Comparto un artículo que quedó sin publicar en el archivo del blog hace unos cinco años, y que ha cobrado una extraña actualidad en estos días. Porque lo primero que ocurrió tras el final del primer Estado de Alarma por la COVID, es que han regresado, sin la menor piedad, los embargos de cuentas por parte de las Administraciones Públicas. Algo sobre lo que se guarda silencio, pero que está llevando a miles de ciudadanos y empresarios a la más absoluta de las impotencias. Hay que hacer algo. Pero mientras los responsables miran hacia otro lado y se escudan en una legislación cada vez más salvaje, recordemos que hace unos años todo estaba igual.
Si has sido víctima alguna vez del
Sistema Español, de nuestra forma de hacer las cosas, de nuestra peculiar burocracia y sus modos, y todos en el
fondo lo hemos sido en algún momento, comprenderás lo urgente y desesperado de la
situación.
Hace unos días me llamaban de la AEAT
para anunciarme que una empresa, mi vieja productora, que
no tiene actividad desde hace más de cinco años, estaba en
inspección tributaria. Les comenté el estado de cosas, pero como
siempre que la máquina estatal se activa, poco hay que decir,
excepto dejar hacer a los inspectores. Les he pasado los contactos de la asesoría, y, bueno, allá que van.
Los españoles viven asaeteados por
decenas de administraciones que les arrasan a pagos, unos
impuestos cuya gestión y gasto luego se realiza en el mayor
oscurantismo, a pesar de una Ley de Transparencia que se ha hecho sin ganas y que no funciona. Una Ley que es otro ejemplo de que en este país, décadas de legislación apenas
modificada desde hace más de un siglo, generada por oligarcas
poderosos para su beneficio, tiene como resultado, junto a la
poderosa actividad cabildera cada vez que se legisla “ex-novo”,
una maraña de normas en mutua contradicción que están diseñadas
para beneficio del poderoso y en perjuicio del débil.
Si creas una empresa en España, tienes
que desembolsar 3.000 Euros, esperar más de un mes, dirigirte a
tropecientas ventanillas (lo de la Ventanilla Única tan pregonado es una invención), y al día siguiente estás pagando
Seguridad Social, Notario, Registro Mercantil, etc. aunque no hayas ingresado un euro por tu actividad. En España el
pago de autónomos es de los más altos de Europa. En España pagas a
la AEAT, a las Haciendas Autonómicas (yo soy víctima de la canaria,
todo un monstruo infame e inoperante), a los Ayuntamientos y sus tasas (en Las Palmas se acaban de inventar un pago a los vecinos que pongan ¡Un toldo! en sus balcones), a los
Cabildos, más los IBIs, y un largo etcétera. La administración sólo
existe para recaudar, no interesa masivamente para otra cosa, y a eso dedica una ingente cantidad de recursos y personal, y se legisla, en ocasiones anticonstitucionalmente, con ese fin. Y en los años de este gobierno, más
que nunca, sorprendente en un partido de ideas neoliberales.
El mismo día que me anunciaban una
inspección a una sociedad desactivada, que pagaréis todos de
vuestros impuestos, no lo olvidéis, me llamaban de la URE, el terror
de muchos autónomos. Las
funcionarias al cargo, que bastante tienen, son muy amables, y una de
ellas me explicó que al parecer debía 0,97 Euros de una cuota atrasada en algún pago en el que no hubo suficiente dinero en el banco, y la
mejor manera era pagar ya, antes de que se convirtiera aquello en un plazo
sin pagar entero, que se ha endurecido la cosa, y el asunto se liara más.
Sugerí pagar sobre la marcha,
pero ya sabéis que desde que el lobby bancario manda en el país (o
sea, desde siempre) eso no es tan fácil; sólo puedes ingresar el
dinero en una cuenta de la Tesorería de la Seguridad Social, ya sea
por ventanilla (con cobro de comisión) o por transferencia (ídem). Elegí
esta segunda vía por falta de tiempo, y La Caixa me cobró 2 Euros
de comisión por transferencia. El hecho de atender a una obligación
burocrática hace que el ciego banco se lleve 2 Euros que son tuyos, y
que justo sería que reclamaras, pues has realizado un trámite con una Administración del Estado, algo que no puede tener recargo económico alguno.
Pero el sistema está diseñado para
perpetuarse. Ese sistema que ahoga a la gente que apenas llega a fin
de mes con intereses de demora, recargos y obligaciones tributarias
dignas de una superdemocracia del Norte de Europa a cambio de unos servicios mejorables y una corrupción galopante, es el mismo que diseña
legislación. El ejemplo del autoconsumo
eléctrico, que sanciona al ciudadano que se pone una placa solar con
multas de decenas de miles de Euros para solaz de las monstruosas eléctricas, tan amigas del régimen desde los tiempos del Movimiento
Nacional, es palmario.
Pero si fuera eso solo, la banca ha arrasado el país con la aquiescencia de dos gobiernos en apariencia ideológicamente opuestos, pero al final clones uno del otro, y los bancos públicos dejaron de existir hace tiempo. Las empresas de telecomunicaciones, privatizadas a la fuerza, hacen lo que les da la gana. Se sigue privatizando de tapadillo, en áreas antes intocables y sagradas, como la sanidad o la educación, y un grupúsculo de grandes fortunas, evasores fiscales para colmo casi todos ellos, dirigen el país en la sombra con modos dignos de la Cosa Nostra. La última línea de defensa para los ciudadanos indefensos son unos tribunales cojitrancos, arrasados por una política sistemática de ahogamiento económico nacida desde el poder político.
¿Qué podemos hacer para cambiar toda esta locura? Hay que rehacer la legislación del país, de
arriba abajo, y los lobbies de poder e influencia no se van a dejar
tocar fácilmente. No sólo está la magnitud del problema
legislativo, que al final debería de dejarnos simplemente a la
altura del resto de países de nuestro entorno, sino la oposición
frontal que el héroe que lo intente se va a encontrar, desde esferas
muy poderosas y altas: los que mandan de verdad.
España no es un Estado Fallido, menos
mal. Pero, lamentablemente, sí que se parece, cada vez más, a una Democracia Fallida, si es que existe tal categoría. Tal
vez seamos el ejemplo más palmario de todo el continente europeo del
desastre que trae consigo legislar para unos pocos en lugar de para
la mayoría.
Sí, amigos. España es, lamentablemente, una oligarquía.
Como reza la foto que uso para ilustrar este texto, ha llegado el tiempo del Bulldozer. Y cuanto antes lo hagamos, antes empezaremos la ingente tarea de poner a este país al servicio de los ciudadanos. A nuestro servicio.
La foto está en Wikimedia Commons, bajo Licencia Creative Commons 2.0 Share Alike. "Bureaucracy is a Challenge", por Ben Woosley, fotografía tomada en Brooklyn, Nueva York, en 2010.