lunes, 11 de julio de 2016

User friendly


En informática, cuando estudiamos cómo mejorar las formas en que las personas se comunican con los ordenadores mediante el desarrollo de interfaces, que son las formas en que las máquinas se relacionan con nosotros -los iconos del Windows, el ratón, los trackpads, las pantallas táctiles de los teléfonos inteligentes, o Siri, son formas de interfaces-, manejamos siempre una premisa básica: todo ha de ser lo más sencillo que sea posible para el usuario. 

Lo llaman ser “user friendly”, o “amistoso”, en el argot.

Así que digamos que los informáticos tenemos la cabeza “diseñada” para intentar hacer las cosas más fáciles a las personas que usan nuestros programas para que sus vidas sean más sencillas. De ahí que cuando nos encontramos con cosas innecesariamente complicadas, casi siempre hechas así para fastidiar al usuario, nos llevemos las manos a la cabeza. Es algo que no comprendemos.

Cualquier víctima de la burocracia española sabrá perfectamente de lo que hablo. Los recursos y las técnicas no se orientan en ese mundo a facilitar la vida al ciudadano, sino a complicársela. Por las razones que sean, poderosos gremios se agazapan detrás de alambicadas legislaciones que obligan a correr a las personas de ventanilla en ventanilla, cuando una sencilla mejora de recursos acabaría con la mayoría de las trabas burocráticas que nos rodean. Pero claro, eso afectaría a gremios enteros que han sobrevivido durante siglos de entorpecer la vida a los ciudadanos, encontrando soluciones a problemas que ellos mismos han creado. Desde los procuradores judiciales a los notarios, pasando por los registradores de la propiedad, los registros mercantiles y toda una larga lista de partes interesadas, todos ellos viven de que la cosa resulte complicada, de que todo se líe. Cuando lo más sencillo sería habilitar formas para que la gente tuviera que guardar menos colas o hacer menos trámites, una maraña enorme de intereses creados se dedica justamente a lo contrario, y con gran energía, por cierto.

He dedicado algunos artículos en años anteriores a mostrar cómo este tipo de sinsentidos aparece en el pésimo diseño de las aplicaciones web de las diferentes administraciones del Estado: todas complicadas sin necesidad, todas incompatibles, todas pésimamente diseñadas, todas tediosas a más no poder. Y desde el principio he expuesto la solución: un instituto que haga esos interfaces homogéneos y únicos, que los estandarice, de modo que una persona que tenga que rellenar un formulario online en La Rioja se encuentre con los mismos requerimientos que en Madrid o en Lanzarote. Pero para eso, como siempre, hay que poner de acuerdo a infinidad de gremios, instituciones y grupos anegados en sus propios intereses, y se requiere una gran voluntad política para negociar con ellos. 

Y eso es lo más complicado de todo, orientar una forma de pensar decimonónica que considera que la administración debe de complicar la vida a la gente, a la idea opuesta. Combatir la inercia de siglos, el “pero es que siempre lo hemos hecho así” que hemos oído tantas veces cuando alguien está cómodo en su situación y no quiere que se le complique la vida.

Un ejemplo reciente es lo que ha pasado, curiosamente, con Vueling; una empresa privada, sí. No voy a entrar en el desastre de gestión que implica la cadena de cancelaciones de vuelos que se han producido estas semanas, fruto de poner a la cabeza de la empresa a incompetentes a los que se pide unos requerimientos de beneficio inalcanzables. El resultado es siempre un desastre, pero nadie parece aprender de lo ya ocurrido. No sé si Vueling resistirá y cerrará, problema de ellos por incapaces, pero sí sé el problema que sufren sus usuarios, a los que, en teoría, protege una legislación en forma de directiva europea, transcrita a la ley española. Pero claro, como esas cosas se han legislado, no “user friendly”, no "amigablemente", sino más bien atendiendo a los poderes de los lobbies y grupos de presión con intereses en la industria aérea, los ciudadanos a la hora de reclamar por casos como el de Vueling están de nuevo desasistidos: primero has de reclamar por el retraso, cancelación o falta de información directamente a la línea aérea y esperar respuesta, lo que se puede demorar a lo largo de semanas o meses. Luego, habrás de ir a la institución estatal responsable del asunto, en este caso la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, y esperar su respuesta, que para colmo no es vinculante; ellos habrán de preguntar lo mismo a la línea aérea y te darán su resolución basada en la respuesta que reciban, que será la misma que te enviaron a ti. Finalmente, si la línea aérea no acepta indemnizarte, habrás de recurrir a los tribunales, donde casi siempre ganarás, pero, claro, habrán pasado entonces más de dos años desde el momento en que se produjo el daño, y la mayoría de los ciudadanos habrán ido desistiendo en algún momento del camino. El sistema está diseñado para frustrar al ciudadano, a pesar de que la ley es bien clara al respecto, y tiene un cuadro de indemnizaciones si hay cancelación, si hay retraso de más de dos horas, etc.

