“Considero a los
paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas
que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica” (Thomas Kuhn)
Thomas Kuhn es un
filósofo que ha aplicado el concepto de paradigma (llamando así a
una forma de pensar mayoritaria en un cierto colectivo humano) a la
filosofía de la ciencia, explicando de forma satisfactoria las
contradicciones que en muchas ocasiones vemos ocurrir entre formas de
pensamiento científico. Se trata por tanto de modelos
epistemológicos.
También se puede
extrapolar el concepto de paradigma de Kuhn a las sociedades, y más
concretamente a los valores éticos en los que viven las personas.
El gran problema de las
sociedades contemporáneas, es la coexistencia de múltiples
paradigmas, que aparentemente pueden cohabitar, pero que en realidad no son compatibles. En un país occidental hay ciudadanos viviendo
dentro de paradigmas que se contradicen unos con otros. Y los sistemas
políticos deberían plantearse para actuar de forma justa el
reconocer los paradigmas mayoritarios, plantear si representan un
buen futuro para las sociedades y legislar bajo ellos. Bien puede
pasar que el paradigma mayoritario en una sociedad sea problemático
para la felicidad o la simple supervivencia digna de sus ciudadanos.
Entonces creo que el político honesto debería iniciar una discusión
acerca de las bondades y perjuicios que generará el paradigma
imperante.
Sin embargo todo es
mucho más complicado, y conviven gentes inmersas en paradigmas
diferentes casi puerta con puerta: pueden ser religiosos, raciales,
sociales, científicos, morales, éticos, y la convivencia generará
conflicto, lo que llevará a que unos paradigmas absorban a otros y crezcan, otros se extingan. Podríamos aproximarlo a las burbujas en la superficie
del agua jabonosa. Unas explotan, desapareciendo, y algunas crecen
engullendo a otras.
En España actualmente
el paradigma mayoritario, lamentablemente, no es el mismo que aquel
en el que viven quienes han sido elegidos para gobernar. Estos
pertenecen a poderosas sectas católicas, y/o reciben presión por
parte de cabilderos que representan intereses privados. Algunos viven en el anterior paradigma clientelar que dio
como herencia el dictador a su muerte, una especie de herencia del
feudalismo que llega desde el Siglo XIX. Ese tal vez sea el
paradigma más perjudicial.
El feudalismo entronca
directamente con el caciquismo, y este con el clientelismo. La línea
de herencia es clara, y ha sido la forma en la que el país se ha
movido, ha respirado y ha gestionado su vida desde la edad media
hasta el presente (no hemos tenido revoluciones políticas, ni científicas, ni culturales que hayan llevado al cambio necesario). Incluso el lenguaje coloquial posee giros
directamente nacidos del inconsciente colectivo que hablan mejor que
nada de cómo piensa, o pensaba, gran parte de España, hasta hace
nada de tiempo:
-Usted no sabe con
quién está hablando. (El cacique se pavonea ante el inferior)
-¿Y tú quién eres? (El equivalente del siervo cuando otro supuesto siervo le recrimina.
Implica la negación del otro por no pertenecer a la casta superior)
Este régimen de
castas, muy impenetrable, y tal vez lo que más nos aleje de las
sociedades democráticas de occidente, y que en cierta medida nos
asocia con culturas inmersas en paradigmas que anulan la
permeabilidad social (como la hindú), es muy resistente. Y ha
empezado a tambalearse (piénsese que hablamos de más de mil años
de tradición) justamente en el Siglo XX y el XXI, cuando la casta
considerada de siervos ha tenido acceso a la cultura, a la
escolarización y a la lectura. Esto, que ocurrió en otros países
en los siglos XVIII y XIX, en España ha llegado, por mor de la
longevidad de la dictadura franquista, con cien años de retraso.
De nuevo hablo de la
Ley del Aborto que el ministro Gallardón pretende cambiar. El
Ministro impone su paradigma (minoritario, propio de una determinada
secta religiosa) a la mayoría de la población, olvidando que ese
paradigma no es en el que viven y con el que se conducen los ciudadanos para los
que trabaja. El error básico de querer convertir los paradigmas
minoritarios en leyes que generan desastres y caos. Así, los
médicos, los ciudadanos, los colectivos de derechos sociales, los
gobiernos de terceros países e incluso las asociaciones
internacionales se han levantado contra las intenciones del ministro. El caso más significativo es el de los psiquiatras, que
han puesto el grito en el cielo, pues de un par de informes generados
por su gremio dependerá si una mujer puede finalmente abortar o no.
