Sus defensores lo califican de entretenimiento inofensivo. Y no tiene nada de ello.
Y encima usando un recurso público, el espectro de emisión televisiva. Me alucina que se consienta este espanto diario, y, de hecho, ha cambiado con el paso de los años la forma de relacionarse entre los españoles. Estoy seguro de ello. Para más inri, todo empezó en la televisión pública de Valencia, con una monstruosidad llamada "Tómbola", pagada con impuestos.
Las tertulias políticas, esos espejismos corporativos diseñados para orientar la opinión, han acabado devoradas por el modelo, mezclado y no agitado con el de las ruidosas charlas deportivas del late night. Con una diferencia. Los trabajadores de “Sálvame” al menos son honestos. Venden lo que venden. La tertulia política extiende ‘la voz de su amo’ en una parodia hipócrita de pluralidad basada en la cuidadosa selección de contertulios adecuadamente aleccionados.
Las naciones tienen muchas formas peculiares de autodestruirse y esta es una de ellas. Saber verlas implica tener la oportunidad de evitarlas. Me temo que no ocurrirá.
La tragedia de "Sálvame" es la tragedia de España.
Tomé la foto que ilustra este texto el día 2 de julio de 2020.