sábado, 24 de marzo de 2018

Proyectos (9) - El Soñador



"El soñador" fue una serie de álbumes de ciencia-ficción en inglés que estuvimos proyectando Darío Martínez y yo hace como diez años. No hubo suerte en el mundo editorial, así que acabó en un cajón. Aquí os dejo algunas muestras del arte de Darío en diseños para la obra y algunas páginas terminadas.




 



sábado, 17 de marzo de 2018

"Fotos" en TVE en abril



Hace unos días grabamos en TVE el coloquio del programa “Historia de nuestro cine”, que esta vez ha estado dedicado a películas raras, extrañas y “peculiares”.



Esa semana de emisiones del programa, que transcurrirá del día 9 al 13 de abril, estará dedicada a las raras avis del cine español, programando las películas “Mañana...” (1957), un fascinante ejercicio de poesía visual de José María Nunes (lunes 9), la poderosa “El hombre oculto” (1971), de Alfonso Ungría (martes 10), “Tamaño natural” (1974), de Luis García Berlanga, que me ha resultado realmente brutal en su visionado (miércoles 11), la interesantísima y reivindicable “Carne Apaleada” (1978) de Javier Aguirre (jueves 12) y finalmente “Fotos” (1996), mi primera película, que se podrá ver el viernes día 13.




En el coloquio participamos Luis E. Parés, historiador, documentalista, crítico de cine y coordinador del programa, la cineasta Meritxell Collell, que venía de presentar su opera prima en el largometraje, “Con el viento” (2018), en el Festival de Berlin, y Alfonso Ungría, con quien, por cierto, coincidí en Fotofilm Madrid durante el montaje de “Fotos”, mientras él hacía las mezclas de sonido de su película “África” (debut de Elena Anaya en el cine largo). Moderó las intervenciones Elena Sánchez Sánchez, presentadora del programa. Por cierto, “Fotos” será introducida por Jordi Costa.



Hace ahora 20 años, allá por 1998, la película supuso un pico de audiencia en su primera emisión en el programa “Versión española”, por encima de la media de La 2 y saltando al millón de espectadores, gracias sobre todo al interés que había despertado en el público canario durante su rodaje. A lo mejor esta vez también lo conseguimos, quién sabe.




En cualquier caso, espero que os guste esa extraña película en la que pusimos tanta ilusión, y que os parezca entretenido el peculiar juego que plantea.



En breve iniciaremos una nueva aventura en Las Palmas, el rodaje de “La estrategia del pequinés”, que adapta la premiada novela de Alexis Ravelo (ganadora el Hammet de la Semana Negra y el Novelpol), que ya va por 9 ediciones. Es una película que nos llena de ilusión y de ganas de hacer las cosas bien. Espero que podáis verla en cines antes de fin de año. Os mantendré informados de los pormenores de la producción en este blog y en redes sociales.



La película es posible gracias a la apuesta de Televisión Española, y Televisión Canaria, el Cabildo de Gran Canaria, a la financiación del ICO, y a un buen puñado de inversores interesados en crear una industria cinematográfica en las islas. Pronto, nuevas noticias al respecto.



Os dejo con este link al minisite en imdb de “Fotos”.

Las fotos con las que ilustro este artículo son copyright TVE.


lunes, 12 de marzo de 2018

Decálogo


Hemos hecho con la gente de Sopa de Sobre el vídeo divulgativo para la campaña del Decálogo por una Alimentación Sana y Saludable, impulsada por Lluis Serra Majem. Los diseños son de Santiago Verdugo, la voz de Julio Perillán y la música de Juan Belda. Si queréis saber más sobre el Decálogo, una estupenda iniciativa, podéis seguir este link. El vídeo recibió el Primer Premio de la categoría de vídeos de la Cátedra Telefónica de la @ULPGC.

jueves, 1 de marzo de 2018

Entrevista en la revista FOTOCINEMA


Hace unas semanas, Francisco Vegas Molina me entrevistó para un artículo en la revista Fotocinema, especializada en el aspecto más científico del cine y la fotografía. Las preguntas giraban alrededor del mundo de los efectos visuales en el cine y el cambio que estas técnicas, y el cine en general, han experimentado con la irrupción de los procesos digitales, tomando como referencia mi ensayo sobre el asunto, "Luz, cámara... bits".

Finalmente, la entrevista ha sido publicada en el número 16 de la publicación, que edita la Universidad de Málaga. Estos son los links al artículo en PDF y en HTML. Más abajo dejo el inicio de la entrevista, con algunas correcciones. Espero que os resulte interesante.
 
