domingo, 20 de julio de 2014

Demasiados tontos, demasiado ruido, demasiadas falacias



Hace unos días escribí un email en una lista de correo a mi amigo Enrique Mateu, y le comentaba algunos asuntos. Amplío aquí aquel texto porque creo podría ser interesante.

No hace mucho leí que estos tiempos serán recordados por las generaciones futuras como “el tiempo del triunfo de la codicia”, y me temo que así es. Domina la sociedad en la actualidad el miedo a perder, el deseo a ganar a toda costa; se premia al ambicioso y al psicópata social. Se castiga al simple trabajador que sólo quiere hacer las cosas bien, al artesano y al honesto. Se premia la especulación y la agresividad neoliberal. 

En otros países, sobre todo en los que tienen raíces democráticas más profundas, este estado de cosas puede ser combatido desde la sociedad civil de forma organizada, y mediante los recursos que una sociedad bien vertebrada posee. Pero en el nuestro, corrompido desde tiempos seculares por conchabeos de amigos y familiares, infestado de redes clientelares en las que unos colocan a otros y se deben favores cruzados, en los que unos saben demasiado de los otros, es mucho más complicado intentar mejorar las cosas.

Creo, no obstante, que ha llegado el momento de que triunfe la gente, la buena gente que lleva peleando toda su vida para tener una vida decente, contra todos los obstáculos, y de forma honesta, que es la manifiesta mayoría de nuestra sociedad, y que ahora, además, tiene al enemigo en su propio gobierno: a una casta de ambiciosos y tontos incapaces de comprender el daño que hacen a las vidas de la gentes. Si estos tipos que nos gobiernan fueran conscientes de lo que hacen y tuvieran unos valores humanistas adecuados, no podrían vivir así, y saldrían a la calle a cambiar lo que han hecho, y a pedir perdón. El hecho de que estén tan tranquilos me reafirma en el poder de los sesgos cognitivos, las falacias, el prejuicio y la mentira piadosa, o bien de una completa idiocia y vileza.

El otro día en un debate en la cadena televisva Cuatro, Inocencio Arias, ex viceministro, ex embajador, ex portavoz de Exteriores, alguien “respetado” en muchos círculos y reconocido intelectual, contertulio, experto y editorialista político, afirmaba tan tranquilo que había “mucha” gente inmigrante que hacía fraude en el paro porque trabajaban en negro. Cuando se le preguntó en qué cifras o estadísticas se basaba para respaldar tales afirmaciones, respondió tan tranquilo que “él lo había visto”, y que “no necesitaba cifras para saberlo”. 

Esta suma de ignorancia estadística, soberbia y superstición para mi es inefable. En una sola frase don Inocencio sumaba decenas de falacias intelectuales a borbotón, como el pensamiento mágico o el uso de la excepción como categoría. La lista de falacias a las que un adulto se enfrenta en su vida intelectual es enorme, pero don Inocencio mostró en un par de minutos, de las que recuerdo, barbaridades como la falsa vivencia, la generalización apresurada, la inducción errónea, el sesgo de simetría, la afirmación del consecuente, argumentando a partir de la falacia y por tanto partiendo de un discurso inválido. 

En el plató de Cuatro, dentro del programa que suele presentar Jesús Cintora, nadie le discutió ni una palabra a don Inocencio. No sé si por temor o porque los invitados, esos todólogos que, siempre los mismos, hacen teatro pero no debate en tantos platós hoy en día, ni se enteran del significado de los términos a los que me estoy refiriendo -no entro en esto, pero creo que los falsos programas de debate que vemos estos meses en TV hacen un daño espantoso; no se debate, sino que se enfrentan consignas. Se juega con cartas marcadas, y representantes de lobbies poderosos son enviados a destruir los argumentos de la gente que tienen delante. ¡El problema, tal vez porque en este país no hay clases de debate en los institutos ni colegios, es que la nación entera parece creerse que ESO ES DEBATIR!-.

Volviendo a don Inocentio, el pobre hombre demostró ¡sin siquiera percatarse de ello! su incapacidad completa no ya de generar ideas coherentes, sino de siquiera tener los rudimentos intelectuales básicos para COMPRENDER EL MUNDO. Y algo así de grave me parece intolerable en un político en ejercicio, o no, en una persona con tirón mediático, un supuesto intelectual, y no es más que un ejemplo de incapacidad de entender la realidad y sus complejidades. Este tipo de estupideces ha hecho que en otros períodos de la historia se haya expulsado a pueblos enteros de territorios en los que vivían porque “tenían la nariz ganchuda”, por poner un ejemplo que nos queda muy cerca y en el que se basó la formación el Estado Español. Un señor como Inocencio Arias demostraba en un ratito televisivo estar incapacitado para, no sólo ocupar un puesto de responsabilidad, sino ni siquiera para participar en la redacción de ley alguna, y mucho menos participar en un coloquio televisivo civilizado. Don Inocencio, guárdese esas cosas para el bar, pero no para cuando habla ante una audiencia de televisión. Y si no capta la diferencia entre los dos escenarios, creo que no hay más que hablar.

En el otro lado, hace unos días en la SER, mientras dos o tres tertulianos profesionales ponían a parir a la formación política Podemos de forma sistemática, un chico llamó y puso las cosas claras, diciendo que ya estaba bien de que en todos aquellos programas, opinadores pagados por intereses bien claros tuvieran voz constantemente y jamás se le diera oportunidad de hablar a un votante de aquel o de cualquier otro partido, a un ciudadano que no está a sueldo de nadie, y que seguro que tenía más cosas que decir y mucho más interesantes que las de los previsibles contertulios que dominan la radio española.

En resumen, las cosas pueden estar cambiando, poco a poco, la gente está harta de no tener voz y de que encima le hagan comulgar con ruedas de molino. Los viejos políticos están tán pagados de sí mismos que son incapaces de entender siquiera el problema.

Hay esperanza. Pero los viejos tiempos y sus viejos están ahí todavía. Y voy a llamar viejos a los contertulios a sueldo, a los bienintencionados que no se dan cuenta de su incapacidad como Inocencio Arias, y a decenas, cientos, de periodistas, ideólogos, e incapaces que no hacen más que añadir ruido a algo que debería de ser un debate sano, limpio y veraz entre ciudadanos: cómo hacer mejor este país y cómo seguir adelante con los retos que se nos vienen encima. 

Estamos hartos de puñados de tontos mirando el dedo mientras les señalas la luna.

La foto con la que he ilustrado este texto la he obtenido de esta url, y la utilizo acogiéndome al derecho de cita bajo supuesto de fair use.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.