jueves, 26 de septiembre de 2013

La Cultura de la Mentira (4 de 9) - La tecnología al servicio de la mentira.





Cuando en el año 1994 se estrenó el largometraje "Forrest Gump", muchos se llevaron las manos a la cabeza. La película contaba la historia de Estados Unidos desde los años 50 a los 90, vista a través de los ojos del personaje que le daba título. Forrest aparecía, gracias a trucajes digitales, inserto en documentales históricos reales, ya fuera visitando a Kennedy o siendo entrevistado junto a John Lennon. El temor que aquellas imágenes turbadoras sugerían era la perfección con que se podía llevar a cabo, con las modernas técnicas de manipulación de la imagen, una reescritura de los documentos filmados de sucesos históricos. Así, si tras un cataclismo sólo sobreviviera el metraje de "Forrest Gump", para unos hipotéticos arqueólogos del futuro la presencia de aquel personaje ficticio llevándose las manos a la entrepierna porque necesita ir al baño ante el presidente Kennedy causaría innumerables debates sobre la importancia del gesto o del personaje, tomado por real.

Los toscos retoques fotográficos soviéticos que eliminaban a personas non gratas de las fotografías oficiales llegaban a ser una posibilidad real de manos de la tecnología. Actualmente hay aplicaciones para Smartphones que nos permiten eliminar personas de fotografías con sólo el movimiento de un dedo. Por tanto, la tecnología como potencial generadora de mentiras está ya entre nosotros. Sin embargo, la mentira a la que más ha contribuido recientemente esa tecnología es la del canon estético imperante en las sociedades occidentales.

El uso de programas de retoque de bajo coste como el Photoshop de Adobe y otros en las redacciones de las revistas de moda y las agencias de publicidad ha llevado a una suerte de transrealidad, a una neoestética de lo irreal como imposible objetivo para las grandes masas de ciudadanos. Pieles perfectas gracias a herramientas de suavizado digital, formas redondas obtenidas mediante el borrado de los pliegues de la piel, maquillaje y peinado digital, cambio de color y brillo de ojos, eliminación de vello facial y muchas otras técnicas llenan a diario los anuncios en prensa, los spots televisivos o las películas de personas que no existen en el mundo real. Desde hace años varias empresas especializadas se dedican a retocar las deficiencias e imperfecciones faciales de actrices y actores en los largometrajes creados por Hollywood, un trabajo que se mantiene en secreto como se mantenían bajo llave los efectos especiales del cine en los años 20 ó 30.

Como resultado, esa metarrealidad de cuerpos perfectos y pieles sin tacha se clava en las almas de millones de personas, y les convierte en desesperados concursantes en un imposible certamen de belleza que no puede ser ganado por personas reales, sino sólo por ilustraciones corregidas digitalmente. Por mentiras. Si bien la prensa que suele publicar este tipo de retoques fotográficos, generalmente especializada en moda o en corazón, se quita responsabilidades al venderse a sí mismos como creadores de productos de entretenimiento, la realidad es que este nuevo fenómeno del canon de belleza inalcanzable arrastra a legiones de seres humanos a la compra de productos cosméticos -casi todos ellos potingues de feriante carentes de la menor utilidad, pero que se venden a precios exorbitantes-, al uso de técnicas de cirugía estética que ponen sus vidas en peligro, o a pasar horas y horas sudando en gimnasios.

Esta gran mentira tiene por tanto muchos intereses detrás, desde las compañías de cosmética a los propios fabricantes de modelos y personalidades del papel couché, y ninguno de ellos parece querer renunciar al gigantesco engaño al que se somete a tantas personas en el mundo a diario.


La imagen está en Wikimedia Commons. Es un juego de Energía Atómica que se vendía en los años 50. El Gilbert Nuclear Physics Atomic Energy Lab. La imagen está bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported y su autor es Webms. 

sábado, 21 de septiembre de 2013

El Misterio del Rey del Kinema





Ese es el título provisional de mi nuevo largometraje. Tras tres años de trabajo estamos acabando la postproducción.

La historia de esta película empezó en 2010 en Los Ángeles. Mi productora, Margaret Nicoll, me habló de cómo había conocido a Maud Linder, la hija del pionero de cine francés Max Linder, y me contó un poco su azarosa vida. Era tan apasionante que decidimos hacer este documental.

