Estando en Avilés presentando
"Los que sueñan" durante el Festival Celsius 2016, me encargaron un artículo sobre el fenómeno inusitado de
Pokémon Go, el juego del que todo el mundo habla. Al final se publicó en los diarios La Provincia, de Las Palmas, posteriormente en La Nueva España, de Asturias (de donde he obtenido la foto) y luego en
La Opinión de Málaga. Os pongo a continuación el artículo entero con un párrafo añadido como
bonus que no pudo publicarse porque extendía demasiado el texto, pero que creo es necesario. Espero que os guste. Ahí va.
REALIDAD AUMENTADA
Elio Quiroga
Estoy en la preciosa
ciudad de Avilés, en Asturias, donde se celebra la V Edición de
Celsius 232, el Festival de Terror, Fantasía y Ciencia Ficción. Y
hasta aquí ha llegado el fenómeno de Pokémon Go: decenas de
personas pasean por el casco histórico de la ciudad, mirando
fijamente a sus teléfonos móviles, y haciendo gestos extraños ¿Qué
está pasando?
El juego se basa en la
llamada realidad aumentada o
realidad enriquecida;
una forma de interactuar con tu entorno en la que, gracias a un
ordenador, puedes obtener más información de la que el mundo real
contiene de forma natural, añadiéndola digitalmente. En mi novela
“Los que sueñan” que presento precisamente en el Celsius, el
personaje protagonista, Dante, tiene injertado en su corteza cerebral
un aparato que le permite percibir el mundo de esa manera, obteniendo
información extra que lo complementa. Así, mientras camina o habla,
su ordenador le aconseja caminos mejores para recorrer, o le chiva
las respuestas más adecuadas para sus charlas con otras personas.
Eso es por ahora
ciencia ficción, pero no lo es tanto el uso de la realidad aumentada
en los dispositivos móviles y tablets, mediante diversas apps:
que así se llaman los programas que se ejecutan en aquellos
aparatos. Desde lo más sencillo, que es un mapa de conducción en
tiempo real vía GPS, que todos los conductores hemos utilizado
alguna vez, a guías que se usan en el interior de los museos, que
conociendo tu posición física te suministran sonidos e imágenes
que complementan lo que ves, pasando, claro, por los videojuegos, que
tradicionalmente siempre han sido pioneros en usar cualquier
tecnología informática novedosa.
Pokémon Go es
un juego de realidad aumentada, en el que puedes ir paseando por tu
ciudad (te mantiene localizado por GPS) y capturando a la vez
pokémons (unos personajes de una serie de videojuegos y de dibujos
animados que tienen poderes mágicos; fueron creados por el
desarrollador de entretenimiento electrónico Satoshi Tajiri) que
salen a tu encuentro en el mapa real de tu entorno.
Los desarrolladores de
Pokémon Go no se esperaban lo que ha pasado, un éxito sin
precedentes. El juego es sencillo, rápido y barato. Nintendo, la
empresa creadora del producto, tenía una mala racha por las escasas
ventas de una consola de videojuegos, la Wii U, y lo estaban pasando
fatal. De repente la empresa ha pegado un salto enorme, recaudando
por ahora 7.500 millones de dólares, y duplicando su cotización en
bolsa.
Pero lo más
sorprendente ha sido lo que ha pasado entre la gente, entre los
usuarios del juego. Todo el mundo quiere jugar a Pokémon Go,
caminar por las calles de su ciudad mirando la pantalla del móvil,
donde el juego les mostrará en realidad enriquecida los pokémons
que les rodean y que pueden y deben capturar para seguir ganando
puntos, caramelos y polvo estelar (no me lo invento, es así; ambos
ingredientes dan más poder a tus pokémons y por tanto de pondrán
en mejor situación cuando te enfrentes a otros).
A veces esas cosas
pasan, y sin saber por qué un pequeño detalle de desarrollo
convierte a un juego normal, que no es gran cosa sobre el papel, en
un suceso mundial. Pasó con Angry Birds, o con Candy
Crush, y ha ocurrido otra vez con Pokémon Go.