VFX Y CGI: LA IMAGEN DIGITAL Y LOS PROCESOS TRADICIONALES EN EL CINE. ENTREVISTA A ELIO QUIROGA
Francisco Vegas Molina
Universidad de Málaga, España


El cine, como industria cultural, comienza a desbordar gran parte de su desarrollo en vertientes cada vez más orientadas hacia las ya casi innumerables herramientas tecnológicas y digitales. Términos como VFX o CGI no son sino una generalidad prácticamente utópica desde la que comenzar a estudiar una situación ampliamente heterogénea, así como en amplios momentos exclusiva del cine americano. Elio Quiroga, escritor y director de cine carente de miedo ante la distopía, el avance tecnológico y la imaginación en sus entregas e investigaciones, trata de arrojar un poco de luz sobre los factores y relaciones que acontecen entre la herencia y el hacer del cine más tradicional y las innovaciones más recientes de la industria.

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-Como reflexiona en Luz, cámara…¡Bits! (2015) el cambio en los propios mecanismos de comunicación derivados de internet y las nuevas tecnologías ha afectado al mercado, y dentro del mismo, al cine, siendo incluso superado por otras industrias culturales, como el videojuego. ¿Puede ser esta “presión” uno de los factores que hace que cada vez veamos una implementación más activa de los fuertes atractivos del videojuego como las imágenes CGI en cine?


Sin duda. Y por varias razones. Primera, que el mercado tira de productos así, o al menos los productores consideran que una narrativa más orientada “al videojuego” puede atraer a más espectadores. Y también porque los directores que están entrando ahora a trabajar son jugones, gente que ya lleva teniendo consola en casa desde que nació, por lo que hay una gran familiaridad con la especial narrativa que tienen. De hecho, las adaptaciones se han ido sofisticando, desde aquella implementación un poco primaria, por ejemplo, en la adaptación al cine de “Doom” (que tampoco es muy antigua), en la que se simulaba el punto de vista de un jugador en un shooter, pensando que eso era lo que la audiencia demandaba, a las actuales versiones, mucho más sofisticadas, como la reciente “Warcraft”, que tiene mucha más complejidad, si bien el material de partida es, claro, más rico. Y, obviamente, la irrupción de internet ha cambiado completamente el modo en el que nos relacionamos y vivimos, así como la manera en la que consumimos entretenimiento (redes sociales, youtube, etc.), y otro tanto ha pasado con el cine, que se ha visto arrastrado por todos esos cambios. Por otro lado, siempre ha sido así, pues el cine es altamente dependiente de las tecnologías que van apareciendo (pensemos en la transición del mudo al sonoro, del blanco y negro al color, de la proyección casi cuadrada a la panorámica, de las salas a los receptores de televisión, del analógico al digital). Finalmente, está la presión añadida del productor actual, que es un técnico (generalmente un MBA sin conocimientos en el medio, que hoy trabaja en cine y mañana está en una empresa de bebidas) y que se basa en estudios demográficos, elige el público objetivo, desmenuza el proyecto para que sea de su agrado, etc., lo que lleva también a consecuencias bastante lamentables a veces. Porque la industria, especialmente la americana, pero también en el resto del mundo, se ha vuelto en ese aspecto mucho más miedosa. Y sin embargo es la industria la que maneja los canales masivos de distribución, marketing, publicidad, etc.


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-Por otra parte, esta imaginería digital ha llegado incluso a caracterizar los llamados blockbusters, un término que en según qué ámbitos o “esferas” se llega a considerar sinónimo inmediato de “mal cine”. ¿Cree que esta relación entre cine e imagen digital puede desvirtuar en cierta medida y en según qué casos a una película?