Max Linder fue la primera estrella de cine de todos los tiempos. Era conocido en todo el mundo, y le llamaban "El Rey del Kinema". Cuando murió cayó en el olvido. Su hija Maud ha dedicado 70 años a recuperar su legado. Esta película quiere contar su historia.

Iré posteando poco a poco historias, fotos del rodaje y anécdotas en español aquí y en inglés en el otro blog.


Las imágenes las localizamos durante el proceso de investigación para la película. Pertenecen a una sesión fotográfica realizada durante una visita de Max Linder a Madrid, allá por el año 1914.

viernes, 20 de septiembre de 2013

La Cultura de la Mentira (3 de 9)



En un artículo publicado en el New York Times a finales de 2012, el ejecutivo Greg Smith, dimisionario del banco de inversiones Goldman Sachs describía cómo algunos directivos de su empresa calificaban a sus clientes menos informados de "muppets" (marionetas) que podrían manipular a su antojo. Esa visión perversa y cínica de los demás seres humanos revela que algo fundamental se ha roto en las relaciones entre las personas, y fundamentalmente en las relaciones entre grandes empresas y clientes. La degradación del trato, del producto ofertado, de la calidad rompe la "sagrada regla" de la fidelización. Especialmente las empresas que trabajan en régimen de oligopolio, con productos de primera necesidad, practican de forma sistemática esta degradación de lo servido -que obviamente no va acompañada por un descenso del coste de lo ofertado, sino en ocasiones de todo lo contrario-.

Así, una empresa como la conocida línea aérea de bandera de España ha sufrido tal degradación en la calidad de la atención a sus clientes que hoy en día un pasajero de clase Business en uno de sus vuelos regulares recibe el mismo trato que recibía un pasajero de clase Turista hace unos diez años, por un coste similar y a veces mayor que la tarifa del viaje en aquellos años. Y sólo es un ejemplo. El modelo del crecimiento del beneficio anual, algo tan insostenible como necio (a la larga es un imposible), lleva a las empresas, sobre todo las de gran tamaño, al despido, el ERE, la degradación del servicio por falta de personal para minimizar los costos -especialmente en años de crisis como éstos, en los que el aumento de beneficio sólo se puede rascar bajando los gastos generales- en un proceso de autodestrucción parecido al cáncer, en el que unas "células cancerosas" se dedican a destruir el tejido sano para sobrevivir. Esto indefectiblemente lleva a la destrucción del cuerpo sano, hasta llegar a un momento en el que el proceso es ya imparable.

¿Significa esto que grandes corporaciones como la citada pueden acabar autodestruyéndose? No es descabellado. Al irse destruyendo a sí mismas, estas otrora grandes empresas -paradójicamente en el caso español se trata de ex-empresas públicas que crecieron durante décadas como estandartes del país y que fueron inexplicablemente (desde la óptica ciudadana) privatizadas- van perdiendo el tejido humano que las mantiene, degradando la calidad del empleo y finalmente del servicio, hasta que son tan débiles que el menor volteo bursátil o de mercado las convierte en presas fáciles.

En cierta medida, el canto del cisne de la gran empresa aérea española de bandera comenzó cuando, en mitad de su autodesmantelamiento, fue comprada en condiciones de debilidad por la línea aérea de bandera de otro país, que actualmente es la que toma las decisiones del grupo, y ha seguido el proceso de destrucción. Porque este es un fenómeno transnacional, y la destrucción, si bien lenta y perversa, es ya notoria, e incuestionable. La antigua línea aérea pública española está en pérdidas y ha tenido que recurrir a la desesperada a degradarse aún más entrando en un falso mercado del low-cost, vendiendo caro, pero usando tripulaciones baratas y aviones viejos. Otra empresa del holding dedicada a los vuelos baratos, Vueling, acabará, tras una agresiva compra por parte del grupo de nuevos aviones, siendo mayor que Iberia.

