas: divulgación y ensayo, y para ello pensé que lo mejor era mezclar dos asuntos fascinantes para mi, el Cine y la Informática, y, mientras repaso históricamente cómo la última ha cambiado para siempre al primero, cómo un invento del Siglo XX ha cambiado las mancias de un artilugio del XIX, lanzando a la Humanidad al XXI; permitir al lector recorrer la Historia de la Informática, desde su nacimiento en los años 40 hasta hoy, comprendiendo cómo hemos llegado al lugar en el que nos encontramos, y sobre todo por qué.

Ello también permite que repasemos algunos conceptos de la Informática y las Matemáticas que creo son fundamentales para los tiempos que corren, y considero insuficientemente difundidos.

Así, con un enfoque aparentemente ligero, el libro repasa una de las grandes historias del Siglo XX, la de la Era Informática; conociendo el lector a sus principales hacedores, y aprendiendo a respetarles como sólo se puede respetar a esos gigantes sobre cuyos hombros todos caminamos. Porque estoy convencido de que algunos de los nombres propios de los que se habla en este libro, en un par de décadas serán recordados como leyendas en sus respectivos campos de trabajo, creación e investigación.

Así nació “La Materia de los Sueños”, libro que acaba de publicar Ediciones Deusto (Planeta de Agostini); de una mezcla de curiosidad y rabia. De la curiosidad de saber y de hacer saber a los otros, y de la rabia de no entender por qué España perdió el tren en todo lo que tiene que ver con ciencias y técnicas, algo que te abofetea a poco que estudias un poco de historia de la informática y de las ciencias en general. Por qué somos decimonónicos en ese aspecto por muchos teléfonos móviles que nos vendan las compañías de telecomunicaciones, por mucho paraíso tecnológico inexistente que nos quieran vender.

Toda esa profunda ignorancia hacia el saber científico atraviesa transversalmente la sociedad española, como una lanza de Longinos que puede llevarla a su propia muerte como sociedad. Miremos alrededor: los políticos no entienden el lenguaje de los informes que solicitan, no saben leer una estadística o son incapaces de deducir la bondad o no de un cálculo por metros cuadrados que mida la asistencia de personas a una manifestación. No saben nada de Internet, no entienden un ordenador ni siquiera a nivel de usuario más allá de mover un ratón, o son incapaces de redactar un correo electrónico; ¿Podrán legislar entonces las necesidades de los usuarios de la Red, de los creadores de videojuegos o de los muchos grupos de investigación que malviven cada día en nuestro país intentando abrir brechas en la ciencia, cuando los investigadores o doctorandos ni siquiera son considerados trabajadores?

El desastre llega a todas partes del país, a todas las capas sociales: accionistas con licenciaturas que compran participaciones en bolsa sin comprender los caóticos vaivenes del Mercado Continuo, jugadores de lotería que creen que comprando un boleto cada día con los mismos números aumentan sus posibilidades de ganar premio, personas incapaces de leer un extracto bancario, y mucho menos de reclamar comisiones o facturación indebida en su cuenta telefónica, vendedores que no saben hacer una regla de tres, o jóvenes sin los recursos para resolver un problema de cálculo, todo ello en una sociedad cada vez más compleja. Analfabetos científicos –y funcionales, aunque ese es otro asunto- en un mundo que exige cada día más de la gente, desde saber lo que es una IP a deducir el interés de un crédito o comprender la letra pequeña que corre fugazmente en los cada vez más engañosos anuncios televisivos de las telefónicas.

El resultado lo vemos en la calle todos los días, sobre todo en las grandes ciudades. Nuestra economía no desarrolla tecnología; vive del turismo y los ladrillos. Así, ciudades como Madrid parecen cambos de batalla con miles de edificios en rehabilitación: porque no hay otra industria sino la especulación con el suelo, la venta y reventa de las mismas parcelas de generación en generación. Así, tragamos el pago de patentes, el uso de tecnología creada en otros lugares del mundo en los que alguien tuvo la inventiva y el coraje, y parece que nos da igual que todo nos salga más caro. Pero este erial de edificios en construcción se extiende a los bancos, donde el aval hipotecario paraliza la inversión o el capital semilla, todo ello fomentado por unas leyes bancarias en las que la palabra “suelo” parece que sea la única mercancía factible, donde millones de nuevos matrimonios se endeudan en hipotecas a 30 años sin comprender que difícilmente podrán pagar sus deudas a poco que alguien decida elevar los tipos de interés, a poco que el barril de petróleo suba su precio un poco, o sin comprender el significado de que el 50% de los matrimonios se separan en los primeros años, por lo que uno de ellos acabará pagando una hipoteca de una casa que no podrá usar.

