Esto que os voy a contar es un
experimento que he hecho sobre mi mismo, al principio
involuntariamente, y aquí os voy a contar las cosas que me ha hecho
concluir, no sé si son acertadas, pero el camino ha sido
interesante. Podéis probarlo en casa cuando queráis, a ver si llegáis a una conclusión parecida.
Resulta que estaba viendo la televisión un
día, y había puesto el móvil en el asiento del sofá, junto a mi,
a la altura del muslo, de modo que estaba reflejando la imagen de la
pantalla de la tele sin que yo me diera cuenta. En un determinado
momento, observé que mis ojos se movían por reflejo hacia el móvil
al cambiar los planos de lo que estaba viendo en la pantalla. Un cambio
de plano implica un cambio de color y formas, y al tener yo la mirada
fijada en la tele (en el centro de mi vista), la imagen reflejada
en el móvil, como en un pequeño espejo, llegaba a la zona
periférica de mi visión.
Me di cuenta entonces de la razón; al
mantener la mirada en la tele, y ver su imagen reflejada
en el móvil en la periferia de mi campo visual, el cambio de plano
lo percibía con un leve retraso. No lo he podido
medir, pero creo que a partir de 1/25 de segundo empiezan a ser
apreciables los cambios en las imágenes como saltos, no como sucesos
continuos, así que me aventuro a calcular que aquel retraso sería
de una décima parte de segundo, así a ojo (nunca mejor dicho) :-D
Pues bien, aquello despertó mi
curiosidad ¿Por qué percibía una imagen más tarde en la zona
periférica se mi ojo que en la zona central? Me puse a elucubrar, y pensaba en una posible hipótesis evolutiva que me llevaba a concluir justo lo contrario que estaba viviendo. Caray, si estoy en la selva, y me va a atacar
un bicho oculto entre la maleza ¿No tendría mayor sentido que
percibiera antes los movimientos en el campo periférico de la
visión, que además es más sensible, según recuerdo haber leído, a los movimientos, que en el
centro, para poder luego enfocar la visión de forma
refleja en la amenaza y verla con el centro de la visión para
decidir qué hacer? Los seres humanos vemos las cosas en una zona muy pequeña
de la retina, ese centro del que hablo, donde se forma la
imagen virtual que la lente que es el ojo transmite (que por cierto
se forma cabeza abajo, pero eso el cerebro lo corrige), y se ve con
mayor fineza; es el centro de la visión, y el ojo se mueve para que
podamos colocar en ese área las cosas que queremos mirar con
exactitud, mientras que percibimos de forma más simple, sobre todo
los movimientos, en la zona periférica.
Bueno, pues
durante un tiempo me pareció contradictorio aquello, que no tenía
sentido que un primate evolucionado percibiera, como digo, las cosas en
tiempos distintos y sobre todo más tardíos, entre su centro de
visión y la zona periférica del ojo. Pero en muchas ocasiones las
personas tendemos a pensar con eso que llamamos “sentido común”, cuando la realidad que nos rodea se comporta de
forma contraria. Es decir, es contraintuitiva. En mi caso, creo que
he caído en el prejuicio de la percepción evolutiva, que nos hace
creer que la evolución va “a mejor”, en una tendencia
de las especies y las criaturas a una mejora y un mayor refinamiento, algo que en realidad no ocurre así exactamente. La evolución es un proceso ciego,
accidental y bastante aleatorio.
En fin, que la
razón de aquel retraso perceptivo podía no ser evolutiva, sino de
otro tipo. A lo mejor era puramente fisiológica, es decir, que
ocurría porque estamos hechos de una manera determinada, y ya está.
Y dejé de pensar en el asunto durante un tiempo.
Pero hete aquí
que llevo tiempo pensando en una secuela de una novela y para
documentarme compré en marzo del año pasado, en un quiosco del aeropuerto de Las
Palmas un número especial de la revista Investigación y Ciencia
dedicado a la conciencia, y en él encontré un artículo que me dio
algunas pistas. El texto en cuestión se titula “En busca de la
consciencia perdida”, su autor es el neuropsicólogo Reinhard
Werth, y fue publicado en “Cuadernos mente y cerebro” número 13.
En él Werth explica sus investigaciones con personas que sufren
deterioros neurológicos para intentar explicar ciertos fenómenos de
la percepción, sobre todo la visual.