Si la gente ya va como
perdida por la calle mirando a sus móviles mientras se comunican por
Whatsapp o Facebook, pero olvidándose de mirar hacia delante (a
todos nos ha pasado alguna vez), la locura se ha desatado con Pokémon
Go, y las gentes se encuentran en los parques o en las calles, y
distraídos cazando pokémons o enfrentando los suyos con los de
otros, pueden sufrir graves accidentes, algo con lo que, sin duda, el
desarrollador no contaba. No es la primera vez que pasa, aparte de
con los móviles. En países más conscientes que el nuestro, como
Reino Unido, las campañas para que la gente no camine por la calle
con sus auriculares a todo volumen, algo que causa varias decenas de
muertes por atropello al año, son moneda común.
La vida humana, y ahora
más que nunca, está en continuo cambio, y las tecnologías que nos
llegan cambian nuestras vidas sin que nadie haya probado previamente
las consecuencias de esos cambios en nuestras sociedades, o en
nuestras existencias cotidianas. Estamos viviendo un perpetuo
experimento, entre gozoso y peligroso, de la mano de cada nueva
técnica o producto masivo que se lanza al mercado. No sé si la
realidad aumentada ha venido para quedarse; la realidad
virtual, otra forma de inmersión en los mundos digitales, no
está funcionando como esperaban los fabricantes. Así, al menos
tenemos el consuelo de que el experimento es bidireccional: la
incertidumbre se reparte tanto entre nosotros, los consumidores, como
entre ellos, los creadores de tecnologías.
Los genios de Silicon
Valley definen una tecnología buena y positiva como aquella que
genera un acontecimiento rupturista, algo que cambia las
reglas del juego para siembre en las sociedades. Facebook, Whatsapp,
el iPhone o Internet, lo han sido, como lo fue en su día la radio,
el cine, la televisión o los libros impresos. Pokémon Go
está causando tales estragos que podría ser un nuevo acontecimiento
rupturista. Sólo
el tiempo lo dirá.
Por
de pronto, la gente lo consume ávidamente, puede que haya que
cambiar la legislación para que se multe a los jugadores que lo usan
mientras conducen o caminan, y ya se han dado casos surrealistas,
como el de una chica que jugando con esa app se encontró un
cadáver en mitad de un seto, o la locura que se generó en el
Central Park de Nueva York hace poco, algo que ocurre cuando el juego
propone zonas reales en las que hay que interactuar, tales como
Gimnasios Pokémon (donde puedes enfrentar a tus pokémons) o
los PokeStops, a los que los
jugadores acuden masivamente. Al mismo tiempo, personas con
graves problemas de relación interpersonal los están superando
jugando a esta app, que les fuerza a salir a la calle y
caminar entre la gente. Así, el juego está creando interesantes
serendipias a su alrededor. Y otras no tanto, como el hecho de
que un grupo de carteristas coordinado pueda aprovecharse de atraerte
a un PokeStop
llenándolo de pokémons y aprovechar para robarte, por ejemplo.
Pokémon Go no
ha nacido, con todo, de la noche a la mañana. Es fruto del trabajo y
el conocimiento acumulados por la empresa que lo ha desarrollado,
Niantic, que dirige John Hanke. Hanke fue de importancia vital en la
creación de Google Earth y Google Maps, y ya había desarrollado un
videojuego anterior que utilizaba la geolocalización vía GPS,
titulado Ingress.
En fin, estamos ante un
juego relativamente sencillo en su planteamiento (que no en la tecnología que utiliza) que genera una interacción social de
alta complejidad y una suerte de efecto mariposa al salir al
mercado. A veces esas cosas ocurren, y la inmensa mayoría de los
creadores de startups del mundo darían un riñón por saber
cuáles son los ingredientes para que estas explosiones inusitadas de
éxito se produzcan.
Pero precisamente son
inusitadas por eso: porque nadie, ni sus propios creadores, las
esperaban.
La foto es de Ricardo Solís, copyright La Nueva España. Fue tomada ayer día 22 de julio de 2016 en la Plaza de España de Avilés.