lunes, 26 de octubre de 2015

El legado

El islote de Gando, junto al aeropuerto de Gran Canaria

El protagonista de mi novela "Los que sueñan" se llama Dante Tejera. Tejera era el segundo apellido de mi abuelo materno, José Rodríguez Tejera, que para mi es un hombre de leyenda.

Esto es para mis primos, para que sepan algo más, aunque ya he hablado de ello aquí y aquí un poco, sobre la gente cuya sangre llevamos en las venas. Gente que te hace sentir orgulloso y especial, mis "santos laicos" (una categoría que me he inventado de gente buena, en la que he metido desde Carl Sagan a Franco Battiato pasando por Andrei Tarkovsky, Oliver Sacks o Stephen Jay Gould).

Pues aquí van dos. El escenario, la España oscura de la guerra y la posguerra. En San Mateo, un pueblito perdido en una isla perdida en mitad del Océano Atlántico: Gran Canaria.

Nuestro tío abuelo Miguel

Mi/nuestro tío abuelo Miguel, "El Cura Rojo", era famoso por ir, grandote él, montado en una burita chiquita, por los pueblos de la isla de Gran Canaria, a decir misa y de paso a explicar a los pobres de los lugares que visitaba por qué la gente tenía que luchar por sus derechos. Lo pagó, acabando con sus huesos desterrado en Fuerteventura. Era un hombre querido por todos, bueno y amable. La foto que conserva mi madre de él es de su obituario en el desaparecido periódico El Eco de Canarias, creo, donde solía escribir.

Miguel tenía varios hermanos y hermanas: Antonia, Pedro, Domingo... que también fue encarcelado por el régimen, aunque no tenían nada de qué acusarle, excepto por ser maestro (mala profesión para aquellos tiempos oscuros de la posguerra, si bien casi toda mi familia materna tenía esa preciosa profesión, como Antonia, que era maestra en La Lechucilla, una preciosa zona de San Mateo). Eran los años en los que muchos caciques locales aprovecharon el río revuelto para resolver cuitas personales y en los que una simple conversación oída por un tercero podía costarte la libertad, o algo peor, y así le pasó a Pedro, que dijo algo que no debía ante un testigo en un "pirata" camino al pueblo; las guaguas ilegales que hacían servicios de transporte de pasajeros en aquellos años recibían aquel nombre, por lo que acabó con sus huesos en la prisión de Gando, ese islote que aparece en la foto que abre el artículo y está junto al Aeropuerto de Las Palmas. Aquellos fueron unos años realmente feos en la isla, como en todo el país. De allí le sacó Miguel que tuvo que implorar a las "fuerzas vivas" porque Pedro era padre de varios hijos y su único sustento su trabajo de herrero y cubero en San Mateo. Durante el tiempo que Pedro estuvo recluso en Gando, Miguel cuidó de sus hijos.

Pedro tuvo un hijo, que fue llamado Domingo, y que Miguel vio (posiblemente en la temporada en que tuvo a los críos bajo su cuidado) que era un chico muy inteligente y brillante, animando a Pedro a educarle, lo que se logró con gran esfuerzo de toda la familia. En aquellos años tener a alguien entre tu gente atento a esas cosas, y poder ayudar a tus hijos en sus estudios, era casi un milagro. Así que pagaron su formación, y Domingo acabó siendo una autoridad internacional en microbiología, trabajando en la Universidad de Oxford. Llegó a ser tesorero del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que en nuestros días pasa por un grave apuro económico cracias a este gobierno perdido e ignorante que padecemos (que no sólo a la crisis).

Nuestro tío Domingo Rodríguez Sánchez en una foto tomada en los años 80

Pepe, nuestro abuelo, al que los primos no conocimos, es este señor tan guapo de la foto de más abajo. El angelito sentado en el arbolito es mi madre, Isabel. Y en sus brazos, lleva a su segundo hijo, Pepe.

Se ganó durante años el pan siendo el chófer, mecánico y asistente de la conocida familia Miller, británicos que trajeron gran industria y riqueza al Puerto de Las Palmas que había crecido gracias al proyecto de León y Castillo.


Mi abuelo Pepe era un manitas, un mecánico ingenioso e inventivo, y llegó a reparar el avión de Charles Lindbergh en su visita aérea por las islas, que ocurrió en el año 1933. El mítico aviador, agradecido, le regaló su mono de vuelo, que guardó durante años. El paso de Lindbergh por las islas fue todo un acontecimiento; abajo podéis ver un sello conmemorativo.


Mi abuelo me recuerda a un Lon Chaney joven con algo de Ramón Novarro. Las chicas de San Mateo, su pueblo natal, estaban loquitas por sus huesos.

Era un hombre bueno, cariñoso con sus hijos, a los que crió en unos tiempos muy duros, y enamorado perpetuamente de su esposa, Delfina Almeida Romero, mi abuela, a la que yo llamaba Mamá Fina. Cada día llegaba mi abuelo a la gran Casa del Árbol (como mi madre la llama) con algún regalo para ella. En eso creo que he salido un poco a mi abuelo.   :-)

Esta es nuestra gente. El legado que debemos honrar, estos son algunos de los gigantes sobre cuyos hombros viajamos.

Vivieron en unos tiempos mucho más crueles, duros e implacables que estos, y lo hicieron con dignidad, amor, lealtad y valentía.

Por eso tenemos que intentar estar a la altura ¿No creéis?

Pd.: post scriptum. Mi tía Mary me cuenta un par de anécdotas de Miguel. Una vez que tenía que preparar una misa cantada, llegó un poco antes para ensayar con el coro y los pilló cantando "Rascayú", una canción muy popular entonces, y bastante "políticamente incorrecta" para cantarla en una iglesia. Se sentó tranquilamente a que el coro terminara y al acabar les puso tan feliz a ensayar la misa. También los críos le tenían mucho cariño para confesarse con él, pues decían que era "un cura relajao", que se te ponía en el confesionario a hablar de fútbol mientras te daba la absolución. Me cuenta además Mary que Domingo también fue concejal por el PSOE en el Ayuntamiento de San Mateo. También me cuenta mi tía que yo de niño (3-4 años), cuando salía una avestruz en la tele, la llamaba "tía Antonia", ya que era mujer caderona y de piernas larguiruchas, con unos andares muy característicos. No me acuerdo de esas cosas, qué curioso. Pero es una alegría que me lo recuerde mi tía, a quien desde aquí mando un besito.

Las imágenes que uso para ilustrar este texto son de la colección familiar, excepto el sello, que está en Dominio Público.

Exposición abierta hasta julio.

Mi exposición fotográfica "El Risco: la montaña habitada" sigue abierta hasta julio en la Sala MAPFRE Ponce de León,  C. Castillo,...