Todo este proceso suicida implica un enorme sufrimiento. Sufrimiento para los clientes que ven degradado el servicio a extremos inimaginables a precios que aumentan de año en año. A los empleados de las empresas en cuestión que se ven arrojados a la calle en EREs masivos, o subempleados en condiciones de cuasi esclavitud, lo que realimenta el círculo vicioso: personal más barato es personal menos preparado que degrada aún más la calidad del servicio. Y sufrimiento finalmente para todo el tejido social, porque se extiende por la nación un halo de inseguridad, de paranoia colectiva, de desánimo. Las depresiones, los suicidios, la violencia, van en aumento. El ciudadano no sabe lo que le pasa. Intuye que algo no funciona a su alrededor, pero la confianza en el otro, que de forma natural le pide la vida en sociedad, le susurra al oído que la culpa no es de la empresa que le oferta el servicio. A lo mejor la culpa es suya por pedir demasiado en tiempos difíciles. Y así, una ola de infelicidad se extiende por ciudades, países, almas, como un moho social que contagia a todas las capas sociales en una especie de estado depresivo colectivo. El sufrimiento añadido a la sociedad contiene además el absurdo origen de esta paradoja: no beneficia a nadie, excepto a un grupo de directivos de élite que verán sus sueldos agrandados al tamaño de los presupuesto anuales de ayuntamientos enteros, pero eso es todo ¿Tiene sentido?

¿Tiene el sufrimiento de tanta gente que existir para el enriquecimiento desmedido de un grupo de personas que dirigen un puñado de grandes corporaciones? ¿Es que eso es todo? Pues al final sí, eso es todo. La gran empresa puede entrar en un proceso concursal -experiencia al respecto no falta en España recientemente, con varias constructoras, cajas de ahorros, bancos o líneas aéreas que han sufrido esos procesos de destrucción irreversible- y sus directivos salir discretamente del barco que se hunde con unas obscenas indemnizaciones. Porque al final se trata de eso: de codicia desmedida, y de una sensación de impunidad que rodea al alto ejecutivo, que puede causar una catástrofe ecológica mundial o llevar a la muerte a tribus olvidadas en el Amazonas a cambio de unas stock options o de una indemnización proporcional, y mandarte a juicio, y ganarlo, si le llamas malnacido desde un foro público.

Así, en España, y en nuestro entorno, asistimos a estos sucesos cotidianamente ya, empresas enormes, aparentemente insumergibles hasta hace unos pocos años, superan su "horizonte de los sucesos" en el que el proceso de autodestrucción y autoliquidación en que están inmersas se vuelve irreversible, y desaparecen. Lo peor de todo es que tras ellas no hay ninguna empresa nueva que las sustituya ni que se haga cargo de los clientes dejados en la cuneta. Generalmente está el vacío, porque, como indico previamente, hablamos de oligopolios y monopolios, empresas cuya autodegradación en pos del aumento del beneficio contable es peligrosa para la estabilidad de un país, pero que los gobernantes elegidos democráticamente consienten, en una extraña visión del "laissez faire" que parece impregnar de ideología, que no de capacidad de gobierno, a generaciones enteras de políticos europeos y españoles.

Y por supuesto, la publicidad sigue mostrando una Arcadia feliz en la que todos obtienen lo que quieren, y en la que nada de lo que pasa, pasa en realidad. Los anuncios de ahora son simétricos a los de hace 10, 20 o 30 años. La gran mentira sigue funcionando día a día, contribuyendo a la desinformación y la ignorancia de lo que en realidad ocurre.


La imagen está en Wikimedia Commons. Vasco Santana, uno de los más famous actores portugueses de su tiempo, anuncia una marca de café. Anuncio de una revista, circa 1930. Está en dominio público.

lunes, 16 de septiembre de 2013

La Cultura de la Mentira (2 de 9)



Estamos rodeados de mentiras. La publicidad nos bombardea con ellas a diario, desde vallas, prensa, televisión o internet. Las revistas de moda ofrecen un modelo humano falso, creado usando softwares de retoque fotográfico, y todos, de alguna manera, participamos de este gran carnaval. Mentir es un derecho en los tribunales si es en la propia defensa del imputado ¿por qué no habría de serlo para vender un producto? El problema es cuando ya no caben más mentiras, cuando una sociedad nada en ellas hasta ahogarse. Y ese es el riesgo que corremos.