 
Es verdad que los blockbusters, si algo tienen, es un gran uso, y abuso, del CGI. Actualmente el mercado en ese aspecto está dominado por las adaptaciones de cómics de superhéroes, que necesariamente requieren de gran cantidad de efectos digitales (es una moda, y pasará, como todo). Al mismo tiempo, las audiencias se van sofisticando más, y demandan algo extra en cada nueva película. El resultado son al final tremendos armatostes llenos de efectos visuales, realizados por legiones de técnicos en CGI, que, claro, cumplen lo que se les pide, que es funcionar en taquilla y generar negocio a cambio de entretenimiento rápido. Pero a la vez, han llevado a que el cine se haya vuelto mucho más conservador en ciertos aspectos que antes. Se crean películas enormes, muy caras, que han de recuperar lo invertido y generar ganancia sí o sí, y el estudio se la juega, corriendo tremendos riesgos financieros. Este juego de poner todos los huevos económicamente hablando en una sola cesta hace que apenas se haga un cine de tamaño medio. Y el cine pequeño, por su parte, queda condenado a la marginalidad, a la experimentación y a los circuitos de arte y ensayo, o, claro, a internet. Todo eso lleva a un gran control, casi paranoico, por parte de los estudios y productores de las películas que se crean, y a que se recurra muy a menudo al CGI para solventar carencias de otro tipo, ya sea por falta de calidad del guión (se siguen arrancando rodajes de películas con los guiones sin terminar), o por fallas que salen a la luz en los screenings de prueba. Hablando del cine, sobre todo en USA, pero también en muchos países del mundo, la industria vive ahora en una perpetua zozobra, sus productos han de generar muchísimo dinero, y para ello han de ser comprensibles en Madrid, Delhi y Washington, por personas de 10 a 90 años, tienen costes enormes, y todo eso lleva a que se generen muchos productos franquiciados, “producer-driven”, basados en marcas muy conocidas que tienen una enorme base de fans, como los de la saga actual de “Star Wars”, que se están caracterizando por los despidos y contrataciones nuevas de directores, lo que refleja que son el miedo al fracaso y las decisiones casi histéricas del productor, aterrorizado con ofender a la "fan base" de las franquicias que ha adquirido por un precio gigantesco, los que dominan en este momento esa parte de la industria. En ese aspecto se ha pasado de un cine “de director” (70s-90s) a uno “de productor” (00s-18s), orientado a la franquicia y diseñado para el fan, para el "geek". No es nada nuevo, probablemente siempre ha pasado, pero ahora digamos que las apuestas están más altas, y el riesgo de fracasar puede llevar a un gran estudio de cine al desastre, así que se apuesta por fórmulas seguras, que actualmente se pueden resumir en: franquicia explotable en secuelas + superhéroes + CGI + guión super simple + fan fiction. Asímismo, esto también aparece como importado del medio televisivo, donde es el creador del formato el que delimita el estilo de la serie, los directores a contratar, etc. Es el llamado showrunner.


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-Sin embargo, algunos largometrajes como por ejemplo Seven (David Fincher, 1995) y sus reconstrucciones, sangre digital… etc., o Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) con aquellas alarmantes integraciones sobre vídeo que tan bien describe, sin olvidar además sagas como El señor de los anillos (Lord of the rings, Peter Jackson 2001-2003) son consideradas por muchos como prestigiosas obras donde dichas técnicas o procesos no son desestimados. ¿Dónde está la diferencia?

 
Como siempre, el CGI es una herramienta. Hay películas que saben usarla sabiamente, sobre todo porque sus responsables son gente inteligente y cabal, buenos narradores, y otras que la utilizan de forma chapucera. Hay cierto cine en el que la herramienta supera al contenido, y eso la audiencia lo nota, por lo que no suelen funcionar bien en taquilla; se nota el trampantojo. En los casos que comentas, los efectos realizados en imagen digital son necesarios para contar una historia, nada más. No se usan para otras cosas. Y si están bien utilizados y en justa medida, como los ingredientes de un buen guiso, funcionan. Pero como toda herramienta, han de ser dosificados con prudencia. En la saga de “El señor de los anillos” también se usaron técnicas y trucajes antiguos como el mismo cine, que llevan cien años aplicándose, como la perspectiva forzada, que permitía jugar con los tamaños de los elfos. Son trucos hechos en el plató, sin postproducción, y que funcionan estupendamente. En fin, que al construir una película se recurre a las herramientas necesarias para contar bien la historia, en eso debería resumirse todo. En el otro lado de la balanza, está la trilogía de “El Hobbit” que en mi opinión abusa de las herramientas digitales, y eso como espectador lo notas, y lo sufres. Son películas sobrecargadas de efectos, larguísimas, y con muy poco que contar en realidad.


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-Estas controversias parecen asemejarse en cierta medida a otras ya acontecidas. El uso extendido de VFX parece un eco perfeccionado del matte painting de Norman Dawn, así como de aquel secretismo fruto de la exigencia del público de la época de “querer ver cine”. ¿Siguen, después de casi un siglo, sin solucionarse los mismos problemas?


En los primeros tiempos del cine, los estudios ocultaban al público sus trucajes, eran secretos muy bien guardados, y los técnicos entonces firmaban acuerdos de confidencialidad. Temían que les pasara como a los magos y prestidigitadores, que les descubres el truco y desaparece la ilusión, y que como consecuencia, los espectadores dejarían de interesarse en las películas. No fue así, al contrario; luego se comprendió que las audiencias también estaban interesadas en el proceso de hacer películas, y en el de los trucajes. Estos nacieron fundamentalmente por motivos económicos. Era infinitamente más barato poner un castillo en una montaña con una pintura sobre cristal que construirlo, y el efecto sobre el espectador era el mismo: un castillo sobre una montaña. Actualmente, simplemente la tecnología se ha sofisticado, pero la necesidad es la misma, puramente económica. Hacer imágenes lo más espectaculares que sea posible, por el mínimo coste, es el objetivo. También hay otros efectos invisibles, que cada vez se usan más, gracias a la imaginería digital, desde el borrado de micrófonos, a la extensión de decorados, el añadido de extras virtuales, etc. que ayudan a simplificar y abaratar el rodaje, que siempre es el aspecto más caro del proceso.