Un caso similar es el del fumador que, sin haber entendido el significado de un enunciado con una proporción como este: “tres cuartas partes de las muertes por enfermedades crónicas de los pulmones se relacionan con el tabaco” se sorprende cuando su médico le diagnostica un enfisema pulmonar grave. 

En resumen, los rasgos del anumerismo y de la ignorancia en ciencias no sólo son asuntos ideológicos o abstractos, sino que nos afectan, y mucho, en nuestra vida real como personas y como sociedad. Como sociedad nos convierten en un país frágil, construido, irónicamente, sobre cimientos de aire, por muchos ladrillos que pongamos encima. Y eso, si alguien no lo remedia, lo pagaremos todos. Ya no es un asunto de tertulia de café por la tarde; esto es un problema de gravedad, y nuestra clase política, históricamente ajena a la realidad, parece una vez más vivir en el paraíso de la inconsciencia.

Pero no es tarde: se pueden habilitar medidas, apoyar la educación, orientar y formar a los políticos, abrir puertas a la investigación científica, intentar formar a la ciudadanía. No es fácil, llevará tiempo, ya que cada día que pasa el tren que perdimos hace ya muchos años está más y más lejos. Todavía podemos hacer algo, y desde aquí animo a la clase política a meterse sin miedo y de cabeza en este camino que sólo puede llevarnos a mejorar como sociedad y como personas.

Ya va siendo hora de que en nuestro país admiremos a la ciencia como lo que es: una de las grandes hazañas del espíritu humano.

COROLARIO: NO ESTÁIS SOLOS (bibliografía y links de interés)
Del anterior artículo podría colegirse que este problema del anumerismo y en general la ignorancia en términos de ciencia es un fenómeno exclusivo de nuestro país o entorno, pero no quiero que se me malinterprete. Países sajones en los que la Ciencia ha tenido especial desarrollo, como USA, padecen también esa plaga, como recientemente hemos podido averiguar con la polémica de la enseñanza del evolucionismo en las aulas norteamericanas, y la elección de ciertos estados del llamado Modelo de Diseño Inteligente como alternativa a la evolución de las especies. A este respecto, quisiera recomendar vivamente la página web donde un internauta con fina ironía ha publicado una carta abierta al Gobernador de Kansas, donde se admite esta teoría en las aulas. Tampoco, por otro lado, nuestros científicos están libres de pecado. Baste este sonrojante artículo del psicopatólogo Aquilino Polaino para comprobar que también existen científicos acientíficos. En ambos casos, curiosamente, se tiende a unir fe religiosa con ciencia, lo que suele llevar a resultados catastróficos.

“'Sinde-Wert' y la carta a Emily" (Spanish)



 Article. June 2012.

En la encendidísima polémica sobre las descargas de contenidos, vengo observando unos tonos -especialmente en los foros de internet- muy encendidos y lejanos al diálogo calmado, que parecen haberse reactivado cuando las primeras páginas que comercian con productos audiovisuales sin consentimiento de sus propietarios han recibido las primeras comunicaciones oficiales por mor de la aplicación de la ley llamada “Sinde-Wert”.

Hace unos días el guitarrista David Lowery publicaba un artículo en el blog The Trichordist. Lowery planteaba una carta abierta a Emily White, una joven que presumía en otro blog de haber comprado a lo largo de su vida sólo 15 Cds legalmente y tener en su iPod 11.000 canciones pirateadas. Lowery plantea a Emily las consecuencias que su acto, y la suma de miles de actos similares, tienen en el mundo real y en personas reales: los músicos. De cómo una persona como ella, que posiblemente se negaría a comprar calzado deportivo elaborado con mano de obra esclava o estaría dispuesta a adquirir alimentos en tiendas de comercio justo, no se preocupe de lo que le pase a los músicos y artistas que han compuesto e interpretado las canciones de las que disfruta y por las que no quiere pagar.