La mentira publicitaria exige un músculo intelectual extra a los ciudadanos que, sentados ante el televisor o ante un banner de internet, se encuentran a diario con ofertas coloristas y un lenguaje estudiado hasta la extenuación y destinado a ofrecerles servicios que no son tales, productos que no son tan buenos como parece, bebidas alcohólicas que pueden convertir una vida en un infierno, ofertas de juego que pueden arruinar a una famila, promesas bancarias con letra pequeña, energía a precio de oro o telecomunicaciones a precios insoportables. Finalmente el ciudadano se topa, en la realidad de la vida diaria, con que esas empresas que le han vendido el paraíso a base de mentiras se ocultan tras subcontratas de servicios de atención al cliente que realmente son barreras de detención para la frustración que resulta del contraste entre la mentira y la verdad, entre lo ofertado y lo comprado, entre la publicidad y lo publicitado.

Así, aumentan las depresiones en las sociedades occidentales, las demencias, los suicidios, o los casos de violencia. El ciudadano sin recursos intelectuales para defenderse del bombardeo de mentiras sólo puede vivir la frustración de los deseos nunca compensados, ante su incapacidad de comprender que la sociedad en la que vive está basada en la mentira, que al otro lado le están engañando, que a nadie importa su vida ni su destino, sino su dinero. El ciudadano honesto que ha confiado toda su vida en "su caja de ahorros", ve su confianza hecha añicos por una nueva forma de actuar, despiadada y amoral, y que ocurre en la misma oficina que lleva visitando toda su vida, y que es llevada a cabo por su director de sucursal de siempre. Y acaba preguntándose, desesperado: "¿Qué ha cambiado?"

Porque en realidad todo ha cambiado. El metalenguaje publicitario, diseñado gracias a los más modernos conocimientos de la psicología, la experimentación conductual o el behaviorismo, convierte cada anuncio, cada spot, cada página de publicidad en un periódico o revista, en un concentrado de manipulación, de tentación y de perverso uso de los mecanismos inconscientes de la mente de las personas en aras del consumo, la venta a toda costa y el beneficio desesperado. 

El cliente se convierte en la víctima del trilero, y su dinero en el único objetivo. El conocimiento científico que el ser humano ha adquirido de sí mismo, y que le informa sobre su percepción del mundo, sobre su personalidad, sobre sus patologías psicológicas, sus debilidades y sus fortalezas, es usado sin el menor pudor para venderle un refresco o unas patatas fritas fabricadas a un mínimo coste en plantas robotizadas, con un gasto máximo de publicidad y marketing. Al final, el ciudadano descubre el engaño, comprendiendo que en realidad está consumiendo basura carísima, y esto le frustra, le convierte en alguien amargado y resabiado. 



La ilustración está en Wikimedia Commons. A December 1951 advertisement for the IBM 604 Electronic Calculating Punch that was first produced in 1948. The machine could be programmed to do addition, subtraction, multiplication and division. The input and output were done with punch cards. The advertisement claims the IBM 604 can do the work of 150 engineers with slide rules. Fortune magazine, volume 44 number 6, December 1951, page 55. This advertisement was created by Cecile & Presbrey; the agency began working with Computing-Tabulating-Recording Co. (which in 1924 became IBM Corp.) in 1914. Está en dominio público. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La Cultura de la Mentira (1 de 9)



Inicio este ensayo que como el anterior (“Heartbeeps”) separaré en varios capítulos. Versa este sobre la capa de mentiras que, como una costra, rodea a la sociedad occidental, creada sobre todo por el lenguaje publicitario y su uso agresivo, para el solo beneficio de las grandes corporaciones.

Si bien la publicidad nació como una especie de "información enriquecida" para convencer a los posibles compradores o clientes de la bondad de lo ofertado, en las últimas décadas (a partir más o menos de los primeros años 80 hasta ahora) hemos asistido a un profundo giro, en el que se ha convertido en una monumental mentira consentida que los ciudadanos, y sus representantes, toleran, sin plantearse el alcance de las consecuencias que sobre cualquier sociedad puede tener basar su orden en la mentira.

Así, los anuncios en cualquier medio de cualquier tipo de producto, especialmente aquellos bien asentados en la sociedad, como alimentos o bebidas, no venden bondad alguna -cuando en la mayoría de los casos se sabe que los productos ofertados pueden ser incluso peligrosos para la salud-, sino "modos de vida", "felicidad", “historias agradables” y otros conceptos positivos, asociando la marca con algo espiritual e intangible, que nada tiene que ver con el producto ofertado.