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-Como bien apunta, el uso de los VFX supone un nuevo paradigma dentro de las propios procesos de producción. Desde la previsualización (ya vislumbrada a su manera en la mente de Coppola) hasta el hecho de que la dirección de fotografía pueda dar un giro de 180º del set a la postproducción, son numerosos los casos en los que las tradicionales cabezas de dirección y los más recientes supervisores de efectos visuales se ven en labores que con diferencia superaron la colindancia. ¿Están perdiendo aquellos profesionales cierta autoridad en sus disciplinas respecto a estos nuevos en la producción cinematográfica y publicitaria?


Sin duda, aunque eso ocurre sobre todo en los títulos más “corporativos”. Como las adaptaciones de Marvel o DC, de nuevo los superhéroes, y producciones similares. En esos casos se gasta tantísimo dinero y se han de planificar las películas con tanta antelación, que cuando el director es contratado, el proyecto ya lleva andando varios años, y, al menos las escenas de acción, ya están posiblemente previsualizadas y aprobadas por el estudio, de modo que el director poco puede hacer aparte de revisarlas y darles pequeños toques, que siempre serán además supervisados por varios “guardianes de las esencias” corporativos, que velan por que el director no se salga del canon del cómic que se está adaptando, por ejemplo (hay un gran terror a desatar las iras de los fans de los personajes si se les aplican tratamientos o ideas que les saquen demasiado de sus modelos de papel). En cierta medida, es un proceso muy lógico de trabajar, y no difiere de la manufactura de los populares seriales de bajo presupuesto que se hacían en los años 30 en Hollywood. El director en esos casos ha de asumir cuál es su papel, que es el de mero transmisor de un proyecto diseñado en producción, y hacerlo bien. Tipos como Joss Whedon, por ejemplo, lo tienen muy claro. Otros como James Gunn gozan de una pequeña libertad añadida en sus proyectos de adaptación de cómics, que dependerá siempre del éxito de su última película. Con todo, en estos productos tan “cobardes” (corporativamente) por definición, se dan casos inversos. “Star Wars” ha contratado a directores recientemente que han sido despedidos enseguida y sustituidos por realizadores más “de la casa”, más “seguros”. Se les había contratado inicialmente por su visión original, su capacidad de innovación, pero enseguida los ejecutivos del estudio se asustan de esa misma creatividad, pensando que van a romper la franquicia, y les despiden. Pasó algo similar con la última película de “Fantastic Four”, un ejemplo de libro de un estudio que se da cuenta demasiado tarde de que el director elegido no es el que necesitan, pero que arman tal desastre tras despedirle, que te planteas que mucho mejor les hubiese ido si se hubieran arriesgado, asumiendo su decisión hasta las últimas consecuencias, y dejando al director terminar la película que quería hacer. Son tiempos extraños, pero de todas formas esas cosas también han ocurrido en el pasado. Recordemos la odisea que fue el rodaje de “Cleopatra”, o “Lo que el viento se llevó”, en ambos casos con cuatro directores despedidos uno tras otro. 


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-¿Y en la labor de dirección artística? ¿Hasta qué punto sabe o suele saber un director artístico cómo se verá realmente finalizada su labor tras los múltiples ajustes de color, escenarios irreales donde las indumentarias se verán implementadas o personajes insertados digitalmente en la fase de postproducción?


En nuestro cine español esto no está tan visto excepto en las producciones muy caras, pero en USA se distingue entre los ilustradores de concepto, y los directores de arte. En ocasiones trabajan mano a mano en las preparaciones de las películas, y en otras los directores de arte o de fotografía ya son contratados por una película que está previsualizada, tiene una carta de colores o un storyboard de color ya determinados, y que está prediseñada por muchos artistas conceptuales, de modo que básicamente cumplen su trabajo, aceptando esas condiciones. Además, un director de fotografía podrá ver la intención de su iluminación completamente cambiada en postproducción, pues hoy en día las herramientas digitales lo permiten. En una escena de una película de David Fincher se decidió en postproducción que una escena que se había rodado de día transcurriera de noche, lo que se logró digitalmente, cambiando el color y las luces de cada plano. El director de fotografía en ese caso no estaría muy contento, pero seguramente la conversión, realizada por una empresa especializada, se haría con su colaboración o supervisión. De todas formas, el uso de herramientas digitales también ha cambiado la base del trabajo de todos esos técnicos especializados.


