El mundo, el demonio y la carne, las grandes fuentes del sufrimiento y el error humanos según recuerdo del catecismo (son "Los enemigos del alma" en la tradición católica), me han llevado a acordarme, pensando en algunos posts anteriores, en cómo ciertas religiones plantean a sus acólitos la necesidad de un distanciamiento "del mundo" que les lleva a comportarse como auténticos enajenados.
Los testigos de Jehová, por ejemplo, desprecian los "asuntos de los hombres" en pos de un futuro fin de los tiempos tras el que la Humanidad vivirá en una especie de utopía de technicolor en la que Dios baja al mundo, las fieras se vuelven mansas, desaparecen las enfermedades y la infelicidad.
Los católicos, por su parte, practican un desapego similar respecto a los asuntos humanos, que al final sólo parece expresar una tremenda falta de fe en la humanidad, una concepción (bastante ingenua y destructiva a la vez) puramente negativa de la condición humana, que consideran incapaz de guiarse a sí misma sin la intervención divina.
Es, curiosamente, un prejuicio que también comparten los (igualmente enajenados) ufólogos y otros conspiranoicos que abogan porque las Pirámides y otras grandes obras arquitectónicas son de origen extraterrestre. El caso es despreciar a la humanidad y considerarla un grupo de incapaces necesitados de un padre que juzgue, castigue, premie y finalmente ordene un universo caótico.
Y en gran medida todos estos ministros que padecemos actualmente en el gobierno conservador español, abducidos por la fe católica, tienen esa forma de pensar, manteniendo un modelo, en mi opinión puramente sociopático, en el el que lo humano es transitorio, en el que esto de la vida no es más que una ilusión en espera de una vida mejor postmortem, y en el que por tanto todo es relativo, de modo que lo mejor es obedecer las órdenes de la curia del grupo al que perteneces y no pensar demasiado en lo que, a causa de las medidas que tu gobierno apruebe, pase a los ciudadanos, que si no son parte de nuestro grupo, son "el otro".
Dentro de esta forma de ver el mundo, no es extraño que se dé poder a la iglesia católica para decidir sobre la educación de los ciudadanos (como ha pasado en la LOMCE o "Ley Wert"), que se nieguen los derechos ciudadanos a las mujeres, tratándolas como niñas inmaduras necesitadas de una autoridad superior, como podría pasar si se aprobara la salvaje reforma de la ley del aborto, causa casi personal del Ministro Gallardón, o que se encarezca la justicia con la excusa de que "la gente abusa de su derecho". El ciudadano es "el otro", un infante inmaduro que sólo entiende la mano dura.
Según su forma de pensar, "el otro" (el periodista o el ciudadano que te pide cuentas, los trabajadores a los que tu reforma laboral arrastra al paro) también es parte de "el mundo", y es por tanto un "enemigo de la santidad", y eso es muy preocupante ¿No creen?
Creo, abundando en lo ya comentado en posts previos, que es un grave error que las personas que pasen a gobernar un país pertenezcan a un grupo religioso o a cualquier secta, pues su visión del mundo y de la humanidad puede afectar gravemente su buen juicio.
La ilustración la encontré en Wikimedia Commons. Ilustración de Gustave Doré para "El Paraíso Perdido", de John Milton. Está en dominio público.