El panorama que Lowery presenta es devastador. Las ventas de música en el mundo en este momento son más bajas que en 1973, y el número de músicos profesionales ha descendido un 25% desde el año 2000. Pero el tono se torna realmente dramático cuando concreta su relato en el drama de dos amigos suyos, Mark Linkous y Vic Chesnutt, músicos también, ambos fallecidos, plantea Lowery, a causa del empobrecimiento radical que sufrieron por la pérdida de los royalties que recibían justo cuando sus canciones eran más oídas que nunca... en copia pirata, de la que no veían ni un centavo. Linkous se quitó la vida ante la amenaza de ser desahuciado y por una depresión que no había podido tratarse por no poder pagar el tratamiento (en Estados Unidos, donde Linkous vivía, recordemos que no existe la sanidad pública gratuita). Finalmente, el guitarrista desmota los argumentos de los pro-descargas, tales como la falacia de que el músico no recibe lo justo por parte de la discográfica, de que se puede vivir de los conciertos (en un 99% de los casos los conciertos son ruinosos). Curiosamente, los músicos en un 99,9% son gente de clase media-baja. Las estrellas cuyos supersueldos sirven de excusa al ciudadano que se baja contenidos son el 0,1% de ese colectivo.

El músico añade crudamente quién es el beneficiario de todo este ruido y confusión generalizados. Los fabricantes de hardware, las compañías que dan acceso a internet, los grandes buscadores globales, todos ellos parasitan a la industria de los contenidos. El ciudadano que piratea ha de costearse una conexión mensual de banda ancha, un ordenador, probablemente un smartphone o un tablet, con un coste considerable, que beneficia exclusivamente a proveedores que nada tienen que ver con los contenidos que luego son objeto de tráfico (¿Qué sería de Youtube sin los millones de horas que ofrecen sin el consentimiento de sus propietarios?), y que colaboran a engañar al ciudadano como si existiera un “derecho” a bajarse material ajeno por el mero hecho de pagar una conexión.

Esta banalización de la propiedad intelectual beneficia a ese trío: hardware, comunicaciones, buscadores. Y curiosamente las acciones de lobby contra la propiedad intelectual provienen de ese sector, así como de ciertas asociaciones que pretenden representar a los usuarios. No deja de ser sorprendente que una conquista del Estado del Bienestar como la Propiedad Intelectual sea objeto de críticas salvajes, que ignoran que para lograr su utopía ansiada tendríamos que anular el Artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, o la Constitución Norteamericana, por poner dos ejemplos.

A esto se añaden las miserias de los supuestos “griales” del nuevo consumo legal de contenidos. Por poner un ejemplo, Spotify paga tan poco dinero a los creadores de la música que venden, que ha llevado a muchos artistas a renunciar a ofrecer su obra en esa plataforma. Un músico que haya vendido cincuenta mil copias de una canción en Spotify puede encontrarse con cincuenta céntimos de Euro a cambio en su cuenta bancaria gracias a los leoninos contratos de aquella web, mientras que el presidente de Spotify es en estos momentos la décima fortuna de la industria musical.

Lowery nos muestra a una ciudadanía a la que la tecnología insta a realizar acciones que en otras circunstancias ni se plantearían, y luego han de buscar argumentos morales para justificarlas. Las falacias las conocemos todos: que si el libre acceso a la cultura, que si la libertad de expresión... Y no es este el lugar para refutarlas, pues una falacia se refuta sola. Sin embargo lo profundamente inquietante de todo ello es cómo se pueden retorcer los argumentos hasta lo indecible para no tener que enfrentarse uno mismo a sus propias contradicciones. Reivindicar que Apple pida condiciones de trabajo decentes en sus subcontratas en China y a la vez quedarte con el trabajo de una persona, su obra musical o audiovisual, sin su consentimiento, no son compatibles.

La actividad de descargarse contenidos, que todos hemos probado, y de acumularlos, tiene algo de comportamiento compulsivo. Lo que en principio parece un gesto iconoclasta que rompe las reglas y nos acelera el pulso, se convierte en pocos días en una conducta de raíces similares a las adicciones. Y como en estas, el adicto lucha en contra de todos los argumentos racionales para escapar de la contradicción que sufre: saber que lo que hace no es bueno, pero no poder (querer) parar de hacerlo. Sería muy interesante que la psicología elaborara un modelo sobre estas conductas, pues lo que aquí planteo es sólo una intuición.