Uno de los
experimentos, realizado con niños nacidos sin cerebro, mostró al
neuropsicólogo que estos podían seguir objetos en movimiento con la
vista, de modo que averiguó que, a pesar de carecer de cerebro, esos
niños perciben visión, de hecho el campo central de la misma, en un
área ajena a la corteza cerebral y a la zona donde se produce la percepción de la visión ordinariamente. Al parecer, los bebés inician su captación visual del mundo a partir de ese foco central, y la van ampliando a
medida que crecen, de forma natural.
El área que
“ve” ese foco central es muy primitiva y se encarga de coordinar los
actos reflejos, puesto que gran parte de los movimientos oculares son
de este tipo. De hecho para focalizar un objeto el ojo realiza varios
movimientos totalmente automáticos e inconscientes con el fin de
poner el objeto en cuestión en la zona central de la percepción (el
centro de visión), regulando la cantidad de luz recibida mediante el
movimiento del iris, así como del cristalino para el enfoque, etc. Todo eso es
tarea del sistema parasimpático, encargado de automatismos
primitivos similares como la respiración, el ritmo cardíaco, etc. Son procesos totalmente inconscientes y que se realizan de forma automática.
Este proceso se
produce en un área conocida como el tálamo, una zona muy misteriosa
que gestiona un montón de cosas de esas automáticas que realiza
nuestro cuerpo sin que nos demos cuenta. Al mismo tiempo, el tálamo
parece que modula nuestra propia consciencia mediante la interacción
de grandes áreas del cerebro.
El tálamo se
combina en sus funciones con el hipotálamo y ambos forman el llamado
diencéfalo. Por otro lado, es sabido que la visión se procesa de
forma compleja e interpretativa en las zonas occipital y parietal del
cerebro, amén de en otras áreas también de la corteza (conocidas
como áreas 17, 18 y 19 de Brodman); la corteza es la zona del
pensamiento y la elaboración perceptiva compleja. Así que me parece intuir
que todo esto es un asunto de llegada de señales a una zona más cercana
y/o más rápida en interpretarlas (tálamo) y luego a otra más elaborada,
que requiere más proceso o más tiempo para interpretar las señales
y convertirlas en percepción (áreas cerebrales de la visión).
Al parecer el
tálamo tiene una parte, el núcleo geniculado lateral (GNL), que
funciona como una centralita perceptiva. Por él pasan muchas señales
(no sólo las visuales) y se encarga de repartirlas a las zonas de la
corteza encargadas de su proceso, de modo que ese área tal vez deba
de percibir antes que ninguna otra, pues recibe primero la señal y
luego la transfiere a la corteza cerebral.
Al mismo tiempo,
el hecho de que la visión se construya al desarrollarse un ser humano a partir
del área central, que parece procesar el tálamo, si sigo una
interpretación generosa de los experimentos de Werth (aquí estoy
saltando un poco desde su artículo a mis ideas, pero bueno), me hace
sentirme más seguro de que ese podría ser el origen de ese retraso
que he percibido en mi mismo: la fisiología. Que estamos hechos así,
vamos.
En resumen, que el tálamo participa en la percepción, además de gestionar el
envío de las señales visuales que le llegan para su reenvío a la
corteza cerebral perceptiva, y de ahí el mínimo retraso entre lo
que el GNL percibe (visión central muy primitiva) y lo que se
procesa en el área cortical (visión periférica y proceso refinado
de visión central).
Todo el proceso
perceptivo es increíblemente complejo y en esta explicación he
ahorrado liarla más con cómo llegan las señales visuales al tálamo
a través del quiasma visual, etc. No es necesario y añadiría,
creo, confusión al asunto. Sólo se trataba de encontrar una
explicación más o menos aceptable para mi inesperado experimento
casero.
Otra posibilidad un poco inquietante es que yo esté hecho así y sólo yo experimente ese fenómeno. Así que si a vosotros os pasa igual que a mi, y veis con retraso las cosas en vuestra periferia ocular, me sentiré realmente aliviado...
También he
consultado para este artículo los siguientes textos vía internet:
-Psicología de
la percepción visual. 2.7. Las vías visuales del cerebro. VV. AA.
Universitat de Barcelona.
-Áreas de
procesamiento sensorial. VV. AA. Neurowikia.
-Neurociencia y
comportamiento. Procesamiento visual talámico. Francisco de Asís
Gallardo Chamizo. Universidad de Sevilla.
La foto es una imagen digital que hice hará como dos años.