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-¿Deberían aprender estos profesionales nociones referentes a las últimas tecnologías de postproducción para abordar mejor estas nuevas relaciones y, por tanto, sus correspondientes disciplinas?


Sin duda. En estos días es imprescindible hablar el lenguaje de la postproducción digital, sobre todo porque has de conocer lo que se puede hacer y lo que no, lo que implica en términos de costes, de tiempos, etc. Para eso, claro, están los supervisores de efectos visuales, que son una especie de nexo entre los técnicos en rodaje y los especialistas en imaginería digital, y que planifican rodajes, y dan instrucciones durante la filmación. Son unos profesionales imprescindibles actualmente, pero eso no quita que los técnicos tradicionales, como los directores de fotografía, de arte, y los propios directores, claro, deban tener una sólida formación en esos aspectos tecnológicos. Han de hablar el mismo lenguaje que los técnicos, o estarán perdidos.


(continúa...)

El resto de la publicación podéis seguir leyéndolo en las urls que os dejé al inicio del artículo.


sábado, 24 de febrero de 2018

Instalados en la vileza (4) Retorciendo la realidad.



Volviendo a la negativa de la banca para atender los recibos de los ciudadanos y otras gestiones a las que les obliga la ley, asunto del que hablé en el texto anterior, me planteo este escenario: si en vez de un banco fueran sus empleados quienes se negaran a dar ese servicio a los clientes ¿No sería entonces eso considerado como una huelga? Ahora resulta que los bancos se han puesto en huelga institucional, y nosotros sin saberlo. 

Si lo hacen colectivos de trabajadores, como los empleados de las subcontratas de seguridad del aeropuerto de El Prat este pasado verano, el escándalo es mayúsculo. Y los medios, especialmente las tertulias televisivas matinales, esas "orientadoras de opinión" tan poderosas, les dedican horas de debates demonizando, por supuesto, al asalariado que ejerce su derecho a la huelga. 

De la responsabilidad, importantísima, de los medios de comunicación en todo este estado de cosas, hablaré en otro momento.

Pensad, a raíz de lo anterior, en AENA, de la que ya he escrito en varias ocasiones, y no precisamente perlas, aquí, aquí, aquí o aquí. Se trata de una empresa pública malvendida en silencio, casi secretamente, y que dirige (o dirigía) un “amigo del gobierno” sin experiencia previa alguna, como “pago a sus favores”. Mirad lo mal que gestionaron las reivindicaciones y las huelgas de los trabajadores de la subcontrata que lleva la seguridad del aeropuerto catalán. Alguien con un dedo de frente habría creado una normativa de mínimos para que aquellos trabajadores tuvieran un sueldo decente, ya que ejercen su labor en una infraestructura crítica, pero nadie lo hizo. Se aceptó una oferta con baja temeraria de una empresa, que como todas, sólo quiere aumentar sus beneficios (no es un reproche, sólo describo la realidad). Al disponer de menos dinero, pero tener que aumentar la ganancia, al que se perjudica es al trabajador, que al final es quien hace el servicio que se supone presta esa empresa. Todo lo demás en los organigramas superiores de ese tipo de compañías se resumen directivos con grandes sueldos: directiva (que debe de justificar sus abultadas nóminas tomando decisiones espectaculares), marketing y departamento comercial. Estas empresas que viven de pillar a la baja las concesiones públicas, paradójicamente revientan vivos a quienes les hacen el trabajo sucio (sus propios empleados, el fin de la cadena a fin de cuentas), y recompensan con fortunas a los ejecutivos que las dirigen. Así cualquiera hace negocios de éxito; decidir explotar a tu trabajador y aumentarte el sueldo a ti mismo no tiene ningun mérito, lo puede hacer cualquier desalmado, y de esos, a lo que se ve, están repletos los ecosistemas que conforman esas empresas.

Este es el capitalismo español, moralmente corrompido, socialmente inane, económicamente destructuvo, con unos modos, me temo, heredados del franquismo y su régimer hipercorrupto, y que no tiene nada, pero nada que ver con la empresa concebida en las naciones occidentales más desarrolladas que la nuestra, basada en la emprendeduría surgida de la cultura protestante y su concepto de la responsabilidad, que se estila en los paises de nuestro entorno que no viven empantanados en la cultura católica, como en USA o UK. También hacen las cosas mal, qué duda cabe, pero no pagan a parásitos. En ellos sus ejecutivos son gente preparada. Aquí son amigos del régimen. En españa hemos acuñado el concepto único de la emprendeduría parasitaria, que, inevitablemente, vive de las concesiones estatales, y de la privatización de medios públicos. Es un modelo de economía suicida que lleva a la destrucción de la sociedad de la que se alimenta.