Hace años Naomi klein en su conocido libro "No Logo" criticaba esta cultura de la marca que impera en el planeta. Pero ahora la situación ha empeorado. La publicidad ya no enmascara la mentira, sino que rodea de adjetivos productos de cualquier tipo y los lanza a un mundo en el que el comprador debe de acostumbrarse a vivir rodeado de falsedad, y sobrevivir a ello.

En 2011 una campaña de una gran empresa de telecomunicaciones española vendía la bondad de sus productos usando la imagen de las Asambleas que, espontáneamente, habían surgido el 15 de mayo de aquel mismo año, conocidas como 15M. La campaña, que ha obtenido el dudoso honor de erigirse por votación popular en la peor campaña publicitaria del año por FACUA, ejemplifica esta inmersión cotidiana en la mentira en la que el ciudadano debe de nadar. En el anuncio en cuestión, una asamblea ciudadana vota los servicios y ofertas que la citada megaoperadora debe ofrecerles. En un giro copernicano propio del mismo Maquiavelo, un creativo publicitario ha decidido que una multinacional que tiene los peores precios de Europa y el récord de reclamaciones en la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (amén de en FACUA, OCU y otras organizadores de consumidores) por parte de sufridos ciudadanos, y que toma sus decisiones en complejos comités presididos por ejecutivos MBA en constante pelea darwinista, sea en realidad una asamblea ciudadana llena de candor, altos ideales y amabilidad. Esta mentira es capaz de ocultar la realidad, cuando además la citada multinacional es uno de los principales anunciantes del país, y es perfectamente capaz de dar toques de atención a los medios de información sobre noticias en contra de sus intereses.

Esa visión brutalmente utilitaria de la vida y de los otros lleva a que ciudadanos llenos de una confianza que ahora llamamos "ingenuidad" fueran engañados en masa por las entidades financieras en los famosos casos de Suscripciones de Preferentes, una estafa de dimensiones titánicas en la que empleados de todo pelaje y rango de bancos y cajas de ahorro participaron sin el menor rubor ni el mínimo cargo de conciencia, o que se concedieran hasta hace pocos años hipotecas impagables a ciudadanos prácticamente insolventes. Es la cultura de la mentira, del doble lenguaje, de la letra pequeña, donde algo tan vital para la supervivencia del tejido social como es la confianza en la honestidad del otro, se rompe. Y cuando esta confianza desaparece, el mismo sustrato que mantiene a países enteros se derrumba.


La ilustración la encontré en Wikimedia Commons. Affiche pour les "Motocycles Comiot, Paris, 87 Boulevart, Gouvion St Cyr" (Boulevard Gouvion-Saint-Cyr, Paris). 1899. Por Théophile Steinlen. Está en dominio público.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Historia inesperada de una foto



Esta imagen me la pasó hace un par de años un amigo. Muestra una imagen de un campo estelar en dos momentos diferentes, con un par de días de diferencia. Hay un objeto en movimiento. La foto es imposible de encontrar en cualquier lado (Prueben a buscar en Google) y me puso sobre la pista de un secreto, todo un misterio que aún estoy desentrañando.

La imagen llevó a otra, y a otra, y a varios encuentros en un par de lugares del mundo bastante lejanos con personas que querían hablarme de esas imágenes. Un contacto llevó a otro, y una revelación a la siguiente. El resultado me ha llevado a escribir una novela que, cuanto menos, fabula a partir de este misterio en el que me he visto envuelto inesperadamente, y que digamos que parte de hechos reales.

La novela, "Los Códices del Apocalipsis", saldrá pronto editada por Tyrannosaurus Books. Cuando la lean recuerden que está basada en hechos reales. No les puedo decir qué de ella es real o imaginario, lo dejaré a que ustedes lo decidan. Además, si lo dijera, estaría poniéndome en serios problemas.

He abierto un blog sobre la novela en el que iré posteando noticias sobre ella, algunas revelaciones, y la crónica de la investigación que llevó a ella. Alguno de esos datos podrá complementar su lectura.


