Recapitulando, hay tres experimentos que pretenden demostrar esa conjetura. En el primer artículo os comenté los puntos de partida para llegar a ellos, y en este los expondré directamente. Así que vamos allá...
Experimento 1- El muón es una partícula parecida al electrón, que tiene un momento magnético "g", su spin (un término de mecánica cuántica), que es una de las características de una partícula (no la liemos más, pero se llaman “números cuánticos” ¿Vale?), asociado a un dipolo magnético. Bueno, pues su valor es predicho teóricamente por la QED (la Cromodinámica Cuántica), y el valor medido experimentalmente resulta que es diferente al predicho por la teoría... a partir del 8º decimal de la cifra. Esa diferencia es un problema aún sin resolver de la Cromodinámica Cuántica, y una de las explicaciones de esa divergencia es esta: que el muón está muy cerca del tamaño de “resolución” del universo, y eso genera algo parecido a un “error”.
Experimento 2- Por su parte, la constante "a" de la Estructura Fina es un valor sin dimensiones (algunas constantes no tienen dimensiones, otras sí. No tener dimensiones significa que no se expresa en términos de magnitudes físicas, no es una cantidad de, yo qué sé, metros por segundo, o voltios, por poner un par de ejemplos) y es de suma importancia, porque nos informa del poder de la interacción electromagnética en el universo. El valor aproximado de a es 1/137. Pues aquí pasa lo mismo que con el muón, otro misterio. Resulta que a se mide de dos formas; calculando el momento "g" del spin del electrón, o bien a partir de una cosa que se llama la Constante de Rydbergh, que aparece en las transiciones orbitales de los electrones en un átomo (asunto del que no me voy a enrollar ahora, pero que mola mucho, cómo los electrones saltan entre orbitales de forma “cuántica” -de ahí el nombre de esa rama de la física-, es decir, entre orbitales fijos y prefijados, un asunto misterioso como pocos). Bueno, pues esa diferencia al calcular "a" experimentalmente por dos métodos diferentes pero que deberían de dar el mismo resultado, podría tener que ver de nuevo con que estamos al límite de resolución del universo, y eso introduce variaciones aleatorias, aunque curiosamente fijas; porque los píxeles del universo están ahí, como ladrillitos de tamaño fijo en un mosaico.
Experimento 3 (aquí me enrollo un poco, disculpad, pero veréis que es chulo)- En el caso de los rayos cósmicos, que son otro misterio, pues nos bombardean constantemente y como dice el nombre vienen del Cosmos, del espacio más remoto, aunque la atmósfera los detiene casi todos.
[Podéis hacer un experimento, la próxima vez que cojáis un avión, cerrad los ojos y estad pendientes, cuando estéis a altura de crucero, 11 Kilómetros más o menos; al haber menos atmósfera encima de vosotros se cuelan los rayos cósmicos, y algunos llegan al interior de vuestros ojos. Veréis entonces en vuestras retinas pequeñas manchitas que aparecen de vez en cuando y duran un ratito ahí. Cada una es un rayo cósmico que se desintegra; de hecho, ahí arriba estamos más expuestos a radiaciones del cosmos, es casi como hacernos una radiografía por cada vuelo largo. Esos rayos como decía antes provienen de muy, muy lejos. Son partículas misteriosas (neutrinos -aunque estos son indetectables, y por cierto se les atribuye ser el origen de la llamada “materia oscura”, otro misterio-, fotones gamma...) de muy alta energía que han nacido probablemente a miles de años luz de nosotros, hace miles de años, en acontecimientos poderosísimos, como explosiones de estrellas (supernovas) o cosas más asombrosas, como los quasars. Una aclaración: los rayos cósmicos se desintegran enseguida al entrar en la atmósfera formando un muón, que es una partícula resultante generalmente de la colisión de un rayo cósmico de alta energía con un protón o similar, y es una partícula que apenas dura una nadería y en seguida se desintegra sola (es muy inestable). Pues generalmente lo que sueles ver en tus ojos en un avión es la desintegración de ese muón. Todos los muones se generan por colisión de rayos cósmicos con partículas de nuestra atmósfera. En cierta medida tus ojos en ese instante se comportan como una cámara de niebla, no sé si las conocéis pero buscad el término, son muy interesantes y gracias a ellas se hicieron grandes descubrimientos. De hecho un muón apenas dura una fracción de una milésima de segundo antes de desintegrarse espontáneamente, y en teoría apenas debería de avanzar unos metros de atmósfera tras crearse por una colisión Gamma-protón, peeero, aquí entra la maravillosa teoría de la relatividad de Einstein, que dice que a medida que un cuerpo se desplaza más rápido para él el tiempo va más lento. Un muón que apenas recorrería en teoría medio metro de aire tras crearse, recorre unos cuantos kilómetros de atmósfera, porque el efecto relativista de su alta velocidad (una fracción de la velocidad de la luz, pero una velocidad muy alta en cualquier caso) hace que el tiempo en él pase más lento, y que por tanto atraviese más atmósfera y llegue hasta tu retina. Qué cosas ¿Verdad? Esa es una prueba empírica de que la relatividad funciona. Si no lo hiciera, no verías muones; se aniquilarían solos en las capas exteriores de la atmósfera terrestre]
Bueno, tras estas divagaciones, vuelvo a embridarme y reconduzco el asunto ¿Dónde estábamos? Ah en el...