Lo “user friendly”, lo "amigable", sería una política de indemnizaciones automáticas en cuanto se produjera el dolo. Después de todo, la línea aérea lo sabe todo de ti: tus señas, tu mail, tu teléfono, tu cuenta bancaria, tu tarjeta, etc. Y si se produce retraso o cancelación, en ambos casos hechos indiscutibles, se debería de proceder de forma instantánea a la indemnización o a consultar al menos al cliente qué prefiere, si nuevo billete, si reembolso... lo que sea. Sin necesidad de un calvario de 24 meses como mínimo y el recurso a al menos tres instancias consecutivas para obtener algo a lo que todo pasajero ha tenido derecho por definición y desde el primer momento.

Por ahora las cosas están como están. El ciudadano damnificado debe de cargar con el trabajo, la tensión y el sufrimiento de hacer valer unos derechos que en teoría tiene, pero por los que ha de dejase la piel, mientras que la gran corporación se mantiene abotargada, esperando que de cada 100 reclamaciones sólo un par lleguen a juicio, ahorrándose el pago de las 98 indemnizaciones restantes a gente que tiene perfecto derecho a ellas.

Cerraré este artículo otro día con un final, espero, un poco más optimista. Pero mientras tanto, usad las hojas de reclamaciones, están para nosotros, y por ahora son la única vía de pelear por lo que es nuestro, en este mundo nada amigable.


Pd.: Otro ejemplo de incompetencia pública que me pasó hace apenas un día, esta vez en el mundo real. Aquí comenté hace poco que estoy peleando con la Ley de Dependencia canaria. He intentado pedir una primera visita para obtener el grado de discapacidad de un familiar cercano, pues ello permite que pueda ejercer ciertos derechos que le asisten. Llego con el impreso y me piden un certificado médico; una funcionaria me dice que si voy el mismo día con la persona, hacen la revisión sobre la marcha. Otra, en la mesa de al lado, me dice que la lista de espera es de 10 meses (que al final es la realidad) ¿Cómo puede haber tal desinformación dentro del departamento al que pido asistencia, entre dos funcionarios que están prácticamente uno al lado del otro? Voy a la médico de cabecera a pedir el informe, que me dice que ella no puede hacerlo y me remite a la enfermera de enlace, que me remite por su parte a la asistente social, que a su vez llama de vuelta a la doctora ante mi (quien al final no tiene ni idea del trámite), y le informa de que tiene el formulario que debe rellenar a ese efecto disponible online. Pido una nueva cita a la médico de cabecera, ya que he perdido la anterior, y ella insiste ahora en que el familiar debe de firmar una autorización “por protección de datos”. Cuatro visitas y todo el mundo echando balones fuera. He perdido cinco días entre medias, y todavía no sé cómo acabará la cosa. Lo elemental sería un cruce de datos entre departamentos con acceso cruzado a las bases de datos de los historiales médicos de los pacientes, es decir, un proceso automático, perfectamente factible hoy en día, y no molestar a los ciudadanos, que tienen que llevar papeles de un lado al otro sin que ello sea realmente necesario en los tiempos de internet. Ha resultado todo una suma inexcusable de escasa competencia, mala gestión, pésima optimización de recursos, nula información del personal sobre los procedimientos (algo tan grave que me deja boquiabierto), y todo gracias, cómo no, a los recortes presupuestarios, que llevan a una escasez de personal crónica en el Sistema Canario de Salud, y a las consiguientes guerras interdepartamentales para mantener las cosas “como están”, todo enmarañado, y a lo que asistes, sencillamente, con la boca abierta. Y me pregunto ¿cuántos de mis conciudadanos, necesitados de esa valoración de discapacidad, han desistido por el camino al encontrarse con estos muros? Gente que tiene trabajos de horario continuo, que a lo mejor sólo se pueden escapar media hora para hacer trámites, se encuentran con horas de espera, idas y venidas, y gente que se encoge de hombros. Sólo tenemos tiempo en la vida; quitárnoslo inútilmente es algo cruel, y mira que nos pasamos la vida bregando con la burocracia constantemente. Cuando la administración por definición causa dolo a quienes se supone sirve, es que algo va muy, pero que muy mal, en todo esto. Esta es una de tantas cosas que hemos de cambiar en este país de una vez... cuando gobierne alguien con cabeza, claro. Mientras tanto, mi consejo siempre será el mismo: reclamad, reclamad y reclamad. Que nadie pise vuestros derechos. Porque son lo único que tenemos, y porque ha costado mucho llegar a ellos.

Hice el collage fotográfico con el que ilustro esta imagen el 3 de abril de 2015.

A peculiar galaxy near M104

Publicado en Revista Mexicana de Astronomía y Astrofísica, Vol. 59, número 2. P.327. Este es el link.