La fotografía que ilustra este texto fue tomada en un telescopio del Complejo del Roque de los Muchachos, en la Isla canaria de La Palma. Es una imagen de calibración, y el objeto que aparece en movimiento no debería de estar ahí. Para saber más, en el blog ya hay una primera entrada al respecto.

sábado, 7 de septiembre de 2013

De interfaces de usuario.

En informática aprendes a desarrollar interfaces de usuario. Son las formas en las que un programa informático interactúa contigo, y de su buen diseño dependen muchas cosas, pero sobre todo que la experiencia de trabajo con un software determinado sea sencilla, intuitiva, y ergonómica.

En los años que llevo usando las diversas webs de las administraciones electrónicas del país me he encontrado con muestras de interfaces de usuario dignas de un museo de los horrores. Ahora el Gobierno anuncia que va a añadir más trámites online a los ya existentes. Seguro que nadie se ha preocupado de plantear una estandarización de los interfaces, de los protocolos de trabajo, las firmas electrónicas, los tamaños de los adjuntos, los formatos admisibles, y los interfaces de usuario. No. Claro que no, esas son soluciones que serán útiles al ciudadano, y eso parece que no interesa, o que ni siquiera saben que es necesario.

Y no hablemos de webs de empresas públicas, como esa cosa que han hecho para RENFE y que es una pesadilla que ha costado millones. Oigan, yo les hago eso por un presupuesto cien veces menor, y encima funcionará ¿Qué hacen en Indra con casi 12 millones de Euros? ¿Quemar los billetes?

Cuanto consejero y cuanto consejo de administración parásito, cuántas luchas interdepartamentales para al final crear un monstruo inoperante. Y ahí está la web del Senado como ejemplo, o la del Congreso.

Entre una casta de trabajadores públicos atrincherados tras sus pequeños reinos de taifas y una administración inoperante que es incapaz de coordinar a las administraciones autonómicas (siempre he flipado al viajar cómo mis pagos a la Seguridad Social no me permiten tener acceso a un ambulatorio en cualquier parte del país si no estoy empadronado ¿Es este país un chiste?).

Este es sólo un ejemplo más. Una web que lleva años siendo igual, fea, pero al menos funcional, y cuyo diseño se ha renovado recientemente tras años de dejadez. Durante todo ese tiempo un detalle sintomático me llamaba la atención en aquel website. Miren, que les cuento.

Esto es un billete de lotería:



¿Ven los números? La Serie arriba, la Fracción abajo. Eso crea un orden, una regla, que cualquier interface basado en ello debe de repetir.

Pues bien, hasta hace unas semanas metías los datos en la web de Loterías para comprobar el billete, todo correcto, ponían la introducción de datos en el mismo orden. Perfecto.

Pero cuando ves el resultado, el orden se invierte. Debería mantenerse la regla arriba-abajo o izquierda-derecha para que el visitante de la web no se líe.

Pues no. A alguien se le cantó que en los resultados primero se pone la Fracción y luego la Serie.


Es apenas copiar y pegar un par de líneas de código para ponerlo bien. Pues llevo viéndolo así años y años y años, hasta, digo, hace un mes o dos en que han cambiado el diseño. Hasta entonces, nadie se molestaba en decir, "vaya, qué tontería, voy a ponerlo bien". No. Esto en una empresa de desarrollo de software ni te lo planteas. Se arregla y listo. Tardaron años.

Pero claro, es la Administración. Es complicado simplificar las cosas, hacerlas sencillas. No crear confusiones. Qué va, ellos viven de la confusión. Y más aún lo de las loterías, que venden como el camino de la riqueza lo que no es sino un impuesto más.

Bien, es un ejemplo tonto me dirán, pero tengo muchos de ellos, graves, gravísimos, esto en comparación es una chorrada, claro, y ya he hablado de ellos previamente. Es sólo otro ejemplo de desidia, una muestra de cómo se dejan las cosas en este país, da igual. Desidia y confusión.

Pues bien, parafraseando a King Crimson, "Confusión será su epitafio".

Exposición abierta hasta julio.

Mi exposición fotográfica "El Risco: la montaña habitada" sigue abierta hasta julio en la Sala MAPFRE Ponce de León,  C. Castillo,...