Hace un montón de
años, cuando yo no levantaba un palmo del suelo, cuando había (en
Canarias) sólo un canal de televisión, y además la programación
se veía en las islas con una semana de retraso con respecto a la península (las cintas de una pulgada llegaban
en avión desde Madrid porque no había conexión vía satélite, a
pesar de unas pruebas ionosféricas que me consta intentaron hacer
enlaces fallidos de microondas entre el Teide y el Mulhacén,
creo -no me lo invento-, intentando que las densidades de las capas de aire a esas alturas hicieran de una especie de “canal Tesla” o efecto espejo que
llevara las ondas de televisión hasta las islas a pesar de la
curvatura de la Tierra, e, insisto, eso se intentó antes de los
satélites) lo que me permitía presumir con mis amigos en el cole de
saberme toda la programación de la tele de la semana siguiente al
volver de las vacaciones en el pueblo de mi padre, en el Bierzo...
Hace
un montonazo de años, digo, en casa todavía no teníamos tele e iba
a verla al portal de al lado, a casa de mi amigo Agustín, y me llevaba la merienda. Yo creo que tendría como 5 ó
6 años. Veíamos la tele con Paquito, uno de los hermanos mayores de Agustín, que
recuerdo como un hombre adorable, y veíamos Daktari, Disneylandia (“El mundo es cascada de
coloreees”... en blanco y negro), El Laboratorio Submarino del
Año 2020 de Anna Barbera, o Stingray y UFO, del gran Gerry Anderson. Y
una de las series que veíamos era Michel Tanguy y los Caballeros del Cielo. Estaba super bien hecha, aunque creo que no tengo ya demasiado recuerdo de ella, excepto el nombre y un par de imágenes que más
bien podrían ser sueños. Pero me fascinaba.
Luego
supe que aquella serie de TV tan alucinante de aviadores, de la que
seguramente saco mi fascinación por esos trastos voladores, era la
adaptación de un comic, publicado en España, eso sí muy malamente (nunca en álbum), y titulado
originalmente Tanguy y Laverdure. Con el tiempo averigüé que
aquella serie de cómics, publicados originalmente en la legendaria revista Pilote,
estaban escritos por el gran Jean-Michel Charlier (el guionista de
Blueberry, la obra maestra de Jean Giraud antes y durante su viaje
como Moebius al comic experimental vía Metal Hurlant) y por Albert
Uderzo. Yo soy hijo putativo de Asterix. Me sé todos los álbumes de memoria y los chistes, puedo adivinar de qué álbum es una viñeta y, claro, me
interesaba ver aquella faceta del dibujante de mi comic preferido de
infancia. Nunca había tenido acceso a esa obra, hasta hoy, que Ponent Mon
(precioso nombre por cierto) ha empezado a editar el Integral de la
serie.
Les recomiendo que compren Tanguy y Laverdure. No
sólo está maravillosamente bien escrita, sino que, tras más de 50 años de publicada, Tanguy y Laverdure es un entretenimiento
maravilloso, lleno de acción, giros argumentales, soluciones
originales, y... el dibujo de Uderzo, que demuestra ser el tipo más
versátil de toda su generación, no sólo de la bande dessinée,
sino del comic en todo el mundo. El mismo tipo que hacía Astérix o
Umpa-pá, o Juan Pistola, en Tanguy se muestra como un dibujante meticuloso, que planifica cada viñeta con
precisión milimétrica, un mago del dibujo del cuerpo y del rostro,
que hace que los personajes se mantengan en las viñetas y en los
ejes, de una forma fascinante, y que puedas reconocerlos de página a página, y hablo de secundarios y personajes de fondo también. Y encima Uderzo entintaba como los ángeles. No sé
si habría equipo para ello, pero al final, empiezas a atar cabos.
Ves el estilo de un Alan Davis o un Bryan Hitch, o la tinta de un Paul
Neary (no tan buen dibujante, pero maravilloso entintador), todos ellos británicos, es decir, con acceso a Tanguy en sus respectivas infancias, y ves cómo
Uderzo es un maestro de maestros. Todos esos artistas han
mamado de su estilo.
La documentación minuciosa, las
preciosas viñetas de acrobacias aéreas y raids, la narración
exacta y los encuadres perfectos, todo revela que Uderzo se lo estaba
pasando genial con los guiones de Charlier, y eso sigue estando ahí.
Para mi decir Michel
Tanguy es volver a saborear los sueños de la infancia, las tardes de
preescolar en casa de un amigo de aventuras con quien acabamos
haciendo películas en 8 y Super-8 mm. Tanguy está hecho de los
tiempos en que todo era perfecto; es Salgari, es
Stevenson o Karl May. Parte de la mitología de cuando uno era enano
y el mundo era grande, inabarcable, misterioso, pero a la vez era
blanco y estaba lleno de sol, cuando las tardes olían a pan con
chocolate y a Nocilla, y la tele era un rutilante sueño en blanco y
negro para críos en pantalones cortos. Y encontrarme con el comic
original de adulto, ha estado mucho más que a la altura. Ha sido una
revelación.
Charlier, Uderzo, gracias. Uderzo, maestro, es usted uno
de los mayores dibujantes del siglo, y que los padrecitos Kirby,
Colan, Pratt o Hergé, entre otros que ocupan el Parnaso del tebeo, me perdonen,
pero ellos lo entenderán, doquiera que estén.
Pd: Otro mito de
infancia más tardío, la serie Search (aKa Search Control, aKa Probe) (emitida por TVE allá
por... ¿1974 o 1975? con el título de Investigación), ha sido editada por Warner Archive en Bluray
recientemente, tras años de restauración digital, recuperación de másteres,
pago de derechos musicales, etc. (los que os bajáis cosas sin pagar por ellas, pensad que hasta el hecho de recuperar una serie vieja cuesta dinerales, tiempo y esfuerzo ímprobo
de un montón de trabajadores, pensadlo la próxima vez que os bajéis
algo que consideráis “viejo-y-amortizado”, una excusa que he oído demasiadas veces). Rara, fascinante, fallida, apenas
vista, pero divertidísima, es una especie de Los Vengadores americana (hablo de la serie protagonizada por Patrick MacNee y Diana Rigg). Puro placer extraño. No os la perdáis: Hugh O'Brian, Tony Franciosa, Burgess Meredith, Doug McClure...
Ppd: Ah, y Feliz Año Nuevo.
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