Como ex fumador entiendo bien esas contradicciones. Cuando tu yo adicto te grita desde algún rincón de tu conciencia que esa persona que está tosiendo a tu lado porque le daña el humo de tu cigarrillo es un talibán y un egoísta, estás pensando como un adicto. El fumador se enfrenta a sus propias contradicciones mediante la falacia, el pensamiento mágico y el autoengaño. El único objetivo es fumarse el siguiente cigarrillo. Lo que te pase a causa de ello ya lo pensarás. Y creo que el drama de las descargas encierra un origen similar. Sólo que amenaza con destruir industrias enteras, está llevando a la ruina y al paro a miles de familias, y la ciudadanía parece vivir en una burbuja de autoengaño, en la que sus actos no tienen consecuencias sobre sus semejantes. En realidad todo este problema tiene algo profundamente inquietante y perturbador: los límites del pensamiento libre cuando ciertas conductas, que podríamos llamar “adictivas” entran en liza. Y quién se beneficia de todo ello, oculto, entre las sombras, moviendo los hilos y creando presión.

"EL LIBRO ELECTRÓNICO, ESPEJISMOS Y REALIDADES DEL PAPANATISMO DIGITAL" (Spanish)



Article. June 2011.

El llamado "libro electrónico" o ebook, esa conjunción entre un archivo de datos y un lector digital que permite leer literatura en forma de bits está de moda. Y con la moda ha llegado la polémica. En los tiempos que corren es cada vez más común ver por doquier artículos de prensa con títulos como "el fin del libro", "el libro electrónico cerrará las librerías", etc. Los "gurús" de internet y la tecnología suelen pontificar desde sus esquinas virtuales las bondades de cualquier gadget electrónico que les pongan delante, en un ejercicio de publicidad gratuita al fabricante, y el libro electrónico no iba a ser menos. Asistimos a una alarmante actitud ensimismada en la tecnología, que olvida de qué se habla finalmente: de libros, no de herramientas de lectura. De la misma forma que al comprar un libro en papel no sueles preguntarte sobre la composición química de la tinta, la técnica de encuadernación ni el papel usado, es sorprendente tanto interés en unos aparatos que sólo deben de servir para leer.

Pero ¿Qué hay de cierto en todo este ruido mediático? ¿Estamos una vez más asistiendo a lo que a veces llamo "papanatismo digital", esa mezcla de ignorancia, miedo a lo nuevo y desesperación por estar al día que genera monstruos como la "alfabetización digital" o las "aulas conectadas"? Sin ánimo ludita, pero con deseo de poner algunas cosas en su sitio, me gustaría aclarar ciertos asuntos que últimamente ciertos articulistas y “generadores de opinión” están extendiendo como verdades indiscutibles.

Entre lo más oído últimamente está que el libro electrónico está destinado a acabar con el libro tradicional por las tendencias actuales de mercado -las cuales indican una subida de ventas muy alta entre los libros en formato digital, pero que por ahora tienen aún mucho que recorrer para alcanzar al libro en papel ya que, siendo claros, el uso del libro digital es marginal en este momento- y la supuesta “democratización del acceso al libro” que traerá a la gente. Se habla de acceso gratuito a “millones de libros” desde los lectores electrónicos, olvidándose que esa función ya la cumplen las bibliotecas tradicionales (acceso gratuito a una cantidad ingente de títulos). Pero la mayor falacia, que se extiende como una mancha de aceite entre la población, es lo supuestamente ecológico del libro electrónico frente al libro tradicional que, al estar fabricado de papel, genera gran contaminación o "huella de carbono" (una medida de la cantidad de contaminación derivada a la atmósfera por la producción y/o uso de un determinado bien, medida en Kg de dióxido de carbono). El ebook es, según los medios, la panacea para el fin del calentamiento global, una solución definitiva a la deforestación, el súmmum de la tecnología de uso responsable y sostenible.

Si bien es cierto que el libro tradicional consume recursos en su producción, como todo bien manufacturado (mayoritariamente procedentes del proceso de fabricación del papel, obtenido directamente de árboles, y que implica un gran consumo de agua, amén del traslado del papel del fabricante a la imprenta, las tintas, gomas, etc.), en estos momentos, el "libro electrónico" pierde notoriamente la partida. La "huella de carbono" de un lector de libros electrónicos, sea un iPad o un Kindle, incluyendo su fabricación y uso, está en la franka de 180 a 200 Kg de dióxido de carbono. La de un libro convencional es de alrededor de 4 Kg. Se calcula que, para igualar la huella de carbono generada por un lector de libros electrónicos, un lector español tendría que adquirir y leer alrededor de 50 libros en ese formato, lo que representa unos 4 a 7 años de lectura de un lector español medio-alto, un espacio de tiempo muy superior a la obsolescencia del lector. Ello implica entonces lo contrario a lo publicitado: el libro electrónico contamina más que los libros tradicionales.