Con razón dicen los psiquiatras que quien eso estipula no entiende
para qué sirve la psiquiatría, no comprende por qué un ser humano
toma sus decisiones vitales, y considera en general a toda la
ciudadanía como súbditos infantiles que deben ser tutelados por
entidades superiores. Una manera de pensar, por otro lado, muy propia
de paradigmas autoritarios, en los que el poder se ha de perpetuar
entre escasos miembros de castas. Precisamente, el modelo español.
Así, un ministro que no sabe nada de la realidad, ni de medicina, ni
de psiquiatría, que aparentemente debería de ser destinado a un
monasterio de clausura con voto de silencio, se permite el lujo de
imponer su paradigma a una población atónita. Se trata de un
ejemplo de lo que se ha dado en llamar “parálisis paradigmática”.
Otro ejemplo de gente que vive paralizada en su propio paradigma es lo que ha hecho Esperanza Aguirre, miembro de la casta, al verse tratada como uno más por un grupo de agentes de movilidad en Madrid, y que la prensa
cubre intensamente estos días.
España es un país en
el que la gente usa redes sociales, plataformas digitales de
comunicación y móviles inteligentes. Pero que eso no nos engañe.
El español piensa como un siervo, porque así lo ha hecho toda su
cultura desde tiempos inmemoriales. La mayoría de los españoles
actuales apenas son la segunda generación que ha tenido una
formación universitaria. Yo pertenezco a la primera prácticamente.
Antes que yo, nadie estudió en una universidad entre mis ancestros
directos. El acceso al saber, fuente primordial de la emancipación
de los pueblos (generando líderes cultivados y masa social receptiva
al cambio), y sobre todo de la generación de nuevos paradigmas que
anulen a los previos, respondiendo a las necesidades generales, es lo
que puede hacer que España cambie y se incorpore de una vez al
tiempo en el que vive. Nuestro país vive en su mente colectiva en un
limbo de cien años (nos comparamos injustamente con los países
islámicos, cuando nosotros mismos vivimos paralizados en unos
modelos de conducta que van en contra de las normas de convivencia
más elementales, generando esquizofrenias como la famosa
inaplicabilidad fáctica de gran parte de lo que se legisla en el
país, porque lo que se pretende va en contra de los intereses del
paradigma imperante, generando inseguridad jurídica como
consecuencia catastrófica pero directa de ello, entre otros muchos
efectos negativos, como la impregnación de intereses políticos en
el Poder Judicial, entre otros), con múltiples paradigmas que se
consideran obsoletos e inoperantes en otras sociedades, aún plenamente
activos. El cambio de paradigmas es lento, pero también es
imprescindible para que las sociedades sobrevivan. Y España tiene
aún un largo y tortuoso camino que recorrer para reclamar siquiera
su posición entre los demás países del orbe occidental.
El paradigma de Kuhn
convertido en una lucha dialéctica entre modelos es lo que genera
las dinámicas en las sociedades humanas. El deseo común es que los
paradigmas imperantes sean los mejores que sea posible y que sean
buenos para la vida de las personas. En estos momentos miles de
paradigmas incompatibles conviven en las sociedades abiertas, pero
poco a poco van fusionándose en paradigmas mayoritarios, diseñados,
se diría que de forma espontánea, por el bien colectivo. De otra
manera, la convivencia de islamistas, cristianos, judíos, ateos y
agnósticos en un país sería imposible, como hemos visto por la
historia de sangre y fuego de las guerras de religión. Y sólo es un
ejemplo.
No puede sobrevivir una sociedad que niega la investigación
científica que use embriones humanos porque una minoría impone su
paradigma medievalista a la mayoría social. Pero también puede
ocurrir que el paradigma sea manipulado y distorsionado por intereses
creados y cabildeos. Nadie dijo que esto fuera fácil.
La ilustración, de Wikimedia Commons, es el cuadro de José de Ribera "Un Filósofo" (circa 1630). Está en dominio público.