Experimento 3 (otra vez, pero acabo ya, palabra)- Pues resulta, amigas y amigos, que ciertos rayos cósmicos de muy alta energía y frecuencia podrían encontrarse con los límites de la estructura del universo, con los ladrillos o píxeles que lo forman, y entonces podrían “colarse” por esa estructura. Imaginad que fuera como una red de pesca, pues entonces esos rayos se moverían sólo a través de las cuerdas de la red, y por tanto nos mostrarían justamente esos “píxeles” que crean la materia, el espacio, todo. Pues bien, eso también ocurre en ciertos experimentos de rayos cósmicos; parece que tienen preferencia a moverse en una especie de rejilla. Una rejilla que podría ser eso, la estructura diminuta que formaría la simulación. Interesante.
[Obviamente, cuando he hablado de píxeles, redes o rejillas, estoy haciendo una simplificación para que nos entendamos. En realidad estamos hablando de una estructura de cuatro dimensiones, el espaciotiempo (largo, ancho, alto y tiempo), y esos “píxeles”, serían hipercubos tetradimensionales (lo juro: un hipercubo es un cubo de cuatro dimensiones, y nosotros, pobres seres de tres dimensiones, no podemos saber cómo es, pero sí, mediante matemáticas, manejarlo fácilmente). Pero es que si digo esto antes, me mandáis al carajo y dejáis de leer...]
Para terminar (que ya acabo, de verdad), lo que al final se concluye que podría ser, es que los 3 experimentos que os he comentado permiten pensar como razonable o posible un escenario de que el universo sea una simulación (o no; he dicho razonable o posible), al haber encontrado la rejilla que lo forma (bueno, están en ello todavía, y puede ser algo completamente natural, no artificial, o errores de medición, que estamos en el reino de unas magnitudes diminutas), y finalmente se aduce entonces que sería imposible crear un ordenador que simulara todo esto en lo que vivimos, y a nosotros mismos. Sólo para simular todas las partículas que forman el espacio conocido hasta la Nube de Oort (para entendernos, el límite de nuestro Sistema Solar) simulando cada partícula, cada átomo, cada quark, cada fotón, cada neutrino, haría falta un ordenador mayor que el universo conocido, así que, bueno, parece poco probable que estemos en una simulación.
¿O no?
Me explico. Lo del párrafo anterior es lo que comenta el respetado John G. Cramer, profesor de física en la Universidad de Washington, autor de ciencia-ficción, y una autoridad mundial en mecánica cuántica, en el artículo en el que me he basado para escribir esto, que enlacé en el post original de mi blog; Cramer acaba concluyendo que simular nuestro universo en cada detalle es imposible físicamente, pues haría falta un ordenador inimaginablemente grande y, por tanto, inviable.
Ahora me pongo discutidor, y al Sr. Cramer le comento mi idea al respecto a ver qué le parece, porque creo que ha olvidado una cosa (a lo mejor el tío lee esto y todo): puede que no sea así, si tiene usted en cuenta, profesor, un truco que los informáticos aplicamos cuando creamos cosas como videojuegos: resulta que sólo calculamos y simulamos lo que el jugador está viendo. Tenemos, sí un complejo universo en un juego como COD o GTA, potencialmente casi infinito en algunos juegos de nuevo cuño, pero con nuestro “truqui” sólo calculamos lo que está cerca del jugador en cada instante, y el resto no se usa, así que no cuenta; de esa manera ahorramos tiempo de procesador, memoria y otros recursos vitales. También hacemos trucos más viejos, de los tiempos en que el hardware estaba muy limitado, como la bruma para acelerar los cálculos en los fondos, etc. Aplicando esos trucos de informático, podríamos pensar en que ese supuesto megaordenador que crea la simulación en la que viviríamos sólo tendría que calcular en realidad lo que ve y/o percibe cada ser humano y cada criatura viva, pero no todo lo demás.
Parece algo enorme, pero es mucho, muchísimo menos de lo que Cramer calcula. Ello implicaría una reducción de un montón de órdenes de magnitud, y de repente, el problema ya no es tan inmanejable. Al final, entonces, simular un entorno como nuestro sistema solar hasta una escala inferior a un quark, sólo implicaría una fracción de lo que usted ha calculado.
Imagínate: tú y yo vemos 180º a nuestro alrededor. En esa simulación virtual, lo que queda a nuestra espalda no es necesario calcularlo, pues no lo vemos. Lo que está a más de 15.000 metros de nosotros, tampoco hace falta calcularlo. Como en el caso de los personajes de Commandos, el clásico del videojuego de Gonzo Suárez, cada ser vivo tiene un radio de captación que requiere simulación, limitada ésta también por su percepción del mundo (un águila ve más que una hormiga, por ejemplo, y una hormiga ve mucho más que un ácaro y éste más que una bacteria -fotosensible, claro-).
Señor Cramer, piense que los informáticos humanos tenemos muchos trucos que eliminan necesidades de cálculo... Imagínese los que tendrán los informáticos de una megacivilización transhumana capaz de crear un universo simulado que nos contiene a nosotros. Puede que el ordenador del que usted habla sea más sencillo de crear de lo que parece. A lo mejor somos la práctica de fin de curso de alguien...
¿Mi opinión al respecto? ¿Vivimos en un mundo simulado? Me intriga la idea, siempre me ha apasionado, y me mantengo neutral al respecto, si bien tengo una teoría que algún día expondré en algún lado, pero por ahora me reservo. No sé lo que opinaréis vosotros, pero os dejo para que lo discutáis, que ya bastante coñazo os he dado por hoy.
¡Madre mía, vaya tocho! :-D
La ilustración es la contraportada de mi novela, "Los que sueñan", que tiene que ver con este asunto, y que así aprovecho y la promociono un poquitín otra vez... :-)