Para fabricar un lector de libros electrónicos se requieren 300 litros de agua y 15 Kg de minerales sin refinar. Se calcula que para 2014 la huella de carbono colectiva de todos los lectores de ebooks del mundo será de unos 248 billones de Kg de dióxido de carbono, el equivalente a la huella colectiva de países como Angola o Túnez.

Pero estos promedios omiten otros aspectos inherentes al “libro electrónico”, como que no es posible legalmente copiar un ebook, por lo que cederlo para que terceros lo lean -cosa que sí pasa con los libros convencionales, que pueden tener una infinidad de lectores, como prueban las bibliotecas públicas o el fenómeno del bookcrossing- no es factible, sin entrar en la lacra de la piratería, claro. Tampoco es posible por ahora leer sin gasto de energía un libro electrónico, requiriéndose un cierto consumo de la electricidad acumulada en la batería del lector para su lectura -aunque la tecnología del Kindle de Amazon, por ejemplo, permite que sólo se consuma energía al pasar las páginas virtuales del libro-. Otro problema, tal vez el más serio a largo plazo, es la durabilidad de la información. Por nuestra experiencia como civilización sabemos que el soporte de papel puede resistir siglos sin problemas, siempre en las condiciones de conservación adecuadas. Sin embargo, la información digital requiere de continuos procesos de copia entre soportes que se degradan con el paso del tiempo, lo que genera continuos gastos y consumo de energía, que lleva a un círculo vicioso de fabricación de hardware que sustituya al viejo o inutilizable. Independientemente de la llamada "obsolescencia programada" creada por los fabricantes, la obsolescencia física natural de los soportes digitales no pasa de los 20 años y es inevitable. ¿Qué pasará entonces con los libros electrónicos en términos de varias generaciones en el futuro?

A todo ello hemos de añadir el brutal consumo de energía de los grandes servidores que hay que mantener para la venta de libros digitales, y la terriblemente tóxica fabricación de semiconductores, necesarios para la creación de los lectores, que, entre otras materias primas, requieren Coltan, un material imprescindible para estos equipos cuya explotación está arrasando, literalmente, regiones enteras de África. El Coltan es el nuevo “diamante de sangre”, pero los occidentales, que lo necesitamos para todos estos equipos y gadgets que disfrutamos, preferimos mirar a otro lado sobre las formas en que se obtiene.

El proceso de fabricación de los lectores de libros electrónicos usa sustancias venenosas como el arsénico, o de posible escasez progresiva, como el litio (imprescindible para las baterías, y del que pronto llegaremos a un pico de extracción mundial), y la manufactura se realiza en países lejanos en los que los controles y protecciones a los trabajadores son laxos o no existen, y donde los residuos químicos se arrojan a acuíferos sin control alguno (el proceso de fabricación de semiconductores es tan o más consumidor de agua que el de papel). Además, el reciclaje de estos equipos suele terminar en un vertedero de un país del tercer mundo con los más menesterosos a cargo de su desmantelamiento, manejando componentes tóxicos. No quisiera leer un ebook fabricado por mano de obra esclava, la verdad.

En fin, no es oro todo lo que reluce; en estos tiempos es difícil retraerse a este entusiasmo un tanto infantil hacia el gadget, que confunde el medio con el objeto, la tecnología con el trabajo, la herramienta con la creación. Hace unos días en una emisora de radio de las más oídas del país se dedicó media hora a hablar de libros electrónicos. En realidad nadie estaba hablando de libros en aquel programa. Se hablaba de cacharros electrónicos, y ni se mencionó una sola novela o ensayo, ni un sólo título. Sólo aparatos. ¿Es que hemos perdido el norte?

En medio de todo este ruido mediático profundamente interesado, generado al final de la cadena, en mi opinión, por corporaciones transnacionales hambrientas por vender equipos en tiempos de crisis, los ciudadanos hemos de pedir transparencia a los fabricantes, exigir que los lectores electrónicos sean totalmente reciclables, y pedir siempre veracidad en los datos. Que los árboles del papanatismo digital no nos impidan ver la realidad.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.