El cine es un arte en
perpetuo proceso de cambio. Siempre ha estado a merced del progreso tecnológico,
siendo él mismo un invento de sus tiempos; el sistema de movimiento
de la película en los proyectores de cine y las cámaras originales
fue creado por los Hermanos Lumière inspirándose en las máquinas
de telares industriales a vapor de la Revolución Industrial.
Así, el cine ha vivido
inmerso en un continuado cambio técnico. Pensad en que primero fue
cine mudo y en blanco y negro, utilizando películas de celuloide altamente inflamables y
que se fue haciendo sonoro al final de los años 20, tomando color
allá por los años 30, y dando saltos similares a medida que las nuevas
técnicas se iban desarrollando.
El salto más reciente ha ido
ocurriendo a lo largo de los últimos 20 años, y ha sido la
transición al cine digital. Ahora las películas se hacen utilizando
cámaras que ya no contienen película, sino CCDs y microprocesadores que generan archivos que se almacenan en discos duros o memorias sólidas, y ello
también ha cambiado intensamente todos los procesos y artes de hacer
películas.
Hace unos meses se
estrenaba en España “El libro de la selva”, una nueva adaptación
de la novela de Rudyard Kipling que muchos de nosotros tenemos
grabada en la retina por la versión animada de Walt Disney o por la
anterior, de los años 40, protagonizada por el actor indio Sabú.
Este “El libro de la
selva” es una producción, como la animada de los años 60, de
Disney, y ha sido dirigida por Jon Favreau, un actor reciclado a
director que rodó previamente las dos primeras partes de la saga de
Marvel “Iron Man” y el chiste de Gary Larson reciclado en
película “Cowboys vs. Aliens”.
Esta nueva adaptación
del clásico de Kipling tiene un estilo visual apabullante, un manejo
de las criaturas digitales -que eso son los animales parlantes que
aparecen en la película- impresionante y un diseño de espacios y decorados realmente sugerente -elaborado mayoritariamente por ordenador-.
En la
película se han usado las técnicas desarrolladas en películas como
“Avatar” o la posterior “Gravity”, utilizando platós de
croma con una construcción de decorados mínima, cámaras virtuales,
realidad enriquecida, captura de movimientos, programas de
previsualización y postvisualización en tiempo real, etcétera, que
están permitiendo a los directores más tradicionales, y a los técnicos poco
acostumbrados a estos entornos altamente tecnológicos de rodaje,
casi experimentales, el trabajar cómodamente, improvisar -algo que
el mundo digital no suele llevar bien- y crear con mayor libertad que
hasta ahora.
La película fue
realizada con Digital Domain al frente de los efectos visuales y el
ya legendario Rob Legato comandando a un ejército de supervisores
digitales y a varios cientos de profesionales tecnológicos. La
empresa es un mastodonte de las técnicas digitales junto a ILM, y
uno de sus propietarios y fundadores es James Cameron. Pero como
suele pasar en estos proyectos de cine actuales, son tan enormes que
difícilmente pueden ser afrontados en solitario, así que otras
empresas, como MPC y Weta Digital, contribuyeron a la obra.
Rob legato manejando la cámara virtual en un momento del rodaje de la película
Un ejemplo de las
técnicas utilizadas fue la actualización de SimulCam, un generador
de cámaras virtuales en espacios digitales creado para “Avatar”,
que utiliza torres de captura del movimiento que realiza la cámara manejada por el operador y lo transponen a un espacio virtual 3D. Estos datos alimentaban a un
sistema creado por Microsoft en colaboración con Digital Domain que
se usaba por primera vez para una película, llamado Photon, que se
basa en el motor gráfico Unity (lo conoceréis los aficionados a los
videojuegos; se ha hecho muy popular entre los desarrolladores de
este tipo de productos interactivos), lo que permitía al director de
fotografía Bill Pope (ASC) y a Favreau elegir cámaras, lentes,
luces, movimientos y angulaciones, incluso visitar localizaciones
virtuales como si hicieran "location scout", en un entorno 3D fotorealista que se generaba en tiempo
real. El director llevaba puesto un visualizador virtual Oculus Drift para
moverse por el escenario digital y contemplarlo, tomando decisiones
de rodaje de forma muy directa y espontánea, algo realmente novedoso
en este tipo de entornos tan tecnológicamente complejos.
Así que técnicamente
“El libro de la selva” es un proyecto revolucionario, en el que
rodar una película se ha convertido en lo que llaman “captura digital” y donde una gran parte del coste se ha derivado a I+D, creándose
técnicas, softwares y flujos de trabajo que están convirtiendo el
cine en algo diferente.
“El libro de la
selva” es una película aparentemente rodada en la más salvaje y
lujuriosa de las selvas, pero que se ha creado casi toda en platós de
croma en Los Angeles, en condiciones de laboratorio, usando cámaras
virtuales y casi sin pisar los exteriores. El salto tecnológico al
que estamos asistiendo es sorprendente. Y conceptos como la dirección de fotografía y la iluminación de decorados se convierten en algo completamente diferente.
En mi libro “Luz,Cámara, Bits”, narro la historia de los efectos
digitales en el cine desde su nacimiento hasta la actualidad, y en él se
habla con un poco más de profundidad de esta pequeña revolución
tecnológica. Si os interesa, podéis comprarlo en librerías y
centros comerciales.
La verdad, es esta una historia apasionante a la que
estamos asistiendo cada día, que ni mucho menos ha llegado a su
meta; siempre sigue adelante, porque en todo momento aparecen nuevas
técnicas y herramientas. Al final se trata de contar historias de la
mejor manera posible. Eso es hacer películas.
Las imágenes que he
usado son del rodaje de “El libro de la selva”, copyright Disney,
y las utilizo acogiéndome al derecho de cita.