Recientemente, la sanidad privada ha ofrecido públicamente acabar con las enormes listas de espera de la sanidad pública, con un “plan de choque” de 1.500 millones de euros, que, claro, se embolsarían ellos. La desfachatez es sorprendente para mi, ya que estos empresarios que se lucran de la salud y la vida de su prójimo son los responsables últimos de esas listas de espera, al haber usado a sus títeres políticos para destruir sistemáticamente por ahogamiento a la sanidad pública y así hacer imprescindible a la privada.

Eso sí, en cuanto hay un enfermo complicado, la sanidad privada lo reenvía a la pública para las operaciones de riesgo. Así se libran de las estadísticas negativas y de paso, si sale bien la cosa, todos felices. Un negocio redondo. En Madrid ese trabajo sucio lo hicieron Esperanza Aguirre, Manuel Lamela -que pasará a la historia por el repulsivo caso de supuestas eutanasias en Leganés, y que acabó con las carreras de varios médicos que se dedicaban en cuerpo y alma a sus pacientes ¿Os acordáis de aquello?- o Juan José Güemes, por citar algunos nombres de personas que deberían de estar en la cárcel por delitos de lesa humanidad, pero que siguen por ahí, campando a sus anchas, y cobrando los favores realizados, realimentando el monstruo.

Ahora el caso vuelve a repetirse, pero con las pensiones de los jubilados españoles. El Gobierno ha aniquilado toda la reserva de la que se disponía y la situación se ha vuelto realmente difícil. Hay que dar un golpe de timón al modelo. Pero detrás del Gobierno está una banca en momentos trágicamente difíciles, al borde del colapso, que pide meter mano en esa golosísima cuenta de miles de millones que actualmente controla la Seguridad Social. Sin pensárselo, el gobierno conservador decide que el modelo de pensiones públicas actual es "insostenible", y que los ciudadanos tienen que tirar por los planes privados de pensiones, algo totalmente falso. Pero da igual. Los media que construyen opinión y los contertulios amigos repiten la cantinela del argumentario del miedo ad nauseam, hasta que la mentira se convierte en verdad indiscutible.

Pero el problema está por todas partes, y es el modelo ideológico que se impone a la ciudadanía, y que se convierte en legislación, y en verdad indiscutible. Mirad el reciente caso de Lexnet, que me enciende especialmente. Se trata de un software que iba a automatizar la administración de la Ley en España, y que liberaría a los juzgados, a los jueces y a los letrados de la tremenda carga de papel que sufren. Hace unos meses fue noticia porque se había caído repetidas veces, dejando a los juzgados del país incomunicados. Cualquier abogado del país que sufra de ese programa os podrá contar el desastre generalizado que implica su uso, bien conocido desde que empezó a implementarse, con repetidos fallos y errores en cadena. Pero hace unos meses, a causa de nuevo de una falla de programación de Lexnet, quedaron expuestos miles de expedientes judiciales en curso, por una falla de seguridad que hasta un estudiante de primero de Informática podría identificar.

Lexnet es lo que se conoce institucionalmente como un proyecto de infraestructura crítica y sólo se puede desarrollar con garantías desde el interior del Estado, precisamente para garantizar su seguridad y su buen funcionamiento, y controlar así, al detalle, todo el proceso de implementación y los inevitables e imprescindibles cambios ulteriores de código que el desarrollo de software requiere. Es un proceso necesariamente complejo y largo en el tiempo, por definición. Si se elige para su desarrollo el modelo de las subcontratas privadas, se está cometiendo un error de base: no comprender la magnitid del proyecto, su importancia, su valor crítico en la infraestructura de seguridad del Estado, y en resumen, no enterarse de nada, no comprender lo que se está haciendo.

Pues así se hizo, y la ideología neoliberal imperante hizo que se subcontratara a terceras empresas para su desarrollo, sin orden ni concierto. En el argot informático llamamos “cárnicas” a esas empresas que viven de hacer chapuzas de software para empresas públicas e instituciones. Hay mucha gente que se ha hecho rica en esas empresas, a costa de nuestros impuestos. Algunas de esas “cárninas” cotizan en bolsa, y no son más que agujeros llenos de directivos que no saben nada de su trabajo, y que se limitan a subcontratar y explotar a programadores freelances en condiciones prácticamente infrahumanas.

Las “cárninas”, y eso lo sabe cualquier informático, no hacen nada, sólo subcontratan de nuevo, generando un gasto inútil y añadiendo caos a un proceso, el de la ingeniería del software, en el que cualquier cabo suelto puede tener consecuencias graves.

Al menos seis de esas empresas "cárnicas" han pasado por Lexnet. En un diseño crítico como este la centralización del proyecto es vital, y cada vez que el proyecto cambia de manos se genera un grave agujero de seguridad en potencia y un conjunto de errores imprevisibles. Es el problema del desarrollo de los sistemas complejos, como decía más arriba: o los controlas en primera persona y de forma directa, o estás perdido. Eso lo sabe, insisto, cualquier analista de sistemas, pero por lo que se ve un puñado de ministros, directores generales, subdirectores, funcionarios de todo tipo y abogados del estado, no lo entendieron así. El resultado es en estos momentos un desaste sin remedio. Un sofware inutilizable que se habrá que crear desde cero y que requerirá al menos de 5 a 7 años para implantarse bien. Todo este tiempo, perdido.

En resumen, el desarrollo de Lexnet ha sido desde el principio un caos, una estupidez supina pagada con el dinero de todos. Un acto de irresponsabilidad que iba a estallar tarde o temprano, poniendo a las claras la incompetencia desnuda de ciertos gestores públicos, y otros privados. Es una auténtica vergüenza. De nuevo el asunto se ha olvidado, ahora sepultado por las noticias de Cataluña, que todo lo cubren y todo lo tapan, cuando conviene.

No se puede poner una infraestructura crítica en manos de esa gente, es un acto de irresponsabilidad suicida. Una “cárnica” nunca se hace responsable de que el software que “desarrolla” (es un decir) funcione; les da igual, ya que cobran y se van, ni siquiera se responsabilizan del control de errores, y el siguiente que apenque con el problema. Para desarrollar Lexnet, una aplicación expuesta por definición a ataques exteriores y hacking, hay que tener muy claro lo que se tiene entre manos. El resultado actual del proyecto, que han de usar a diario letrados y jueves en toda España, es una auténtica porquería que ha costado una millonada gracias a la milagrosa (e ideológicamente incuestionable) subcontratación.

De las varias “cárninas” que hicieron Lexnet os aseguro que ninguna habrá de pagar indemnización alguna por los fallos descubiertos, ni sus directivos sufrirán penas de cárcel por haber robado literalmente al estado dinero a cambio de nada.

No hay sólo ejemplos del catastrófico estado de cosas en el que vivimos en la interacción entre ciudadanos y servicios privatizados o concedidos a empresas, sino en el propio sistema de ayudas a las personas. Por poner un ejemplo cercano, la Ley de Dependencia en Canarias, que es donde resido actualmente, se aplica de tal forma que al final no se aplica. Se ha llegado a una situación completamente demencial (e ilegal) gracias a que se ha retorcido la legislación poco a poco, en pequeñas dosis, con la connivencia del gobierno central (se usó la crisis como excusa), y actualmente en Gran Canaria la media de la lista de espera para la obtención del grado de dependencia de una persona es de 14 meses. El posterior PIA (siglas del pomposo Prograna Individual de Atención), que no se otorga de forma simultánea al grado, como ocurre en otras CCAA (lo que es de nuevo otro acto perverso, pues entonces se obtiene una excusa de la legislación para prolongar aún más el plazo), puede sumar otros 10 meses, así que nos ponemos en dos años de espera, para unas ayudas que se diseñaron para personas que, por su edad y su situación de salud, no pueden esperar.

El diseño de todo el proceso se concibe perversamente y con plena conciencia de ello, ya que muchos dependientes en necesidad de esa ayuda fallecen en ese plazo, esperando a que el sistema les atienda; sus familiares han pasado ya por el drama de cuidarles sin obtener una sola prestación de las que el Estado está obligado a ofrecer, y como resultado no hay gasto final, que es lo que se persigue. La vileza camuflada de asistencia social. 24 meses es un plazo inasumible. Toda administración pública está obligada a responder fehaciente y documentalmente a cualquier requerimiento ciudadano en un máximo de 3 meses. Yo estuve presentando una reclamación cada mes cuando pasó ese plazo inicial. Ninguna fue respondida. Sólo silencio administrativo. La legislación se ha adaptado adecuadamente para que la excepción sea la norma, forzando una ley básica, algo que es fundamentalmente ilegal y contrario a derecho. Y todo sigue igual.

Pero pensemos ahora en un ciudadano en pleno duelo por la pérdida del familiar dependiente. Comprende finalmente que todo se ha retorcido tanto que su única opción para obtener la prestación a la que sigue teniendo derecho (pues no se extingue con el fallecimiento del solicitante) es recurrir a los tribunales de justicia, pagando abogado y procurador, y esperando un resultado incierto que retrasará aún más la agonía de su propio duelo. ¿Entienden la maldad intrínseca de todo esto? La Ley de Dependencia se creó para ayudar a las personas. Ahora es una comedia repleta de parches para que la Administración, que la incumple sistemáticamente, quede impune. 

Ya saben el dicho: la maldad es indistinguible de la incompetencia.

Y no olvidemos que esto está ocurriendo en un país en el que la recaudación de impuestos tiene la capacidad, de nuevo dudosamente legal, de meter la mano en las cuentas bancarias de los ciudadanos que se retrasan en sus impuestos, y pueden quitarles sus propiedades para subastarlas si lo creen conveniente para saldar esas deudas. De hecho, un buen amigo perdió la granja de la que vivía su familia por una deuda con Hacienda. Eso en hacienda les da igual, cobran y siguieron adelante. Si para cobrar las deudas con el fisco se ha despojado a unos ciudadanos de su única fuente de ingresos, no es su problema. Tenemos a nuestro alrededor un sistema que aparenta estar creado en pro de las gentes pero que ha sido modificado con habilidad y crueldad para que ocurra justo lo contrario.

Este estado de cosas se extiende, por ejemplo, en la administración electrónica, concebida de mala manera, peor ejecutada y con resultados cuestionables, como he dicho ya en repetidas ocasiones. Podéis verlo si os interesa el asunto aquí, aquí o aquí. Recientemente, y de nuevo la prensa apenas se ha hecho eco de ello, se han invalidado millones de DNIs electrónicos de ciudadanos españoles al detectarse un fallo en su diseño. De la noche a la mañana esas personas se despertaron sin capacidad de relacionarse con la Administración Pública por vía telemática. Nadie ha pedido perdón. Nadie ha pagado por el error. Nadie ha propuesto soluciones. Eso sí, a esos ciudadanos, si fallan en una hora sobre los plazos exigidos por esa misma administración que les deja a los pies de los caballos, se verán embargados sin misericordia.

Vivimos en un país hiperlegislado pero en el que la Ley se aplica según a quién, utilizando aquel viejo dicho que ya he citado anteriormente en este blog: “Al amigo, todo. Al enemigo, nada. Y al indiferente, la legislación vigente”. Pocos refranes nos reflejan con tanta crudeza. Esa frase ha causado, causa y causará daños, en ocasiones irreversibles, a generaciones de ciudadanos “indiferentes”, que somos la aplastante mayoría.

Todo ello ocurre con el silencio cómplice de la prensa, y lo que es peor, con nuestro silencio y aquiescencia. 

En la foto que ilustra este artículo podemos ver a Katharine Hepburn y Spencer Tracy en un momento de de la película "Desk set" ("Su otra esposa", Walter Lang, 1957), en la que ambos se enfrentan a la informatización de un departamento de la empresa en la que trabajan.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Diálogos en la frontera


El día 6 de marzo a las 19:00 horas, dentro de los diálogos organizados por el Club Fronterizos de la Biblioteca Insular del Cabildo de Gran Canaria, tendremos una charla sobre el llamado "Capitalismo 3.0", esa nueva forma, agresiva, cínica, despiadada y profundamente inhumana de totalitarismo en la que ha desembocado la ingenua utopía digital de internet. Un totalitarismo que va de la mano de la más inmisericorde explotación las rentas y el trabajo de las gentes, y que se impone, imparable, en el nuevo mundo digitalizado en el que estamos entrando. 

Sus instrumentos son tan dispares como la "economía colaborativa", las redes sociales, la geolocalización, los smartphones o el big data. Cada día estamos más vigilados y tenemos menos parcelas de libertad personal y colectiva, y ésta se acaba limitando a nuestras rentas disponibles.

Su futuro es profundamente inquietante, y su presente ha de suponer para todos una llamada de atención que deberíamos tener muy en cuenta. Por nuestro bien, y el de las generaciones venideras.

Si les apetece hablar del asunto, nos vemos en la biblioteca. Es tan apasionante como preocupante.

El retrato de Aldous Huxley, autor de la novela distópica "Un mundo feliz", lo he tomado del artículo que he enlazado en el primer párrafo.

sábado, 10 de febrero de 2018

Proyectos (8): "La Mirada"


"La Mirada" era un proyecto de serie de televisión, que reciclaba el concepto de "Expediente X" en España. Escribí un tratamiento para el piloto, una biblia y cuatro episodios.

Con el tiempo, fue retomado por Carlos Saura Medrano y Leslie Calvo, y lo reescribimos en una versión adolescente, que se tituló "Aula de Castigo", con un grupo de estudiantes investigando sucesos paranormales. Intentamos darle salida en las grandes televisiones generalistas, pero no pudo ser.



La imagen de "Aula de castigo" es copyright Tres Monstruos.

Exposición abierta hasta julio.

Mi exposición fotográfica "El Risco: la montaña habitada" sigue abierta hasta julio en la Sala MAPFRE Ponce de León,  C. Castillo,...